Ignorantes de los sucesos que tenían lugar en la planta baja, Cirdán y Liara se encontraban en la sección de la habitación cubierta por pequeñas baldosas de corales verde, azul y dorado dispuestas en un encantador mosaico. Un caño dorado emergía de esa área, vertiendo con generosidad una cascada de agua. Una pared de vidrio en tonos similares a las baldosas separaba ese espacio del resto de la habitación. La arquitectura de los silfos se reflejaba en cada detalle de aquella habitación, haciendo de ella algo notable y exquisito. A pesar de la atención que se le había prestado a todos esos detalles, parecían no importarles a Cirdán y Liara. Mientras se bañaban, Cirdán aprovechaba la intimidad del momento para besar y acariciar a Liara más allá de lo necesario. Sus manos, cubiertas de espuma