—Podemos ir a donde queramos, ¿acaso son ciegos? —cuestiona el hada, atrayendo la atención hacia sus enormes alas, que parecían las de una luciérnaga. Aquellos intrusos eran dos hadas hombres, uno de ellos con el cabello rojizo corto, barbudo y la piel tostada. Vestía de manera inusual, con un pantalón de cuero y una camisa sin mangas que dejaba al descubierto sus brazos tonificados, mientras sus enormes alas parecían estar "dormidas" tras su espalda después que captaron su presencia. Por lo visto, los silfos podían mover sus alas a voluntad. El otro hada tenía el cabello castaño y barba, pero a diferencia de su compañero, parecía más alerta, demostrándolo con sus alas extendidas. También vestía de manera similar, pero con una camisa de mangas que parecía estar hecha de otro material, dif