A la mañana siguiente: Los rayos del sol se filtraron suavemente a través de las rendijas de las blancas cortinas, iluminando con elegancia la habitación donde Cirdán y Liara descansaban, tras una noche de intensa pasión. Los cálidos rayos dorados acariciaron delicadamente sus rostros, despertando a Cirdán quien, al abrir los ojos, contempló a Liara, profundamente dormida a su lado. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras acariciaba con suavidad el cabello de Liara, admirando su belleza bajo la dulce claridad matutina. En ese amanecer, aunque el sol brillaba con su misma intensidad habitual, Cirdán sentía que había una calidez especial en el aire, como si el día exhalara una energía vital renovada. Aquella extraña sensación de felicidad que latía en su pecho amplificó su deleite al o