En el salón de manuscritos, el rey Cirdán estaba escribiendo las cartas para las familias de los guerreros caídos en la batalla de hace poco, Liara estaba ahí con él, la acostó en un sofá que había en el enorme lugar y, aunque él pudo despertarla susurrándole que lo hiciera, el rey prefirió dejarla así y que se despertara de forma natural porque él sabía que cuando lo hiciera no lo iba a dejar en paz con su parloteo. Al rey le gustaba la paz y el silencio, así que mientras escribía las mismas disculpas de siempre, miraba de vez en cuando a Liara. Ella se veía como un manso corderito indefenso en ese sofá, y de cierta forma, eso era ella, un cordero en medio de un lugar lleno de fieras salvajes. Especialmente su tío Elessar y su primo, por esa razón él prefería mantener alejado a la humana