Capítulo 3

1747 Words
Muy temprano Dessiré se presentó a la oficina con Mirna, la secretaría a la que ella iba ayudar como auxiliar contable. Vestía  una falda larga más abajo de la rodilla, blanca de pliegues, y una blusa amarilla poco ajustada, la cual escondía las curvas de su cuerpo. Nerviosa  se acomodó frente a ella en la silla. Mirna miraba concienzudamente el currículum. -Te falta poco para terminar la carrera de contaduría. -Si señora, lo siento- dijo al tropezar y caer una lapicera con los lapiceros, el cual ella fue a recoger.   - Tranquila, está muy nerviosa- sonrió para tranquilizar un poco a la joven- veo que tienes un hija. -Si tiene cinco años- se mostró muy orgullosa. -¿Quién la cuida, mientras trabajas?- movía la cabeza de forma negativa. Esta acción  preocupó  a Dessiré, ahora era cuando más necesitaba ese empleo. -Yo tengo una niñera de toda  mi confianza – indicó-  no hay problema. Marta  se encargara de mi hija en mi ausencia, ella es muy confiable. -Hum, quieres leer estos documentos y si estás de acuerdo, los firmas e iniciamos enseguida- Mirna estaba muy  urgida de ayuda, y Dessiré venía bien, muy bien  recomendada. Ella los tomó y los leyó con calma. - ¿Un acuerdo de confidencialidad? -Sí, el jefe así lo requiere - la miró fijo- pase lo que pase en este departamento, aquí  se queda ¿Entiendes? -Sí, entiendo, pero sólo me contratas por tres meses - ella necesitaba la  seguridad laboral. - Es lo que más dura mis auxiliares - suspiró frustrada- él es muy complicado. Todas renuncian por él. - ¿Yo tengo que tratar con él? - no supo porque preguntó. - No, de eso me encargo yo....- le sonrió -....  si te quedas. Dessiré sonriendo acepto aquel trabajo que le daría una nueva oportunidad para salir adelante con su adorada hija. Había pasado una semana y Dessiré estaba muy contenta por su nuevo empleo, Mirna era una mujer muy condescendiente y la ayudaba a que se acoplara rápidamente en el trabajo. Cierta tarde Mirna se acercó a Dessiré.  - Cariño, voy a la cafetería, - le sonrió - debo trabajar hasta tarde y me da hambre. Voy por una merienda. - Si, yo estoy al pendiente - siguió tecleando sin perder tiempo. - No hay nadie  en la oficina - se refiere a la de su jefe- está pendiente.  Le  viene una visita  muy importante para él. - Si, ve tranquila, y no te demores- se despidió de la mujer mayor. Dessiré se quedó concentrada en su labor cuando el golpe de un objeto contra el piso le llamó la atención.  Rápidamente  se levantó y nerviosa sé  asomó en la oficina de Mirna, y no vio nada, con pasos inseguros fue y abrió la puerta de la oficina de su jefe. Los ojos de Dessiré se abrieron de par en par, y paralizada veía a una pareja retozando sobre el escritorio. Con  el rostro como el carmesí, trato de girar sin que ellos  la vieran, pero se detuvo cuando unos ojos negros la miraron con furia. - ¡Maldición!-  gritó furioso- ¿Qué hace usted ahí?- mientras hablaba guardaba su virilidad rápido con manos temblorosas, algo  inusual en él. La mujer que estaba sentada en el escritorio, con  sus larga y bien formadas piernas enredadas  en las  caderas de él.   Sus  manos en el cuello, y  sin importar lo expuesta que estaba, giró su cabeza y miró con irá a la mujer que vestía, pantalones y una blusa sencilla. -¡Qué imbécil! - vociferó la mujercita - ¡Échale ahora! - ¡Lo siento!  ¡Lo siento! -  Dessiré, decía una y otra vez. Sus  ojos no puede creer lo que ve y sin más gira para salir de ese lugar.  Tal es su sorpresa que no logra apartar sus ojos de los de él. Es como si fueran atraídos por un enorme imán.    Traga el nudo de saliva que se le ha formado en la garganta que esta reseca por los nervios que le ha provocado aquella desagradable situación. Él se apunta el pantalón y baja las piernas de la mujer y la mira a los ojos. En  ellos, él puede leer claramente asco y desprecio, haciendo que en su interior brote algo nuevo, ¿Vergüenza? -¡Lo siento! - sale de inmediato de la oficina.  El  encuentro sólo duró segundos pero para Dessiré  fue eterno el momento. Corrió al baño al sentir que las arcadas que amenazaban con hacerla vomitar y apenas llegó, vomitó, vomitó y vomitó. Lavó su cara, sus manos temblaban. Su  cuerpo parecía gelatina, sentía que pronto se desplomaría.   - No es justo.  No  puede el destino castigarme otra vez - comenzó a llorar y recordó las sabias palabras de Leopoldo - ¡Ahora es cuando necesito más que nunca este empleo!- lloró y cuando ya se sentía más relajada decidió regresar a su oficina y enfrentar su destino. Inició de nuevo su labor.  Suspiró  nerviosa.  Tecleando  con cuidado para no equivocarse, para estar más concentrada en el trabajo y no recordar el evento, a lo mejor no pasaba de ahí, tal vez no la despedían. Su cuerpo se tensó cuando escuchó  que la puerta de la oficina principal se abrió abruptamente. - ¿Quién eres?- las duras palabras la golpearon y a la vez se asustó porque no lo sintió entrar a la suya. Ingenuamente pensó que el hombre había salido de la empresa. Él la miraba, pero ella mantenía el rostro bajo, no lo enfrenta, y eso lo disgusta mucho más.  Ninguna  otra lo hubiera hecho. - Yo...soy...la nueva auxiliar contable- se levantó, pero le rehuyó la mirada, no quería ver su rostro de pedernal, que era sólo para ella en esos momentos. -¿Quién te contrató? ¿Mirna?- esos  ojos negros lo quería atravesar. Pensaba  el hombre confundido. Esa  mirada lo incómodo de tal manera que se le quitó la excitación de un solo golpe. Jamás  lo hubiera creído, fue tal el golpe que  no pudo terminar su faena y despidió confundido a la  enfadada a la mujer. -¡Lamento mucho la intromisión!- se disculpa con la cabeza gacha, los nervios toman el control, y unas ansias de salir corriendo era lo que Dessiré sentía y era lo que  quería hacer en ese momento. - ¡Mírame!- la frialdad de su voz, estremeció a Dessiré, deseaba ver nuevamente esos ojos, sólo para comprobar que sentía nuevamente. Ella trémula levantó sus ojos y trago, saliva. - Mirna, te hizo firmar un acuerdo de confidencialidad, ¿Cierto?- eran los ojos más hermosos que él jamás imaginó. Eran  grandes y están enmarcados por una cejas bien definidas, sus pestañas eran larga, y lo más bonito era que ella no tenía maquillaje. Trago  saliva. Era  hermosa, un platillo placentero. Torció  la boca para reprimir su sonrisa malévola. - Sí, señor- ella se estrujaba las manos nerviosa-Pase, lo que pase, en este departamento jamás se dirá nada. Él no lograba apartar los ojos de ella, le recordaron un evento.  Con  una chica, tiempo atrás. Alguien que ha estado buscando por un periodo de tiempo muy largo. De repente la puerta de la oficina se abre abruptamente. - Ya llegué cariño- la jocosa voz de Mirna lleno la oficina- ¿Necesita algo, señor Manosalva?- le dijo al verlo de pie al escritorio de Dessiré, mirando con furia y muy atentamente a la joven.   - Sólo aclarar ciertas cosas con tu auxiliar - le dijo muy seco, luego volvió a mirar a Dessiré - que no te vuelva a pasar. Ella resignada asiente la cabeza. -Si señor- dijo la tímida voz de la joven. Esto  llamó la atención de Mirna. Mirna miró a su jefe, algo extraño pasó entre ellos, él estaba  muy tensionado y atento a los movimientos de ella, y ella sonrojada y llorosa. Cuando ya se marchó el jefe, Mirna se acercó y  le levantó el rostro que lo tenía muy bajo  y triste. -¿Que paso?- le preguntó. - Ay, Mirna....- después de contarle todo y desahogar su susto, Mirna se disculpó con ella, comprendió la reacción de los dos. - Mi amor, que pena, yo no te dije que la oficina de él, tiene dos puertas de entrada - se sentó a su lado - Pero ya sabes para la próxima. Dessiré limpiaba las lágrimas de  sus ojos. -¿Próxima?- ambas rieron.  Era  lo último que Dessiré quería ver -ni más faltaba. José Manuel miraba unos documentos que tenía que terminar, pero el recuerdo de esos ojos negros que lo despreciaron, en ese momento lo mantenía muy pensativo, sin poder concentrarse. Por eso  resolvió salir y en uno de los pasillos se encontró con unos de sus amigos de faenas. - ¿Que tal la hembra?- Fidel, lo miraba con sorna y malicia. - Pues no sé - dijo amargado. El hombre no creía lo que su amigo le contaba. - ¿Qué?  No  pudiste  echarte ese polvo,  - río al verlo que contraía el rostro de disgusto -  llevabas más de dos semanas, detrás de esa hembra, quemándole pólvora- lo miraba asombrado. A él no se le escapaba ninguna. - Lo que pasó....- reía al recordar el episodio y su rostro se suavizó un poco - me agarraron in  fraganti. La carcajada de Fidel se escuchó por el pasillo. - Y eso, quien ¿Mirna?- pregunto jocosamente el amigo. - No que va, Mirna es un pan, ella sólo me mira y me fulmina- reía de las veces que ella lo pillo- la nueva auxiliar. -Oye, y  esta buena..... la hembrita- dijo Fidel en plan de conquista, sus ojos brillaron con lasciva. El rostro de José Manuel se transformó. - ¡Ella no está en tu menú! - llegaron hasta la puerta del ascensor y esperaron a que abriera. Fidel lo miro   suspicaz. - Pero en el tuyo si- se burló. Lo  conocía muy bien, ya le había puesto el ojo y esa no se salva de caer en sus garras. -Bueno, tal vez sea uno de mis platillos favoritos- arqueó una ceja y dijo pensativo.   -Ah, verdad que te vas a casar - lo miró con tristeza - le van a echar la soga al cuello- se burló. Las puertas del ascensor se abrieron, ellos dejaron pasar a las personas que llegaban y luego ambos subieron. José Manuel.  Suspiró  pesadamente  y quedó muy pensativo en la mentira, eso era algo que debía solucionar y pronto.
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