Capítulo
La mañana siguiente no fue mejor que esa noche tormentosa, porque durante toda la noche Amy, no fue capaz de conciliar el sueño. Ella se había llevado una gran sorpresa, no tenía idea de que forma procesar aquella escena donde evidentemente alguien estaba siendo traicionado y lo que menos se imaginaba, era que se podía tratar de… Sacudió la cabeza para ni siquiera imaginarlo, porque resultaba escandaloso, por eso mejor obvió el asunto dejándolo en el pasado.
Se encontraba viéndose frente al espejo para terminar de peinarse, ya que debía bajar a tomar el desayuno con su prometido y parte de los miembros de su familia, para ella resultaba incómodo hacerlo, empero no le quedaba de otra, Amy estaba forzada a seguir órdenes por ese ridículo contrato. Suspiró con melancolía cerrando los ojos y luego se dejó el cepillo sobre el tocador para salir de la habitación.
Apenas giró la perilla y abrió la puerta, encontró de frente el rostro de Sebastián… ¿O era Martín? Se le hacía complicado diferenciarlos, ya que el parecido era sorprendente.
—Buenos días —saludó un poco dudosa esperando que el mismo fuera quien se identificara. Aquel guapo joven, con barba cincelada a la perfección, mostró una sonrisa perfecta correspondiendo al saludo de ella.
—Buen día, te ves bastante bien —halagó y ella enarcó una ceja, él notó su confusión y volvió a sonreír. Soy Sebastián, ¿No conoces a tu prometido? —interpeló y ella negó.
—Perdona, de verdad es un poco difícil para mí poderlos diferenciar, ustedes son idénticos —fue honesta al confesar lo que realmente ocurría. Él se acercó para darle un beso en la mejilla y Amy retrocedió por instinto, Sebastián se detuvo y la observó curioso.
—Ocurre algo —quiso saber y ella experimentó una rara sensación.
—Es que nunca te acercas así —manifestó y él alzó las cejas ampliando sus ojos, luego su rostro se mostró apenado debiendo pedirle disculpas a Amy.
—Lo lamento, únicamente quería tener más cercanía contigo, ya sabes. Por eso de que nos vamos a casar —recordó y a ella se le revolvió el estómago de solo pensar en ese asunto.
—Sebastián, solo dame tiempo para acostumbrarme a la idea —pidió en un tono bajo mirando aquellos profundos ojos azulados. Él asintió y se dio media vuelta indicando que lo siguiera, ambos bajaron hasta el comedor principal y ya toda la familia se hallaba reunida tomando el desayuno.
De nuevo visualizó al asqueroso Franchesco, y sintió náuseas. Se detuvo en seco y Sebastián lo notó, por lo tanto, giró el cuerpo y la tomó de la mano para que ella pudiera estar más segura.
—No voy a permitir que te haga daño de nuevo —prometió y siguieron caminando hasta llegar a sus asientos, Celeste saludó a su hijo con ánimo y también a la futura yerna, quien puso mala cara, apenas la observó.
Amy sabía que esa mujer era una persona falsa, sobre todo porque la había visto muy cariñosa con su sobrino, pero ese tipo de cosas eran pequeñeces ante los secretos que ocultaba esa familia, ya que, por un lado, estaba Celeste con esa extraña cercanía con su sobrino, no obstante por el otro…
Llegó el padre de Sebastián y todos lo saludaron, a su lado estaba acompañándolo una mujer joven que no pasaba los 25 años, ella sonrió ampliamente como si estuviera en un concurso de belleza y Celeste se le acercó para darle un gran abrazo con emoción.
—Sofí —dijo su nombre entusiasmada, Amy no comprendía a que se debía tal alboroto, pero pronto lo iba a entender. Mi pequeña Sofí, cuan hermosa estás —declaró sujetando sus mejillas. Luego de ese recibimiento, Sebastián haló el brazo de su prometida para animarla a acercarse, ella no estaba segura de la razón, pero sin darse cuenta ya estaban frente a la tal Sofí.
Él le dio un beso en la frente y luego la abrazo tomando amabas manos de la joven, se quedó viendo sus ojos y sonrió.
—Piojosa, qué alegría verte de nuevo —añadió y ella lo apretó a su cuerpo.
—Lo mismo digo mono —contestó la chica, Sebastián se separó de ella por un instante y sujetó la mano de Amy llevándola a su lado.
—Sofí, quiero presentarse a Amy, ella es mi prometida —continuó y la chica de ojos verdes y cabello rubio corto la contempló bastante sorprendida.
—Vaya, esto sí que es una gran noticia —manifestó viendo a Sebastián, luego volvió a poner su atención en Amy—. Es un placer conocerte, por cierto me encanta tu cabello n***o, es hermoso —lanzó un cumplido y ella sonrió inevitablemente.
—Gracias, es un gusto conocerte…
—Solía, soy la hermana de este mono que será tu esposo —señaló a Sebastián para continuar—. Bueno… Hermana adoptiva —completó, él arrugó la nariz y torció los ojos, luego su madre intervino y los regañó como a dos niños pequeños, todos volvieron a sus asientos retomando la comida.
Minutos más tarde apareció Martín, quien no fue bien recibido por muchos de la mesa, sobre todo por Franchesco quien apenas lo vio, se puso de pie para retirarse, él únicamente sonrió mientras Amy notaba que Sofía lo observaba boquiabierta, quizás no sabía sobre las recientes noticias. Ella le hizo señas a Sebastián y él únicamente le indicó que luego hablarían sobre ese asunto.
Terminado el desayuno, Sofía se puso de pie y se acercó a Martín para saludarlo. Él fue amable, pero como pudo se deshizo de la chica para poder marcharse, ella se dio media vuelta y en forma de disculpas hacia Amy, se llevó casi a rastras a su hermano Sebastián.
Amy no evitó la tentación y salió por dónde había visto a Martín, necesitaba hablarle y no sentirse como una prisionera en esa enorme casa.
Avanzó evitando ser vista, recorrió el lugar con su mirada hasta encontrarlo a la distancia caminando por un pasillo que al final tenía cruce a la derecha, lo siguió con un poco de prisa y justo cuando estaba a punto de llegar sintió que alguien haló su brazo dejándola acorralada contra la pared. Intentó gritar y el sujeto puso su mano en la boca de ella, luego miró sus ojos dándose cuenta de que se trataba de Martín, pero intentaba descubrir por qué razón la tomó por sorpresa de esa forma.
—Sshh —ordenó—. Ven conmigo, quitaré la mano si prometes que no vas a gritar —susurró y ella asintió lentamente con los ojos bien abiertos. Él hizo lo prometido moviendo la mano con lentitud, ella respiraba de forma acelerada y no comprendía que estaba sucediendo, Martín tomó su mano y la llevó por ese largo pasillo a toda prisa, luego atravesaron una reja de metal pequeña, y continuaron corriendo hasta llegar a un extenso campo donde había una gran cantidad de girasoles interminables.
Ella quedó maravillada ante la belleza de aquellas flores, y no pudo contener las ganas de correr para tocarlos, se sintió como volver a la niñez cuando ese tipo de cosas eran emocionantes, luego se dio la vuelta y miró a Martín completamente sorprendida.
—Cómo —cuestionó y él encogió los hombros.
—He recorrido esta hacienda y a veces encuentro cosas como estas —mencionó restando importancia, aunque sabía que a Amy le encantaría. Ella bajó la mirada un poco triste y recordando las palabras de Sebastián Intentó regresar de nuevo a la casa.
—Debo volver, lo siento —se disculpó y Martín sujetó la mano de ella.
—Por qué, solamente porque Sebastián lo dice, vamos Amy, me agrada cuando hablamos y… —la atrajo a su cuerpo apretando su cintura col firmeza y ella quedó helada en el sitio, su cuerpo no tenía la capacidad de moverse debido a que Martín ejercía un control supremo haciéndola débil e incapaz ante el toque de sus caricias.
—P-por favor, no puedo —tartamudeo bajando la cabeza, él sostuvo su barbilla con los dedos y contempló los ojos de esa hermosa joven de cabello n***o y ojos marrones.
—Desde que llegué a este lugar fue inevitable no fijarme en ti, Amy no sé qué me ocurre contigo, pero no puedo dejar de pensar en ti, y en estos labios que me enloquecen —confesó rozando sus dedos por los labios de ella, quien tembló ante este toque delicado. Su piel se erizó provocando un cosquilleo en el vientre que la estremeció completamente. Luego de una manera lenta, tortuosa y decidida acercó su rostro al de Amy, para volver a sentir esa experiencia del contacto entre sus labios, Martín jugaba con fuego al igual que ella, quien no lo detuvo mientras se acercaba más.
Y es que podía ser evidente, que ellos habían desarrollado una conexión intensa tan poderosa, la cual los llevaba a un peligroso peñasco. Amy cerró los ojos conteniendo la respiración hasta sentir la respiración tibia de él, no obstante alguien se acercaba y tuvieron que separarse con rapidez.
—¿Amy? —dijo el nombre de ella, quien abrió los ojos de par en par—. ¿Qué haces aquí?