Los dos caminaron en silencio, pero el rey Cirdán al ver que Liara estaba caminando muy rápido en su afán para no ir a su lado, se pudo dar cuenta que la respiración de la muchacha se estaba tornando agitada porque al parecer su discapacidad le impedía caminar deprisa. Él no le dijo ni una sola palabra, y simplemente lo que hizo fue adelantarse, se colocó frente a ella y la cargó en medio de pataleadas y manotones de Liara que cuando se vio en los brazos del rey, exclamó: —¡Bájeme no quiero su ayuda! Que me suelte le dije. —No. —Eso es todo lo que dice el rey ante las órdenes de la humana. Liara frunció sus labios mirándolo con molestia. —¿Ahora quiere fingir ser un caballero cuando hace poco me amenazó con usar sus poderes élficos en mi si no hago lo que quiere? ¡No le queda, suélteme