Cuando Liara leyó esa nota con la elegante caligrafía humana que tenía el rey elfo, se preguntó de dónde habría encontrado ese lápiz y esas hojas. Luego recordó que había llevado varias en su bolso, pero las había olvidado por completo. A diferencia de ella, parecía que Cirdán siempre tenía todo muy presente. Con cautela, la chica rubia se acercó a la entrada de la carroza y se dio cuenta de que estaban en un pueblo. No se asomó por completo, evitando llamar la atención y causar problemas. Solo echó un vistazo rápido, dándose cuenta de que aquel pueblo de hadas era más tranquilo y espacioso que la bulliciosa ciudad fronteriza. La joven se sorprendió al darse cuenta de que la mayoría de las hadas no caminaban, sino que volaban de aquí para allá. Las únicas que caminaban eran aquellas que l