Una niña de cabellos negros juega inquieta en los juegos infantiles de aquel parque. Esta bajo la atenta mirada de su joven madre.
¡Abuelito!- Kiara corría a los brazos del anciano que estaba sentado en una silla de ruedas- pensé que no ibas venir- sube rápido y lo besa en repetidas ocasiones, mientras el anciano ríe de manera gloriosa.
Es un jardín hermoso donde hay varios juegos infantiles y una vez por semana Leopoldo se reúne con sus dos grandes amores. Él siempre llega puntual pero hoy el atraso se debió a la entrega e información de lo avanzado que está su cáncer.
Él suspira al ver a la niña que lo abraza, pronto ya no podrá disfrutar de esas tardes tan placenteras.
-¡Lo siento mucho!- besó a la niña en las mejillas rojas por el calor y la carrera de ella- estas muy hermosa hoy mi princesa- tenía dos coletas con unos adornos de mariposas, dejando ver el rostro redondo y con su nariz respingada.
- Mami me trajo- la señaló- me está comprando un helado.
El hombre miro la dirección que indicaba la pequeña niña.
- Hum, ya veo- el anciano miraba a la joven que se acercaba a ellos vestida con unos pantalones cortos, una camiseta, y unos zapatos deportivos. Ella nunca se arreglaba de manera exagerada, no le gustaba llamar la atención.
- Hola, ¿Qué paso?- le entrego el helado a la niña. Se inclinó sobre el hombre mayor y lo besaba en la mejilla- pensé que no ibas a venir- se mostró preocupada- por cuestión de tus exámenes médicos.
El hombre suspiro ante su realidad.
-No, me hicieron todos los exámenes, y salió bien- le mintió pero el rostro del hombre mayor se veía demacrado.
-¿Seguro?- ella lo miraba con cierta aprehensión y temor- lo que tienes no es juego- lo amaba tanto, que se llenaba de temor de solo pensar en perderlo.
-Lo sé, mi amor -sonrió y tomó una de sus manos y la besó- sabes que te quiero mucho, tanto o más que a una hija- se perdió en los ojos negros de ella.
-Sí, pero tu esposa, me odia- lo miró y sonrió. La primera vez que ellos se encontraron, ella estaban en un centro comercial comprando la ropa para su bebé aún no nacida y él al verla de la impresión del parecido con su madre se desmayó y lo llevaron a la clínica, y fue allí donde la esposa de Leopoldo la vio y la agredió. La esposa decía que ella era su amante- sabes que ella cree que Kiara es tu hija-la carcajada de ambos llenaron el parque.
- ¡Oh, Dios, pero si yo no hago hijos!- él entristeció - pero no debe saber que eres la hija de la mujer que más he amado en mi vida- la miraba con un gran tristeza- y que te amo como si fueras mi propia hija.
La vida golpeó a Leopoldo Palacios en un accidente, dejándolo inválido desde la cintura para bajo. Le quito toda sensibilidad, y debido a ese accidente perdió a la mujer que él siempre amo, porque ella pensó que la había abandonado. Ya con el tiempo, se volvió a casar y al morir su esposa, volvió hacerlo y fue cuando él conoció a Dessiré Montoya, la chica era la misma imagen de su fallecida madre, la mujer que él aún amaba.
- ¿Aún la recuerdas?-ella leyó su tristeza. Ella sabía cuánto Leopoldo Palacios amaba a su fallecida madre.
-Sí, amor- suspiró - todos los días - miraba a Kiara jugar en unos columpios – a esa mujer la llevo en la sangre y en el corazón, y encontrarte me ha dado un poco de paz y mucha alegría.
-¿Un poco de paz?- entrecerró sus ojos- yo pensé....
-¡Cálmate! -la hizo callar - un poco de paz porque quiero verte feliz. Él quería darle a ella todo lo que no le dio a su madre.
-Hum, no irás empezar otra vez con la cantaleta - caminó hacia una banqueta, seguida, por él.
- No es cantaleta....es que quiero que seas feliz, se lo debo a tu madre- miraba a Kiara jugar- y que ella tenga todo- amaba a esas dos mujeres
-No le debes nada,- no le gusta la tristeza que siente en él -ella se casó y su esposo murió a los tres años de casada, pero quedé yo-lo miraba amorosamente - ella a su manera fue feliz.
Hicieron silencio y veían jugar a la niña, que baja y sube a los resbaladeros del parque.
- ¿Has pensado en lo que hablamos?- tomó la mano de ella.
- ¿Lo del trabajo?- ella suspiró - no he conseguido nada, creo que si acepto, pero...
- Pero nada, será una forma de ganar experiencia y ascender - le acariciaba la mano con gentileza - y ¿Lo otro?
Ella se soltó nerviosa y dejó salir todo el aire.
- No, no lo pienso hacer-su mirada se fijó en su hija de cinco años, sus cabellos eran n***o azabache al igual que sus ojos, era preciosa y muy parecida al padre - ella es sólo mía.
- Pero el padre tiene derecho a saber que ella existe-trataba de convencerla - y que le dirás a ella cuando sea grande.
- Leo, me porte como una cualquiera, él ni siquiera se acordará de mí. Él estaba borracho y yo me le entregue la misma noche que lo vi, porque...-se interrumpió triste -me gustó.
Giró la cabeza para no verlo a los ojos la vergüenza la abrumaba
-A lo mejor ya está casado y no voy a ser piedra de tropiezo para él por mi estupidez – continuo triste.
- Si, lo sé, pero no te gustaría saber qué tú hija...- al ver el rostro de ella se interrumpió.
- No, Kiara no sabrá cómo fue concebida- guardó silencio - pronto le diré que su padre murió en un accidente y fin de la historia- meditaba la joven madre - además está Alicia, ella también hace parte de este secreto.
El hombre no se daba por vencido. Él sabía que pronto se marcharía y no quería dejarla sola y desamparada.
- Y si el destino juega a favor de él, y te lo pone en el camino- guardó silencio- y si él no tiene hijos y quiere a la suya, lo has pensado- volvió la cabeza para ver Kiara-Alicia tendrá que entender y aceptar. No siempre podrán guardar ese secreto.
La joven atendía las palabras sabias de él, pero su testarudez no le permitía echar el pie atrás.
- Leo, no creo ser tan de malas en la vida-lo abrazo- deja de preocuparte tanto por nosotras -acunaba el rostro de él en sus manos - no creo que lo vuelva a ver, y si llegara a pasar, no podría decir nada.
El hombre no respondió a lo que ella plantea, no está de acuerdo. Él, por tonto perdió una oportunidad de amar en la vida y no quiere que ella pase por lo mismo.
-Pero al imbécil de Agustín, ¿Si lo terminaste?- baja la mirada preocupado, ese hombre nunca le ha gustado.
- Bueno, esa es otra historia,- suspiró ella - él dice que va a cambiar. Ahora me pidió una oportunidad para demostrarme lo cambiado que esta - suspiró, ese era otro tema para que él se enojara y preocupara.
-Pero, bueno… -respiró entrecortado por la rabia que siente en ese momento- ¿No lo estarás pensando?- la miró furioso- Ese hombre trato de pegarte, de no haber sido por uno de mis hombres, te golpea - estaba furioso- ¡Si él te llega a tocar, te juro que lo mato!- la señalaba con el dedo.
- ¡No, por favor! - lo miró aterrada, él no debía enfadarse era contraproducente para su enfermedad, aparte de que él era lo más parecido a un padre - en esta misma semana, habló con él, te lo prometo- debía hacerlo, por el bien de los tres, su hija, ella y Leopoldo.
- Apenas inicies en el nuevo empleo te mudas- fue enfático -ese hombre es peligroso, no lo quiero cerca de ti.
Ella lo miro a los ojos y veía todo el cariño que sentía por ella.
- Si, mi precioso hombre-lo abrazo y lo besó- me tengo que ir, Kiara tiene un prueba en uno de los colegios que me recomendaste-se giró y gritó -¡Kiara!
- No te preocupes, a ella le irá bien- sonrió feliz. Dessiré no sabía que él había amañado la entrada a la institución - esa chica es inteligente como su abuela- la niña llegó y subió a la silla de ruedas y se colgó del cuello del hombre mayor.
- Adiós, nos vemos la próxima semana- las dos mujeres lo besaron y abrazaron al despedirse.
Dessiré caminaba por la calle con su hija, y las dos hablaban de la famosa prueba que la niña iba a realizar, cursaría primero, iba adelantada para su edad, pero era demasiado vivaz e intrépida.
Al llegar al pequeño apartamento, encontró a Agustín acomodado en el gran sillón.
- ¿Cómo entraste?- dice sorprendida, molesta inmediatamente- yo nunca te he dado llaves de mi apartamento.
Él hombre elevó los hombros despreocupado por la rabia de la chica.
- Yo mismo hice mi llave copia - sonrió de manera prepotente.
Se acercó a la pequeña sonriendo.
- Hola preciosa - la niña inconsciente se refugia en la falda de la mamá. La niña no gustaba de él y no lo disimulaba - aún no le caigo bien, eh.
Dessiré alejo a la niña de él.
- Y con tu forma de actuar menos- miro a la niña - ve a tu recámara y ve televisión - para evitar que la niña escuchara el enfrentamiento.
-Agustín, entrégame la llave- extendió la mano - no quiero que vuelvas a mi casa - movía el pie de manera impaciente-sal de una vez por todas de mi vida.
Él la miró y torciendo la boca arrogante.
-Y si no lo hago, ¿Qué?- la desafió entonces fue y se detuvo en el quicio de la recámara donde estaba Kiara. Miraba fijamente a la niña.
-Entonces llamó a la policía, y te recuerdo que mi vecino es policía también - levantó su mentón no le tenía miedo y no se iba a dejar amedrentar por ese imbécil - así que por la buenas vamos a dejar esto en paz.
Él camino hacia ella pero al escucharla se detuvo y frunció el ceño molesto.
- Todo esto es por esa mocosa- miró a la dirección de la habitación de la niña que veía televisión y al míralo ella torció los ojitos negros y le saco la lengua, siempre se mostró antagónica con él.
- ¡No hables así de mi hija! - levantó la voz. No permite desvirtuar a su hija y menos por un hombre como él.
- No, no es la mocosa, es el padre de ella lo que no te permite estar conmigo- su resentimiento se notaba en cada palabra.
Ella arquea una ceja.
- Me tome cinco años para darle el mejor tiempo a mi hija, un tiempo de calidad, y luego compartir con algún buen hombre, pero mira lo que vine a escoger- sus ojos negros relampagueaban de furia- ¿Dónde quedó el hombre maravilloso de hace unos meses atrás?
Él se burló de ella.
- Esto es lo que hay- se acercó amenazante y con sus manos señala su cuerpo -y es lo que tendrás.
La tomó por los hombros y sujetando con fuerza la besó.
- ¡Te deseo y serás mía, por las buenas o por las malas!
Ella luchó por soltarse y le sentó una bofetada.
- ¡Eres despreciable! -roja por la ira. Rápidamente caminó hacia la puerta y le indicó salir - ¡Lárgate de mi casa y de mi vida! ¡Ya!
-No hemos terminado - la miraba con lasciva - ¡Vas a ser mía!
-¡Nunca! -lo vio marcharse.
Ella no podía creer lo equivocada que estuvo al elegir a ese hombre, tres meses de amores y cambió con ella desde el momento que le pidió que se acostara con él, pero ella aún no se sentía preparada para la intimidad.