—Señorita Liara... será mejor que no digas nada más —aconseja Aramis, reconociendo la tensión en el ambiente. —Es un necio, eso es lo que es... —responde Liara en un tono apagado, sintiendo una mezcla de rabia y desesperanza. —El rey no es un necio, señorita Liara. Y le ruego que no mencione al rey que la estoy llamando por su nombre, podría incluso provocar que me destierre a mí también. —No diré nada —responde Liara, tratando de contener su frustración mientras comienza a caminar junto a Aramis. En el camino hacia el salón de los dioses, también conocido como el templo, Liara aprovecha para indagar un poco más. —Entonces tu nombre es Aramis... —Así es, señorita Liara. —Escuché que llamas "padres" a los cocineros... —dice Liara, mirando de reojo a Aramis en busca de confirmación.