Aunque Liara debía sentirse contenta por las últimas palabras del rey elfo, misteriosamente ella sentía todo lo contrario, porque su confesión acerca de lo que les sucedió a los padres del rey Cirdán no dejaba de revolotearle por la mente, logrando eclipsar por completo su promesa de dejarla libre. «¿Será posible?» se preguntaba Liara mordiéndose una uña mientras lo veía de reojos escribiendo y escribiendo aquellas cartas. Por otra parte, Cirdán hacía lo posible para ignorar a Liara, él deseaba concentrarse en sus cartas y luego de un tiempo finalmente lo estaba haciendo, pero había un problema: la humana se encontraba demasiado callada. Le parecía extraño, así que con disimulo, Cirdán dirigió su mirada hacia Liara que, para su sorpresa la estaba viendo, pero cuando se dio cuenta que él