Caminé lentamente hasta estar frente a ella. Ella estiró su mano y la posó en mi pecho. Entonces agarré su otra mano entrelazándose con la mía. “Señorita, concédame esta pieza”, dije y la llevé al centro de la sala, con solo Deysi como espectadora. Ella recargó su cabeza en mi pecho y no movía sus pies. “Nunca he bailado”, confesó y la besé. La melodía no se acababa, ya que la había puesto en repetir. Es mi canción favorita, por alguna extraña razón. “Tan jóvenes pero en eterno amor, luchando contra el dolor, todo estará muy bien, lo sé. Bailaré en la oscuridad abrazándote, descalzos al bailar nuestra favorita ya sonó, dices que te ves tan mal, yo susurré y dije: eres tan bella y la más perfecta amor…” Comencé a cantarle mientras la guiaba entre mis brazos, la hice girar. “Tengo fe en