Caminamos hacia el restaurante. Ella pidió algo sencillo, mientras que yo opté por una ensalada. Había intentado alimentarme de otra cosa que no fuera carne humana, pero mi cuerpo siempre la rechazaba. Así que, pedir algo más era inútil. —¿Qué eran esas cajas que vi en tu oficina? —preguntó Rachel.—¿Rogelio dijo que ese hombre fue a buscarte? —¿Te refieres a tu padre? Rachel dejó el tenedor sobre el plato y su expresión se endureció. —No creo que se merezca el título de padre —murmuró. —Rachel... —Lo odio, Damián. Me hizo tanto daño. Plantó inseguridades en mí que no creo poder borrar nunca. —¿Y eso... Intenté preguntar más, pero me detuve. No debería ser tan insensible; ella no era una paciente cualquiera. —La vida siempre te pone pruebas traumáticas —dije, desviando la conversa