En el momento que llegaron a la ciudad capital amurallada, todos los elfos que andaban caminando por los alrededores y estaban por ahí, quedaban mirando a los guerreros y el rey junto con la humana, que entraron a la ciudad con toda la apariencia de que habían perdido la batalla. Mientras iban rumbo al palacio, un niño elfo enviado por su madre le lanzó un tomate podrido al rey, pero él puso su mano antes de que le cayera en el rostro a Liara porque la mala puntería del niño no atinó al blanco que deseaba llegar. Uno de los elfos que estaba entre las tropas pretendió capturar al niño que se fue corriendo a su casa, pero Cirdán se lo impidió mientras limpiaba su mano sucia. —Déjalo en paz, no ganaremos nada con amonestar a un niño —dijo el rey Cirdán con un tono de voz neutro mientras que