—¡No necesitas desterrar a nadie, rey Cirdán! ¡Ellas no han hecho nada malo! Yo misma les pedí que me trajeran a la cocina porque deseaba prepararte algo —exclama Liara, y en el instante en que menciona a "ellas", Cirdán dirige su atención hacia las tres sirvientas que siempre le llevaban la comida. —Recojan sus pertenencias, mañana mismo las quiero fuera de este palacio —ordena Cirdán con un tono de voz serio y demandante. —¡No! —exclama Liara soltándose del agarre del rey elfo, quien la mira con una expresión poco amigable— ¡No puedes echarlas! ¿Acaso no me escuchaste? ¡Dije que yo las convencí para que me trajeran aquí, sus siervas se negaron, pero yo insistí! —exclama Liara, viendo cómo las elfas comienzan a llorar disimuladamente mientras se mantienen en posición de reverencia. Ign