Caminé lentamente hasta estar frente a ella. Rachel estiró su mano y la posó en mi pecho. Entonces agarré su otra mano, entrelazándola con la mía. —Señorita, concédame esta pieza —dije y la llevé al centro de la sala, con solo Deysi como espectadora. Recargó su cabeza en mi pecho y no movía los pies. —Nunca he bailado —confesó, y la besé. La melodía no se acababa, ya que la había puesto en repetir. Es mi canción favorita, por alguna extraña razón. —Tan jóvenes, pero en eterno amor, luchando contra el dolor; todo estará muy bien, lo sé. Bailaré en la oscuridad abrazándote, descalzos al bailar. Nuestra favorita ya sonó. Dices que te ves tan mal, yo susurré y dije: eres tan bella, la más perfecta... —Comencé a cantarle mientras la guiaba entre mis brazos y la hice girar. —Tengo fe en noso