Cuando me subía a mi auto mi expresión cambiaba completamente. Debía de quitar los ojos alegres, la sonrisa espontánea y ponerme mi gran escudo. Ojos fríos, vacíos y penetrantes, aunque esta vez los oculte con unas gafas nuevas que luciria el día de hoy. Debía ser firme, recta y seria, solo así impondría el respeto que merezco y deseo, solo así nadie se atrevería a volverme a hacer menos. Subi las gafas a mi cabeza cuando entre al bufete Thompson Law. —Buenos días. Saludé a quienes habían llegado, pues como siempre amo y me complace llegar a la hora exacta. —¡Buenos días, señorita Charlotte! —Respondieron en tono bajo dos de las chicas. Una llevaba gafas oscuras, y la otra tenía un rostro de agotamiento total. En eso recordé la llamada que había hecho mi compañero molesto donde lo h