Me encontraba preparándome para una nueva pasarela, esta vez, mostraríamos la nueva línea de ropa interior de Calvin Klein; en este momento, tenía a dos estilistas conmigo, una terminaba de arreglar mi cabello, mientras que la otra se concentraba en mi maquillaje.
Amaba este trabajo, todas estas atenciones que recibía antes de cada pasarela eran fenomenales, y aunque debí de haberme restringido a ciertas comidas y dedicarme a hacer un poco más de ejercicio para mantenerme en forma, no me arrepentía de nada. Me gustaba ver mi rostro en vallas publicitarias o por toda la web, me encantaba ver mis armarios llenos de ropa de diversas marcas, además de la cantidad de cosméticos que había ganado por hacer algunos anuncios. Definitivamente yo me encontraba viviendo casi que en el paraíso.
Levanté la mirada para verme en el espejo, Adrien se encontraba caminando de un lado a otro cerca de la entrada, revisando sin parar su dichosa agenda. Me preguntaba si habría un solo día en que ese chico dejase de trabajar tanto, casi podría apostar que era igual o más perfeccionista de lo que podía llegar a ser Colette. Definitivamente si Colette no estuviese tan enamorada de Nicolás, hubiesen hecho una excelente pareja; ordenados, obsesivos con el trabajo, un tanto aburridos…
Miré a las chicas, las cuales ya habían terminado de arreglarme y les agradecí antes de que se fuesen. Luego, miré otra vez a Adrien, siendo precavida para que él no me viese, llevé una mano hasta atrás y solté el sujetador que mostraría de primero en la pasarela, acomodé mi cabello y lo llamé.
—Adrien, se me ha soltado el sujetador —le dije, viéndolo por el espejo, sus ojos marrones me observaron con duda—, ¿Podrías ayudarme? No hay nadie más aquí —comenté, encogiéndome de hombros.
Él dejó su agenda de lado y caminó hacia mí.
Lo acomodó sin dudarlo, rozando levemente sus dedos sobre la piel descubierta de mi espalda, lo que me hizo cerrar los ojos y tragar saliva con fuerza. Cuando los abrí, el sujeto me observaba, dio un par de palmaditas en mi hombro y luego retrocedió.
—No voy a terminar en tu cama, Perla Russell —atinó a decir, antes de dar media vuelta y comenzar a caminar hacia la salida—, en un momento le traeré los zapatos que lucirá en la pasarela—, musitó, antes de dejarme completamente sola.
Me quedé anonadada, aun tratando de asimilar lo que había dicho. No iba a terminar en mi cama… ¿Acaso era tan obvia al querer seducirlo? Sonreí, dedicándome a negar con la cabeza. Eso definitivamente estaba por verse.
Ahora, el terminar enrollada con él no sería exactamente porque le tuviera ganas; Adrien Dupont se había convertido en aquel momento en mi reto personal.
***
Después de una nueva exitosa pasarela, todo el equipo de trabajo solía ir a celebrar a un bar, Adrien se encargaba de reservarlo solo para nosotros, lo cual definitivamente era agradable, podíamos bailar, cantar, emborracharnos… que al final nadie iba a decir nada. Era como una agradable salida con la gente de confianza.
—¡Por un nuevo éxito! —exclamó Colette, levantando su copa. Su rostro irradiaba felicidad, lo cual incluso lograba contagiarme.
Me sentía orgullosa de ella, de ver todo lo que había logrado en poco tiempo. Colette no era el tipo de persona que se conformaba con poco, no, ella trabajaba para lograr llegar a la cima.
—¡Que así sea! —dije, chocando mi vaso con el suyo, para después chocarlo con todos los demás.
Cuando llegué al de Adrien, le sonreí y le guiñé un ojo, para después lanzarle un disimulado beso. El chico negó con la cabeza, lo que pude notar que había sido un pequeño gesto en tratar de disimular la sonrisa que amenazaba con salirle.
Todos bebimos de nuestros vasos hasta el fondo, para después pedir una segunda ronda. Me dediqué a ver a mi alrededor, deteniéndome en Colette y Nicolás, ambos se veían de una forma tan especial, que aparentaban estar inmersos en una eterna felicidad, sonreí, a la vez que dejaba salir lentamente la respiración. Traté de imaginarme llegar a eso, jamás había estado enamorada, y ahora más que nunca, no podía imaginarme llegar a formar un hogar, por lo que, ni siquiera podía verme durmiendo con un solo hombre todas las noches, negué con la cabeza, definitivamente aquello no era lo mío.
—Debo admitir que fue una buena pasarela para ti —volteé a ver, Adrien se había acercado desde atrás, tomó el sitio a mi lado y pidió dos nuevas bebidas.
—¿Ahora quieres ser mi amigo?
—Solo no tengo nada más interesante qué hacer.
Puse los ojos en blanco. Que tierno resultaba ser el imbécil.
—Así que ni siquiera te parezco interesante.
—No lo tomes a mal, Russell. Solo no muero por ti.
Suspiré, tomé el trago que acababa de llegar a mis manos y lo tomé de un solo.
—Algo me dices que mueres más por Nicolás, que por cualquiera de acá.
Su rostro se puso pálido, y su expresión divertida se esfumó, para darle paso a un ceño fruncido.
—No soy homosexual, si es lo que quieres darme a entender.
Levanté los hombros, restándole importancia.
—Demuéstramelo, solo así te creeré.
Volvió a sonreír.
—No voy a caer en tu juego.
—Eso está por verse —le guiñé un ojo y me levanté para comenzar a caminar en dirección del baño de chicas.
Cuando llegué, encontré a Jolie. Ella se encontraba inclinada sobre una de las pilas, aspirando un polvo blanco que tenía sobre un pedazo de papel. Arqueé las cejas al ver la forma en que levantaba la cabeza y suspiraba a la vez que una sonrisa de satisfacción se dibujaba en su rostro. Retrocedí y salí de ahí, para que no lograra verme. Un nudo se instaló en mi garganta al entender el radical cambio que había tenido la chica en los últimos tiempos; la bastarda se estaba drogando. Caminé con rapidez hacia mi lugar, tratando de entender qué debía de hacer, ¿Contarle a Colette? ¿Guardar el secreto? Me senté y pedí un nuevo trago, ignorando la mirada llena de dudas que Adrien ahora me dedicaba.
—¿Estás bien? —preguntó al final—, parece que viste a un fantasma.
—No te interesa —respondí, dándole un trago a mi nueva bebida.
Giré a ver, Jolie salía del baño, con una sonrisa que no se borraba con nada. Sentí miedo y a la vez dudas, quería a aquella chica, era agradable y dulce, por lo que no deseaba que algo malo le pasase al estarse metiendo cosas raras a su organismo.
—En serio, Russell. ¿Necesitas un médico?
—Dije que no es tu problema —indiqué otra vez.
—Claro que lo es —atacó Adrien nuevamente—, trabajo para Colette, debo de velar por sus intereses.
Suspiré y luego negué con la cabeza.
—¿Quieres ayudarme? Ven conmigo a mi casa —solté, sabiendo que con ello lograría que dejara de preguntarme sobre lo que me pasaba.
Frunció el ceño y luego se encogió de hombros.
—Sí, en definitiva estás bien —terminó diciendo antes de levantarse e irse a sentar a otro lado.
***
Después de darme un largo baño de agua caliente, comencé a dar vueltas en la cama sin parar, no podía dejar de pensar en lo que había visto en el baño esa noche, Jolie metiéndose drogas. Froté mi rostro con ambas manos, dejando salir un largo suspiro. Me sentía frustrada al no saber qué hacer; sabía que lo correcto en aquel momento era contarle a Col, pero temía que si lo hacía, fuese a enloquecer. Colette tenía muchas cosas en su cabeza, como por preocuparse por una más.
Estaba segura que debía de intentar hacer algo antes de preocupar a alguien más; yo no era la mejor de las influencias, pero al menos tenía muy en claro lo dañino que podría llegar a ser meterse sustancias extrañas a nuestro cuerpo. Jolie era una chica muy joven, por lo cual no era justo que se viese envuelta en un horrible vicio del cual luego no pudiese salir.
Tomé mi teléfono y busqué su número, luego le di llamar. La chica no respondió, debí de insistirle por al menos cuatro veces, hasta que al final se rindió y tomó mi llamada.
—¿Qué quieres? —dijo de mal modo.
Resoplé cerrando los ojos, ya ni siquiera sentía los efectos de los tragos que me había tomado en la noche, al contrario, me sentía preocupada.
—¿Cómo estás, Jolie? —pregunté, con la esperanza de que quisiese hablar conmigo.
—¿Quién eres? ¿Mi hermana?
—No, solo tu amiga.
—Si bien recuerdo, el ser la mejor amiga de mi hermana no te convierte en mi amiga.
Suspiré, llevando una mano hasta mi frente; Jolie era una chica de 21 años, ni siquiera estaba tratando con una adolescente.
—¿Qué haces?
—Veo una película de terror.
—¿Quieres venir a mi casa? Así nos hacemos compañía.
—Estoy ocupada, Perla, pero gracias por la oferta —musitó, un poco más tranquila.
—Dijiste que veías una película, no creo que eso sea muy urgente.
—Bueno, quise ser amable; pero entonces lo diré de este modo: deja de joderme la vida —después la línea quedó en silencio.
Dejé caer mi teléfono a mi costado, dándome cuenta de lo difícil que iba a resultar ser entrar a la vida de Jolie, pero debía de hacerlo, esa sería mi buena acción en la vida, la que probablemente iba a llevarme al paraíso.