Capítulo
—Tranquilo Reese, Amy y yo únicamente hablábamos —intervino un Martín bastante calmado como si nada ocurriera. A diferencia de la chica que estaba pálida como papel y temblando, temía que ese sujeto hubiera visto más de lo que aparentaba y corriera a contarles el chisme a todos.
—No he dicho lo contrario, solo es que me pareció raro verla aquí, y sé que no eres Sebastián porque lo he visto hace un momento —explicó con las manos en los bolsillos, luego encogió los hombros y siguió su camino. De igual forma no es mi problema, hasta pronto —culminó con esas palabras que a Amy, le sonaron bastante extrañas, como si esa despedida fuera una inminente amenaza, aunque ella se lo atribuyó a los nervios.
Miró a Martín y no dijo nada, solo sintió ese cosquilleo anormal que le provocaba tenerlo cerca y se marchó regresando por donde había venido. Luego de llegar al área de la piscina se encontró con su futuro suegro, el señor Antonio, quien sonrió ampliamente, apenas vio a la muchacha, ella se tensó porque realmente ese hombre tenía algo que le generaba desconfianza. No obstante, supo contenerse y ocultar sus emociones para mostrar una sonrisa falsa y forzada.
—Querida, qué haces sola por aquí, creo haber visto a Sebastián adentro —deseó saber y ella tragó saliva antes de poder responder, sin embargo, la interrumpió el mismo Sebastián que se acercaba sacudiendo una mano para hacerle señas.
—Ahí está —señaló Amy y Antonio giró el cuello—. Lo siento, debo ir —expresó en forma de disculpa y avanzó hacia él. Cuando estuvieron de frente su prometido hizo un gesto de disgusto exigiendo saber donde se había metido.
—Llevo varios minutos buscándote, tendré que ponerte un GPS —expuso y ella abrió los ojos sorprendidos— Solamente es una broma, no haría eso, pero contigo es bastante tentador. Te pierdes mucho en la casa —continuó y antes de que ella pudiera abrir la boca apareció Franchesco.
—Primo, quedamos en ir a jugar cartas —pronunció y de inmediato ella sintió un gran rechazo hacia el recién llegado, recordó la desagradable escena cuando ese bastardo quiso abusarla y entonces Sebastián puso su mano en el brazo de ella porque había notado lo tensa que se encontraba.
—No iré, dile a Reese, creo haberlo visto hacer un momento por el jardín —expresó. Franchesco puso mala cara ante el rechazo de su primo, sin embargo, no respondió y se fue en busca de su otro compañero para jugar a las cartas. Te encuentras bien —cuestionó mirando el rostro de Amy, ella alzó su vista y asintió lentamente, carraspeo su garganta y recobró la compostura.
—Lo estoy —contestó, pero más que ser una respuesta parecía una pregunta interna. 《 ¿Realmente se encontraba bien? 》
—Ven, quiero mostrarte algo —añadió él tomando su mano, Amy cedió porque no tenía fuerzas para rechazar a su “prometido" aunque no se acostumbraba a esa palabrita, tenía que hacer su mayor esfuerzo. Sebastián la llevó hasta la entrada principal y luego caminaron juntos hasta una línea de coches lujosos, principalmente el más atractivo era un Mercedes color plateado que brillaba bajo la luz del sol. Él de manera amable guio a la chica hasta la puerta del copiloto abriendo con caballerosidad.
Amy dudó un poco y subió, luego contempló al joven rodear el vehículo para subirse en el asiento del conductor.
—Puedo saber a donde nos dirigimos —interpeló y él negó.
—Es una sorpresa —se negó a decirle y ella soltó un gran suspiro por lo bajo, esperó con impaciencia recordando el momento que había tenido con Martín, ese hombre no salía de su cabeza ni por un segundo, ella temía que esos sentimientos se hicieran más fuertes al punto de no poder ocultarlos. Pondré un poco de música para animar el ambiente —rompió el silencio Sebastián, ella únicamente se abstuvo a mover su cabeza afirmando mientras veía a través del cristal aquel paisaje rodeado de dunas y desiertos.
《 Debes ser astuta 》
Vino un recuerdo a su cabeza, ella lo ocultó devolviendo al lugar donde pertenecía, porque no podía siquiera darse el lujo de pensar en eso.
—Llegamos —anunció finalmente y ella observó el sitio, parecía una feria diurna bastante grande, Amy pudo notar que había puestos de comida y también juegos para los visitantes, animales de granja como cerditos, gallinas y por instante le pareció chistoso que Sebastián Borja Ballesteros, se le ocurriera la maravillosa idea de llevarla a una feria de pueblo.
—Es de verdad —cuestionó y él encogió sus hombros.
—Sí, creo que solo he venido dos veces desde que crecí, cuando era niño megustaba venir a este lugar porque mis padres no me permitían salir y por esa razón yo me escapaba —confesó, eso le causó una gran sorpresa a Amy, pues ella no veía a Sebastián en un lugar así, él se notaba ser de clase alta y esas personas no solían mezclarse con gente pobre.
—Vaya, estás lleno de sorpresas —comentó atraída por su pasado, creando una gran intriga de anhelar saber como era él en su niñez.
—Hay cosas de mí que no sabes, sé que consideras que soy el más grande de los idiotas, pero supongo que debes conocerme mejor —propuso y ella afirmó. Luego extendió su mano a modo de trato.
—Ok, te sugiero olvidarnos por este tiempo de aquello que dejamos atrás y conocernos mejor, ¿Te parece? —interpeló y Sebastián aceptó dándole un apretón de mano.
—Encantado —dijo emocionado por la idea de tener más cercanía con la hermosa Amy. Ambos bajaron del Mercedes luego de estacionarse, caminaron por la feria viendo los puestos de comida y animales para que los niños pudieran pasear. Sebastián admiró a la distancia un sitio que lo llevó a su juventud nuevamente y tomó a Amy de la mano, llevándola casi a rastras.
—Oye —se quejó ella, hasta que él se detuvo señalando un punto específico.
—Este era mi lugar favorito en la feria me encantaba montar en ese toro, nunca gané el premio por más tiempo, pero era divertido —expresó contemplando el animal mecánico. Ella lo observó detenidamente y sonrió.
—¿Por qué no lo intentas? —interrogó con cierta malicia, porque su única intención era verlo caer de ahí para burlarse. Sebastián hundió el entrecejo y luego miró a la chica.
—Lo haré si tú también subes, eso sí el que se mantenga más tiempo puede pedirle al otro lo que desee —expuso y Amy amplió los ojos.
—Eh… —no supo que responder, pero ya la mano de Sebastián estaba a la espera de ser apretada para cerrar el trato. Ok, me parece un trato justo —se convenció haciéndole un gesto de que fuera él primero.
Avanzó para hablar con el dueño del lugar y le dio un billete de 1 $ para subirse al toro mecánico, se puso la protección en la cabeza, rodillas y codos hasta que, finalmente, subió. Al inicio todo empezó lento, pero a medida que pasaban los segundos la velocidad aumentaba y el animal se sacudía más violentamente, Amy abrió ojos sorprendida de que todavía estuviera ahí, hasta que un movimiento del toro lo hizo saltar por los aires cayendo en el colchón de aire. Se puso de pie viendo a la chica para presumir su récord de 60 segundos.
—Supera eso princesa —alardeo ajustando el sombrero vaquero que traía puesto en su cabeza. Ella frunció el ceño y luego sonrió quitándole su sombrero.
—Voy a ganarte y luego harás lo que yo quiera —advirtió avanzando hasta el sitio donde se iba a colocar la protección, después con algo de nervios observó el animal que se cerca, se veía más intimidante.
—¡Vamos, señorita ruda! —exclamó Sebastián y ella torció los ojos, se animó y sujetó la correa que se encontraba en la espalda del toro para subirse. Las vueltas iniciaron con lentitud y a medida que pasaba el tiempo aumentaba de velocidad.
Amy trató de sujetarse con fuerza, pero las sacudidas violentas del animal eran bastante bruscas y no pudo mantenerse sobre él. Cayó al colchón de aire exhausta, sin embargo, la invadió un ataque de risa mientras Sebastián corría preocupado hacia ella, para ofrecerle su ayuda.
—Te encuentras bien —preguntó extendiendo la mano, ella asintió y le dedicó una sonrisa.
—Fue divertido, aunque creo que perdí —se lamentó. Él acarició su mejilla dándole un gesto comprensivo.
—Tranquila, casi me superas, mejor suerte a la próxima —consoló.
—Bueno, ahora que me vas a pedir —quiso saber y él mostró una sonrisa gatuna que se notaba maliciosa. Supongo que eso no se ve bien para mí —confesó dándose por vencida.
Salieron del puesto viendo por última vez el toro mecánico y él le pidió quedarse a esperar unos segundos, Amy lo observó con los ojos abiertos a medias astas, ya que no podía imaginarse que locura estaba pasando en su cabeza, no obstante aguardó hasta su regreso. Sebastián apareció con un pañuelo, el cual sacudió frente a ella para indicarle que se diera la vuelta.
—Qué piensas hacer —cuestionó.
—Es una sorpresa y tiene que ver con ganar la apuesta.
—No lo sé… —dudó ella.
—Por favor, confía en mí. Prometo que no es nada malo —intervino para convencerla. Amy aceptó nerviosa y él cubrió los ojos de ella con el pañuelo, luego empezó a guiarla a un lugar desconocido. Ella mantenía los brazos extendidos adelante y Sebastián sostenía una de sus manos indicándole por donde debía caminar.
Cuando por fin se detuvieron la hizo descender hasta un pequeño bote, sin quitarle la venda, luego de alejarse de la orilla decidió permitirle ver el lugar dejándola con la boca abierta.
—Wow, es… —no pudo terminar la frase.
—Hermoso —reconoció él.