Para la suerte de todos, no vieron ni un solo ogro o criatura en el camino, así que llegaron sin problema a la ciudad capital de los elfos. Liara tragó saliva porque posiblemente ella sería la única humana en quien sabe cuantos siglos que podía ver que había detrás de esa fastuosa ciudad amurallada donde solo esa enigmática y etérea especie vivía. La enorme muralla estaba fabricada de piedra caliza, que parecía brillar con el sol. Los gigantescos e imponentes portones se abrieron cuando vieron al rey llegar con su pequeño sequito, y fue ahí que Liara quedó pasmada. El lugar parecía celestial, o quizás porque el sol de la tarde tenía la bondad de hacer que todo se viera mas hermoso a esas horas. Las calles eran de piedra, y las casas eran muy inusuales, era como si las hubiesen fabricado