Liara se limpió lo mejor que pudo y buscó en su armario la ropa que siempre solía usar. Aunque había pasado poco tiempo desde que el rey Cirdán entró en su vida, ella sentía que había transcurrido una eternidad. Cada día que estuvo en el palacio real de los elfos parecía eterno, como si la hubieran enviado a otro mundo. Ahora, lo único que evidenciaba su experiencia allí era el propio rey de los elfos, a su lado, vistiendo la ropa que ella le había dado la noche anterior. —Los pantalones no me quedan bien —dice el rey Cirdán cuando se dio cuenta de que, aunque le ajustaban hasta cierto punto, en la parte de las botas le quedaban demasiado cortos y se veía ridículo. De inmediato, el rey se quitó la prenda y buscó sus propios pantalones, que eran de cuero marrón muy oscuro. Una vez que los