Advertencia

1625 Words
Capítulo 8 Amy contuvo la respiración mientras Martín intentaba sacar las espina con todo el cuidado posible, ella no abrió los ojos ni por un segundo, debido a la vergüenza que sentía estando expuesta ante los ojos de ese hombre. —¿Ya? —interpeló ansiosa. —Aún no, solo deme un poco más de tiempo y lograré sacarla —contestó, ella arrugó el rostro con impaciencia, sintiendo arrepentimiento de haber aceptado montar ese caballo. No se desespere, pronto encontraremos la forma de como volver —alentó Martín, a Amy no le quedó de otra que confiar en sus palabras, a pesar de que nada pintaba para bien. Él puso todo su esfuerzo hasta que consiguió sacarle la espina, Amy sintió alivio, ya que le lastimaba impidiendo poder estar estable en el piso, y de esa manera solo podría ser un estorbo. —¡Al fin! —celebró Martín y ella por inercia abrió los ojos, él le mostró aquella gran espina dejándola sorprendida, de pronto se encontró mirándolo fijamente de tal manera que fue imposible dejar de hacerlo. Trago saliva carraspeando la garganta, intentando pronunciar una sola palabra, las cuales no salían. Eh, creo que iré a ver si ya su ropa está seca —se ofreció con amabilidad poniéndose de pie. Ella intentó aguantar las ganas de darse la vuelta, pero le ganó la curiosidad. Admiró aquel cuerpo como esculpido a la perfección, y su respiración se cortó. Volvió a girar el rostro para evitar la tentación de mirarlo, sin embargo, su cuello se movió solo. No obstante, en la segunda ocasión se encontró con él de frente, obligándose a enderezar la cabeza, sintiendo tanta vergüenza, que sus mejillas ardían. 《 Qué haces Amy, ¿Perdiste la razón? 》 Se regañó a sí misma por haber cometido semejante osadía. Mantuvo la cabeza gacha hasta que sintió a Martín muy cerca. —Tenga, ya puede volver a ponérsela —se la entregó, ella únicamente estiró la mano sin levantar la mirada, sabía que al hacerlo podría encontrarse con la de él, cosa que no quería por aquella bochornosa escena que recién ocurrió. Se puso la ropa rápidamente y luego las botas, aun su pie le dolía un poco, pero al menos podía caminar. Martín regresó y ella agradecía que ya estuviera cubierto, a pesar de no traer puesta la camisa sino una camiseta que dejaba al descubierto sus brazos y hombros. —¿Puede afincar el pie? —cuestionó y ella asintió. —Con dificultad, pero sí puedo hacerlo. —Ok, creo que tendremos que caminar, nadie nos vendrá a buscar y con suerte nos encontrará algún trabajador de la hacienda —manifestó. Amy estaba pensando en el largo trayecto, pero cualquiera idea sonaba mejor a quedarse ahí esperando una ayuda que no aparecería. Siguieron el camino por el cual habían venido, ella trataba de seguirle el paso, pero su pie cada vez le dolía más. Además de que el calor abrazador la quemaba al punto de provocarle mareos, con todos esos obstáculos siguió avanzando hasta que no pudo más. —Creo que voy a descansar —dijo deteniéndose antes de caer al suelo inconsciente. Martín corrió tomándola entre sus brazos, la cargó sin saber qué hacer porque todavía quedaba un largo trayecto. Cuando pensó que todo estaba perdido, logró ver a la distancia que se acercaba el caballo y puso a Amy, recostada debajo de un pequeño arbusto, avanzó con rapidez y llamó al animal esperando que este le obedeciera y por fortuna así fue. Regresó por Amy y la llevó a la hacienda, a toda prisa. Cuando llegó al establo notó que Sebastián estaba buscándola, entonces actuó con audacia llevando el caballo dentro de su lugar correspondiente, luego tomó a la chica cargándola para acercarse a su hermano. —¡¿Qué le sucedió?! —cuestionó preocupado Sebastián. —Se desmayó, ayúdame a llevarla adentro —pidió y él no dudó en tomarla para ir rápidamente hasta su habitación. La puso sobre su cama viendo su rostro, se notaba mal y como no sabía qué hacer se puso de pie para poder buscar alguien que pudiera ayudarlo, Martín lo detuvo y le ordenó traer toallas húmedas, agua y hielo, probablemente el calor la deshidrato y fue eso lo que provocó su desmayo. Sebastián no lo sabía, pero Martín sí y por eso supo de qué forma actuar respecto a la situación de Amy. El interpelado salió a toda velocidad por la puerta, mientras su hermano se quedaba con la chica, él se inclinó sentándose en la cama para contemplar el bonito rostro de Amy, quien estaba con los ojos cerrados. —Tú —murmuró —. Solo espero que tú no arruines mis planes —continuó en un tono bajo acariciando su mejilla. Sebastián volvió con todo lo pedido por su hermano colocándolo en sus manos, Martín se puso en marcha poniendo las toallas húmedas en la frente de Amy, y luego algunos cubos de hielo en otra toalla para poder pasarlo por sus brazos y pecho. —Eh, creo que esto lo debo hacer yo hermano —interrumpió antes de que accionara y Martín sonrió asintiendo mientras le entregaban la toalla con cubos de hielo. Sin duda pudo sentir los celos de su hermano y eso estaba bien, porque era su prometida, no obstante eso únicamente sería el comienzo de una verdadera rivalidad. Amy abrió los ojos débilmente y observó el rostro de Sebastián, sin embargo, ella no sabía que se trataba de él. Confundida dijo el nombre de Martín y su prometido arrugó la cara. —Soy Sebastián —murmuró un poco molesto y ella parpadeó varias veces. —Lo siento, es que… —intentó explicarse y Martín la interrumpió. —Tranquila, ya le dije a Sebastián que te desmayaste y yo estaba cerca por fortuna, lo bueno es que ya estás bien —mintió y Amy lo observó sabiendo que eso no fue lo que pasó en realidad. —Bien, te agradezco mucho haber ayudado a mi prometida —afincó esas últimas palabras para marcar la distancia entre ambos—. Pero creo que ya debes retirarte —pidió sin mirarlo y Martín sonrió, sabía que todo estaba surgiendo mejor de lo que imaginaba, por lo tanto, encogió los hombros y se despidió de Amy con un guiño de ojo cerrando la puerta al salir. Sebastián contempló el rostro de la nerviosa chica y sonrió pasando su mano por la mejor con delicadeza. —Me alegra que estés bien, Amy, pero no quiero que te acerques más a Martín, él no me genera mucha confianza —confesó y allá abrió los ojos llena de sorpresa—. Sé que parece agradable, pero no tengo idea cuáles sean sus intenciones, no le importa que papá lo haya aceptado en la casa, sin embargo, no confío en él y entre más distancia marquemos, será lo mejor para todos —explicó sin hacer parecer que le estaba prohibiendo nada a Amy. Ella bajó la mirada, luego lo volvió a contemplar aceptando. —Te entiendo, pero no creo que sea una mala persona, de hecho es el único que me agrada de todas las personas que conozco en esta casa —confesó ella un poco triste. Sebastián volvió a pasar de forma muy sutil su dedo pulgar acariciándola. —Te comprendo, sé que no es fácil adaptarse a todo esto y pues, yo soy el único culpable de esta situación, pero te prometo que mañana te llevaré a montar a caballo —ofreció y ella negó. —No, caballos no —interrumpió y él frunció el ceño. —Por qué, no te gustan —cuestionó. —No es eso, solo que no quiero montar a caballo, es todo —quiso dar una excusa convincente. Sebastián cerró sus ojos a medias astas, luego puso cara de estar pensando y amplió los ojos cuando una idea le surgió. —Bueno, tengo algo mejor, mañana en la noche te llevaré a un lugar que te encantará —añadió con emoción. —A dónde —deseó saber y él negó. —Es una sorpresa y no te diré hasta que lo veas con tus propios ojos —confesó, luego le dio un beso en la frente con cariño y se puso de pie—. Por ahora descansa —le dijo en un tono suave despidiéndose para dejarla sola. Amy vio como la puerta se cerraba y cuando tuvo la privacidad suficiente soltó una gran cantidad de aire. Estaba tensa por haber tenido que mentir tan descaradamente, entonces pensó que Sebastián podía tener razón, quizás Martín no era de fiar y esa apariencia de ser buena persona no era más que eso, una apariencia. Cerró los parpados inhalando y luego exhalando, sentía que jamás podría tener paz en ese lugar, y también al verse obligada a dejar de hablar con Martín, que era el único con quien podía entablar una conversación sin sentirse incómoda, le generaba tristeza. Su mente se encontraba divagando en una diatriba incesante, cómo podía ser Martín una mala persona, él se veía agradable. Entonces no sabía si confiar o no, eso le hacía doler la cabeza, entonces mejor decidió dormir un rato para olvidarse de ese asunto por un buen rato. *** Despertó parpadeando varias veces para intentar acostumbrarse a la oscuridad, la ventana estaba abierta y el viento soplaba sacudiéndolas con violencia, Amy se puso de pie y para cerrarlas, empero cuando tomó las perillas notó dos figuras en la parte del jardín, parecían muy cercanos y pudo saberlo porque se besaban con intensidad y pasión. Luego de varios segundos, cuando las figuras se separaron, pudo darse cuenta de quienes se trataban y su boca se abrió dejándola helada en el sitio.
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