DANTE ― ¡Demonios! Dije que no ―mascullo. Maldito viejo, maldigo. Tenía horas discutiendo con Lionel por el mismo asunto ―Di la orden de que no quiero malditos estorbos en mi camino. ―Tú a mí no me das órdenes, Diablo. O acaso has olvidado quien soy, y no solo porque sea el padre de tu esposa. ―Da igual si así fueras el rey de Alemania. Aquí el que da las órdenes soy yo, tú solamente eres uno más del montón. El viejo me aniquila con su mirada y yo nada más le muestro una sonrisa arrogante. Él no iba a venir a mi territorio a decirme que hacer y que no, para mí no era nadie y no iba a dar órdenes, mucho menos a mí. Tenía apenas un mes que había salido del hospital y ya quería volver a meter sus putas narices donde nadie le había invitado. Y no es que me importe que se arriesgue y muera