Uno menos

1597 Words
DANTE ― ¡Es mejor que hables de una puta vez! ―grite sin importarme quienes estuvieran a mi alrededor. De igual manera, todos eran mis soldados. Me pare a escasa distancia el individuo que estaba amordazado en una silla mientras Iván sumergía su asquerosa cabeza en un contenedor grande de agua. ―Será mejor que sueltes toda la mierda que tengas o aquí mismo acabaré contigo ―amenaza Iván ― ¿Me has oído? ―No, hermano ―me dirijo a Iván ―Él es mío, solo dejaré que te diviertas por un rato. ― ¡Mierda! Tenía tantas ganas de hacer esto ―dijo, ahogando de nuevo al tipo en el contenedor. ― No sabes las ganas que yo tengo de matarlo ―determine bruscamente. Carlo Pagano, era el maldito asesino de mi familia. Él fue el que entrego a mis padres al maldito líder de la elite oscura, Piero Caruso “La Cara” otro que debía cazar después de que consiguiera rescatar a mi mujer. Era una vil rata traicionera, apuñalo a padre por la espalda, después de poner su confianza en él. Para continuar conmigo, pero ese plan no le funciono. Cara también era otro enemigo muy potente y difícil de derribar, pues por algo había conseguido el puesto de líder en la organización más letal y cruel en casi todo el mundo. ―Jamás hablaré. Podrán torturarme todo lo que quieran e incluso amenazarme con matarme y, aun así, no traicionaré a mi jefe ―respondió el miserable, todavía tenía el valor de encararnos. ―Bueno, tendremos que jugar más sucio, si así es como lo quieres ―establecí secamente ― ¿Qué te parece hacerle una visita a tu anciana madre? Quizás ella sepa algo y nos ayude a encontrar al maldito de Bruno. Los ojos de Carlo se abrieron con una expresión alarmante y rápidamente negó con la cabeza. Iván lo tenía sujeto del cuello de su camisa y con un solo tirón lo volvió a colocar en la silla. ― ¡No! A ella no la metan en esto. Ella es inocente, nunca ha estado involucrada en esta jodida mierda ―dijo con rapidez inquietante. Podía notarse que eso lo dejaba desquiciado, y eso me daba una satisfacción muy enorme. El detalle era que yo no frecuentaba andar por el mundo dañando mujeres, ni niños, y mucho menos a una anciana. Todo era estrategia para llegar al punto indicado. Pero me dio mucho coraje que digiera que ella era inocente y que no estaba introducida en nada de asuntos de la mafia. Eso sonaba algo hipócrita de su parte, ya que Lillie también era inocente y mucho menos había pedido que la secuestraran. Ella no se había metido con nadie, pero sabía que no era por culpa de ella, sino mía. Solo le toco la mala suerte de toparse con el Diablo. ―Que lastima ―dije cortante ―Te recuerdo que mi mujer también es inocente y, aun así, la involucraron en nuestra mierda. ―No se trata nada más de ti. Bruno la quiere para el porqué se obsesionó con ella. Me vale puta mierda lo que Bruno quiera o desee, mientras no se metiera con mi mujer todo estaría bien. Pero como ya la había tocado, el mismo firmo la sentencia de su muerte. Y esta vez no se lo iba a dejar pasar. Era mi Fiera y ningún otro maldito iba a venir a arrebatármela, porque ella y yo nos pertenecemos en cuerpo y en alma. ―No nos importa cuál sea el principal objetivo ― después de mucho tiempo hablo Leo, que se encontraba a unos pasos detrás de mí ―Lo que queremos saber es donde está el hijo de puta de tu jefe metido. No nos hagas perder más el puto tiempo, tengo asuntos más importantes que estar viéndote la jodida cara de porquería que tienes. Di lo que tengas para decir, si no quieres que tu mamita pague por tu mierda. Leo era el único que me alcanzaba a superar mi descontrol. Definitivamente, este idiota nunca se enseñó a controlar su temperamento. Por eso es que nunca había conseguido una mujer que no fuera solo una puta. ―No, no. Está bien diré lo que sé ―respondió al instante. A pesar de que fuéramos unos malditos mafiosos sin escrúpulos, la mayor parte de nosotros teníamos puntos débiles, unos los ocultaban muy bien, mientras que otros no les quedaba de otra más que proteger a sus seres queridos. Y yo era uno de esos, y aunque quería haberla tenido encerrada en mi territorio para que nada malo le pasara, era imposible hacerlo, ya que ella no me lo hubiese dejado pasar y con esa mierda no podría vivir. ―Venga, suéltalo ya ―espeto Iván. ―Bruno no está aquí en Moscú, está en uno de los territorios de los Vasiliev, me imagino que sabes a quién me refiero ―dijo, tomo algo de aire para proseguir ―Pero entrar allí es muy complicado, todo está resguardado por la elite oscura, ya que el capo ruso está aliado con ellos. ― ¿Por qué mierda todo el tiempo tiene que estar Bruno envuelto con ellos? ―con un tono brusco pregunto Leo. ―Eso tendrán que averiguarlo, por otro lado, solo sé que todos ellos son parte de la misma organización, como yo también. Recientemente, Bruno me coloco como su Consigliere, por ello es que estaba en uno de sus clubes arreglando unos asuntos. ―Si… y que asuntos tan interesantes. Follando con putas ―sonrió con descaro, Leo. Gruñí en respuesta lanzándole una mirada a Leo para que se callara de una jodida vez, no dejaba de interrumpir. Puso los ojos en blanco y resoplo. Dirigí la mirada a la porquería que tenía enfrente e hice un gesto para que continuara hablando. ―Lo único que te puedo dar es el nombre del pueblo, pero no el sitio exacto donde se esconde. Eso lo tendrás que encontrar por ti mismo, quizás al entrar no alcancen a llegar muy lejos. Como les comente, ese lugar está atestado de asesinos de la elite rusa. ― ¿Cuál ese puto nombre? ―El pueblo Oymyakon. Demonios ese sitio era jodidamente muy frío, casi nadie soportaba sus temperaturas demasiado bajas. Muchos de los que habitaban allí terminaban falleciendo de neumonía de alguna enfermedad respiratoria. Me preocupaba que mi pequeña no sobreviviera a ese clima, menos en su estado. Eso solo hizo que me dejara más intranquilo, esperaba que estuviera abrigada y en un sitio cálido, pero recordando que estaba secuestrada, eso daba la posibilidad de que está encerrada en un frío calabozo o en alguna habitación incómoda. No quería pensar en eso; sin embargo, a ella nunca podía quitarla de mi mente. Lo que sentía por ella era más fuerte que cualquier otra cosa. No tenía tiempo y tampoco quería perder lo poco que tenía con una basura como Carlo. Gire para ver a Iván y darle a entender que soltara la mordaza de las manos y piernas del imbécil. Mi amigo me miro por unos segundos sin comprender por qué pedía eso, pero después comprendió lo que quería hacer. Una vez que obedeció mi orden, me volví hacia el tipo. En un movimiento rápido saque mi pistola que traía empotrada en la pretina trasera de mi pantalón. ― Le daré pésame a tu querida madre ―ya lista y cargada el arma, di un simple disparo que fue a dar directo al cráneo del maldito Carlo. Con un golpe seco cayó al suelo. La idea no era matarlo de este modo, había perdido el interés de divertirme y jugar un rato con él, pues mis asuntos eran más importante que esa mugre. Pero al verlo muerto tirado en el suelo, sentí como si me hubiera quitado un gran peso de los hombros. La muerte de mis padres ya se estaba saldando, ya queda menos porquería para vengarlos. ― Que aburrido ¿Ahora con que me entretendré? ―bufa irritado Leo, acercándose al cuerpo para mirarlo como si fuera una obra de arte en un museo. ―Creí que no tenías tiempo para ese tipo de mierdas ―le dice Iván, que al igual se acercaba al occiso ―Es un jodido invento tuyo, ni siquiera tienes una vida. ―Que vas a saber tú, te la llevas metido bajo las faldas de la morena ―lo contraataca Leo ―Y si te refieres a una hembra, no necesito de solo una para gozar de la vida ―le sonríe con desfachatez. El comentario le ofendió a Iván, ya que resoplo encrespado. —Por qué siempre tienen que pelear como niñitas —interviene Enzo, cuando entra al lugar donde estábamos casi todos. Franco solamente se limitó a escuchar la estúpida discusión. —Me largo, no quiero escuchar sus jodidas voces —digo antes de aproximarme a la salida. Mi brazo comenzaba a doler, pues recientemente me había sacado la bala y traía el hombro vendado; aun así, no me importo usar el brazo dañado. Mientras ellos peleaban como niños, me alejé para salir de allí. Tenía asuntos importantes por solucionar, que estar escuchando a este par de idiotas. Ahora lo único que tengo que hacer es averiguar con el contacto que tengo aquí, como poder entrar en ese lugar sin que lo note absolutamente nadie. Pronto mi preciosa Fiera, pronto iré por ti y mis hijos, muy pronto te tendré nuevamente entre mis brazos. Porque por algo me llaman el Diablo de Italia.
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