05. Un viaje bastante incómodo

1369 Words
La noche ya había caído sobre ellos y Liara todavía continuaba montada en el caballo junto al rey elfo. La chica le dolía mucho su herida en el hombro y constantemente se tocaba esa área sintiendo como apenas podía levantar ese brazo. Ella estaba cansada, adolorida y triste mientras iba con ese hombre tan hostil y frío como el bosque que los rodeaba. El rey Cirdán ni siquiera se había fijado en que la rubia estaba herida, él iba enfocado en el camino pensando en tomar lo más pronto posible la bendición de esa mujer para el beneficio de su pueblo, e incluso los mismos humanos, porque con el cese de la guerra, todos podrían vivir en tranquilidad. El rey elfo se encontraba tan enfocado en sus propios pensamientos y deseos que incluso había olvidado por completo que él fue el culpable de la herida de Liara, es por esa razón que, solo se percató de ello cuando la muchacha comenzó a perder fuerzas en el caballo mientras se quejaba por lo bajo. El rey la miró con desdén y fue ahí que vio la herida que pasaba desde su hombro hasta la clavícula izquierda de la rubia. —¿Ese rasguñó te ha debilitado, humana? No puedo creerlo, una libélula es más fuerte que tu —dice el rey con fastidio, él nunca había estado con un humano, era la primera vez y no tenía idea que tan débiles o fuertes eran, todo lo que conocía de ellos era superficial. —Si tan solo descansamos un poco... podría intentar curarme —dice Liara con voz cansada —tengo conocimientos de herbolaria, lo necesito para cuidar de tantos niños que de nada se enferman o lastiman... Al oír que la humana necesitaba descansar, el rey elfo emitió un suspiro lleno de hastío, y levantó su mano diciendo de esa forma a todos que se detuvieran, tenían que recordar que ahora no iban solos, tenían a una mujer y además... era de otra especie más frágil que ellos. —Acampemos esta noche, aquí. La humana necesita descansar. —Pero mi señor —cuestiona Aramis acercándose con su caballo al rey —, debemos mantenernos en movimiento, en este bosque pueden aparecer ogros y atacarnos en cualquier momento, somos muy pocos, podría ser nuestro fin. —¿No te das cuenta, Aramis? Tenemos la bendición de la diosa con nosotros, no nos sucederá nada —asegura el rey Cirdán con mucha certeza. —Si, pero —Una vez mas el elfo vuelve a cuestionar al rey, y en esta ocasión Cirdán frunce el entrecejo porque se dio cuenta de ello —Según la leyenda la bendición de la fortuna se activa cuando contrae matrimonio con la humana, por el momento, ella no está casada con usted... Ese elfo y el rey hablaban con tanta naturalidad como si Liara no pudiera escucharlos. Es por esa razón que la mujer se vio en la necesidad de interrumpirlos porque todavía no le habían explicado con exactitud que era lo que deseaban de ella, y eso de la “leyenda de la fortuna”, y “bendiciones de diosas” ella no les encontraba sentido. Liara sabía que los elfos eran muy supersticiosos y religiosos, en la ciudad principal de Arvender se podían ver desde la distancia como dentro de las altas murallas se alzaban enormes estatuas talladas en piedra blanca, posiblemente eran de santos que ellos veneraban, pero escuchar su religiosidad de la boca de esos hombres de hermosos rostros pero horrible forma de ser le resultaba interesante a la muchacha. —Es cierto... si fuera tan sencillo, cualquiera la tuviera —murmura el rey Cirdán sintiéndose estúpido. Su ambición y desesperación lo había cegado por un momento, por eso, el rey decidió que lo más sensato era curar a la mujer y continuar con el viaje, así que el rey de cabello azabache se baja del caballo extendiendo sus dos manos para bajar a Liara. Con más cuidado del que ella imaginó, el rey la bajó del caballo, y después le dijo algo que en la joven despertó muchas señales de peligro. —Acuéstate en el suelo... —¿Qué piensa hacerme? El rey Cirdán revoloteó sus ojos. —Solo obedece y acuéstate en el suelo. —¿Es mucho pedir una explicación? —cuestiona Liara con indignación viendo su herida —¡Dejen de tratarme como si no los entendiera, tengo derecho a saber qué es lo que quieren de mí, que desean hacerme! —grita Liara con desesperación. El rey Cirdán arqueó una ceja mirando a Liara de pies a cabeza de una forma como si la joven fuese un insecto molesto que él deseaba pisar, pero se contenía porque la necesitaba. Era tan evidente el desagrado que esos elfos sentían por ella, que la joven inconscientemente se abrazó a sí misma sintiéndose sola y desamparada, rodeada de hombres mezquinos. —Será mejor que no vuelvas a alzarme la voz, mujer humana, no lo toleraré dos veces. Liara se mordió el labio inferior, mejor colaboraba si no quería terminar peor, así que con resignación, asintió con la cabeza. Ella prácticamente había sido secuestrada por quizás dos docenas de elfos que, juzgando por sus armaduras y armas, eran guerreros, junto con el rey de todos ellos quien se veía igual de temible que el resto, sería tonto intentar ser valiente en una situación donde ella tenía todas las de perder, así que no le quedó otra que acostarse en esa grama, y con una respiración entrecortada cerró sus ojos, dejando su cuerpo a merced de ellos. El rey Cirdán le hizo una seña a Aramis para que se acercara a la humana que tenía sus ojos cerrados con fuerza, ellos pretendían curarla con sus poderes de sanación élfica. Entonces, el guerrero de mas confianza del rey se agachó frente a Liara viendo esa herida, necesitaba verla bien, por eso sin nada de delicadeza le rompió esa área de su vestido dejándole el hombro al descubierto y parte de su ropa interior y la mitad de su pecho. Liara de inmediato abrió sus ojos creyendo que iban a abusar de ella así que comenzó a gritar pretendiendo quitarse a ese hombre elfo de encima. —¡¡No, no me toques!! —grita Liara comenzando a forcejear con el elfo. Aramis frunció sus labios viendo a esa molesta mujer impedirle hacer su trabajo, mientras que Cirdán cruzado de brazos observaba como la humana pataleaba y manoteaba a Aramis hasta el punto de que le dio una bofetada. Cuando eso ocurrió, Liara con una respiración agitada lo miró con temor, al instante que Aramis estaba a punto de devolverle el golpe recibido porque no iba a permitir semejante trato por esa humana. Él alzó su mano para pretender pegarle mientras Liara cerró sus ojos con fuerza, fue en ese instante que Cirdán le dijo: —¿Qué intentas hacer, Aramis? —pregunta el rey Elfo con ironía, él sabía exactamente lo que su guerrero pretendía hacer. —Su majestad, yo... —Aramis no pudo terminar de hablar porque la mirada que le tenía puesta el rey sobre él lo intimidó bastante. —La humana es quien nos llevará a la victoria, además será mi esposa ¿pretendías darle una lección en frente de mí? En cualquier caso, yo sería el único que podría hacerlo, tu no... Aramis abrió sus ojos de par en par apartándose de Liara, y luego se inclinó frente al rey en forma de disculpa. —¡Lamento si lo ofendí de alguna manera, mi señor! Yo pensé que... la humana es solo una herramienta y.… jamás creí que tomaría el matrimonio en serio... Cirdán suspira con fastidio mientras que Liara una vez mas se siente como si para esos elfos no existiera mientras hablaban. —Solo hazte a un lado, yo la curaré —dice Cirdán colocándose de cuclillas frente a Liara —la curación élfica seguramente no se parece en nada a la humana, quédate quieta, no toleraré más arrebatos, ¿entendiste? —ordena el pelinegro de forma tajante a la mujer que, tragando saliva asiente con la cabeza viendo como el rey elfo se acercaba a ella...
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