Mientras tanto, Liara y Aric se encontraban sumergidos en la lectura del libro sagrado de la diosa Eliane. Aric, completamente concentrado en su tarea, no percibía los ruidos provenientes del estómago de Liara, quien ocasionalmente llevaba sus manos a su vientre, para asegurarse de que Aric no escuchara los sonidos. «Mis pedacitos de manzana y carne desaparecieron hace años, ahora tendré que esperar hasta la cena. Supongo que puedo soportarlo, no es la primera vez que me quedo con hambre. Todo es culpa de ese insensible rey. Quería perdonarlo, pero cada vez que recuerdo cómo mis pasteles terminaron en el suelo y cómo desterró a esas chicas, se desvanece cualquier rastro de empatía hacia él...» reflexionaba Liara, mostrando una clara expresión de disgusto en su rostro. —¿Joven humana, me