Aramis le hizo una reverencia al rey y sin más le dijo: —Acompañé a Liara a su alcoba, mi señor —responde Aramis y Cirdán lo que hizo fue verlo con su rostro serio de siempre, sintiendo como su mirada se ensombreció un poco porque él recordaba muy bien que ese era el nombre de la humana. —¿Le dijiste Liara?... —Ese es el nombre de la humana, mi señor —responde Aramis como si eso fuese algo obvio. —¿Quién te dio la autoridad para llamar a la humana por su nombre, acaso son amigos? ¿Se te olvidó quien es ella? Aramis abrió sus ojos negando con su cabeza, haciéndole una reverencia de perdón. —¡¡Pido disculpas, mi señor!! Ella es su esposa, debo recordarlo... —No es difícil olvidar, ¿acaso hay más humanas defectuosas paseándose por los pasillos del palacio? —¡¡No las hay, mi señor!! —