Según cuenta la leyenda, el dios élfico Lorandil, señor de los bosques y la naturaleza, albergaba un amor profundo y sincero hacia la diosa Eliane, deidad de la fortuna y la belleza. Desde el primer momento en que Lorandil posó sus ojos en Eliane, quedó cautivado por su radiante luz y su encanto sin igual. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos que Lorandil hizo por llamar su atención, Eliane nunca correspondió a su amor. El dios élfico se encontraba destrozado, pero a pesar de todo, su amor por ella nunca flaqueó. Lorandil, en silencio y con el corazón afligido, continuó su labor de cuidar la tierra y, por supuesto, a su pueblo élfico. A pesar de no tener el amor de Eliane, dedicó su existencia a proteger y preservar la belleza de la naturaleza que tanto adoraba. Los elfos, conscien