El rey Cirdán asiente con la cabeza ante la petición de la rubia, sintiendo alivio al escuchar las palabras de Liara, ya que por un momento pensó que ella huiría debido a la incómoda experiencia anterior. Comprendiendo que no fue así, el rey elfo se levanta de la cubeta, tratando de ocultar su erección con una mano y con la otra toma la mano de Liara, guiándola hacia la alcoba. Ansiosos y con premura, Cirdán y Liara llegan a la habitación con una mezcla de anticipación y aprensión. La muchacha deja la lámpara sobre la mesa y luego va a cerrar la puerta con seguro, mientras Cirdán se mantiene de pie, sintiéndose perdido, como si todo se le hubiera olvidado y no supiera cómo actuar. Se avergonzaba de sí mismo, pero Liara, que no sabía de esa pequeña batalla mental del pelinegro, se acerca a