Liara había nacido en la oscuridad de la noche y, al mismo tiempo, en algún rincón lejano del reino de los elfos, el rey Cirdán yacía apartado de sus guerreros, envuelto en su capa mientras dormía bajo la protección de un árbol. En medio de su sueño, comenzó a tener extrañas visiones. Desde aquella noche, una pequeña niña de cabello rubio y ojos brillantes se le aparecía en sueños, transmitiéndole mensajes en su mente. En cada sueño, la niña le imploraba que la salvara, que la liberara de su destino como sacrificio. Confundido por estas visiones, Cirdán suponía que eran reflejo de sus propias preocupaciones por sus fallidas batallas, personificadas en la imagen de la niña. Pensaba que era su reino quien suplicaba ser rescatado. Sin embargo, el rey, a pesar de su juventud en comparación co