Capítulo 3
La señorita Amy contemplaba la estancia mientras el heredero pretencioso, mostraba orgulloso las posesiones de dicha mansión, él pretendía sorprender a la chica, sin embargo, no tenía en cuenta que ella nunca fue una mujer de llamarle la atención ese tipo de excentricidades.
Su tía la crío de una forma bastante humilde, pero le enseñó valores suficientes como para no concentrarse en únicamente lo material.
—Este de aquí es el salón donde hacemos eventos importantes, que por cierto hoy en la noche tendremos una gran celebración —manifestó el joven sin dejar de mostrar esa actitud egocéntrica, desbordando por los poros. Amy sonrió para no parecer grosera, ya que la aburría e incomodaba tener que escuchar temas tan irrelevantes como los que Sebastián hablaba por largos minutos. Como eres una invitada especial, podrás estar en la celebración —completó seguro en una sonrisa mientras la observaba.
—Eh, sabe, tuve un largo viaje y quisiera saber donde está la habitación que me ha sido asignada para poder instalarme, si no es mucha molestia —interrumpió Amy. Sebastián hundió el ceño posando sus ojos azules en los de ella y terminó por sonreír de una forma pícara.
—Por supuesto, te llevaré yo mismo, creo que tu habitación está al lado de la mía —bromeó y ella amplió sus ojos, no esperaba tener que estar tan cerca de ese sujeto tan molesto. Nada más bromeo contigo, te llevaré con Anne, nuestra ama de llaves y ella te dirá donde se encuentra tu habitación —explicó avanzando por el pasillo para que lo siguiera. Bajamos unas escaleras llegando a la estancia principal donde una mujer con uniforme se hallaba caminando cerca como si estuviera atareada.
Observé su aspecto, el cual indicaba que podía tener unos 50 años aproximadamente, Sebastián le ordenó a la mujer llevar a Amy hasta su habitación, y antes de retirarse se despidió besando el dorso de su mano, ella incluso tolero eso, pero estaba a punto de querer salir corriendo, ya que la sacaba de quicio esa actitud arrogante de creerse lo suficientemente atractivo como conquistar cualquier mujer.
Amy fue llevaba con la mujer que se portó bastante amable con ella, incluso le preguntó si quería algo de comer, sin embargo, se negó, ya que no deseaba abusar de su bondad, cerró la puerta con pasador y al ver su equipaje ordenado en el suelo soltó un largo suspiro, para ella todo eso era nuevo y no sabía si existía la posibilidad de adaptarse.
Su tía le había dicho que únicamente debía acostumbrarse al modo de vida en la mansión Borja Ballesteros, no obstante Amy pensaba que le tomaría mucho tiempo hacerlo.
Luego de darse una ducha y ponerse algo, alguien tocó a su puerta indicando que era la hora de almorzar, Amy contestó que bajaría en un minuto y antes de poder salir observó su reflejo en el espejo dándose aliento así misma. No tenía idea por qué todos eran tan amables con ella, se suponía que los empleados no tenían trato especial, no obstante, ahí se encontraba en una cómoda habitación con ducha de agua caliente y siendo invitada a almorzar con la familia.
—Tú puedes hacerlo —murmuró y luego avanzó hasta la puerta. Bajó las escaleras yendo al comedor principal, donde ya se encontraban varias personas en el lugar, todos eran rostros totalmente desconocidos para ella, se detuvo en seco pensando en retroceder y volver por donde vino, empero Sebastián la saludó desde su asiento invitando a que se uniera.
Amy un poco dudosa camino arrastrando los pies, y buscó un sitio vacío en la gran mesa, no obstante el intenso sujeto la convidó a sentarse justo a su lado, ella parpadeó indecisa y él se puso de pie halando el asiento para ejercer más presión. A la chica no le quedó de otra que ponerse de pie y aceptar tener como acompañante al molesto hombre que no paraba de coquetear.
—Bienvenida, señorita, puedo saber su nombre —intervino un sujeto que la observaba intrigado. Ella levantó su vista y contempló el aspecto del hombre, tenía algunas canas, pero no se veía tan viejo, también se parecía mucho a Sebastián, lo que la llevó a suponer que probablemente era su padre.
—Gracias, señor, soy Amy Lucas —se presentó con cortesía y él sonrió.
—Vaya, esta vez sí que te has lucido Sebas, ella es hermosa —halagó y Amy frunció el ceño.
—¿Qué? —cuestionó la chica confundida y Sebastián interrumpió antes de que ella pudiera hablar.
—Amy, a lo que se refiere mi padre es que está feliz de conocer finalmente a mi prometida —instó y Amy tosió ahogándose con su propia saliva.
—¿Qué? —volvió a repetir turbada, ella no podía comprender las palabras de Ballesteros, ese sujeto al parecer estaba mal de la cabeza. Disculpe, pero es que yo… —no pudo terminar la frase porque en ese instante entró la señora Celeste. Amy, se puso de pie intentando obtener una explicación y ella sonrió a su esposo tomando asiento a su lado, luego señaló a la chica presentándola ante todos los que se hallaban en la mesa.
—Buenas tardes a todos, perdonen llegar un poco retrasada, es que estaba organizando todo para el evento de esta noche —comunicó con amabilidad—. Por cierto, les quiero presentar a la señorita Amy Lucas, ella es la prometida de Sebastián, por fin se encuentra con nosotros en casa —añadió dejando a la pobre muchacha en Shock.
Ella no podía decir nada, se sentía como en una pesadilla de la cual no podía despertar, en definitiva su tía le habló de ir a trabajar en la hacienda, nunca mencionó nada sobre ser la prometida de un completo extraño. Estaba temblando de temor y cuando intentó esconder sus manos, Sebastián sujeto una de ellas para apretarla como si tuvieran la mejor relación del mundo.
—Vaya, me alegra tanto que por fin quieras sentar cabeza hijo, es una muestra de madurez maravillosa —felicitó el esposo de Celeste.
—Sí, papá y yo me siento feliz de poder presentar a Amy como mi prometida ante todos —declaró emocionado. Entonces fue suficiente, ella arrebató su mano con un poco de brusquedad y se retiró del lugar disculpándose por las molestias.
—Perdonen ustedes, necesito tomar un poco de aire.
Avanzó por la sala a toda prisa, sin saber a donde ir, luego corrió hasta una puerta, saliendo por ahí mientras miraba atrás constantemente, cuando sus ojos volvieron a poner la mirada de frente, se encontró con el rostro de un joven quedando totalmente estupefacta, no tuvo tiempo de reaccionar y la rapidez mezclada con fuerza los hizo resbalar. Amy, cayó sobre el muchacho posando sus ojos en los de él.
《 Esto es imposible 》
Pensó confundida. Y es que el joven que por accidente hizo caer, era exactamente el mismo que segundos atrás sostuvo su mano y la presentó como su prometida.
—Déjeme, yo no me voy a casar con usted —soltó molesta poniéndose de pie como podía, el muchacho parecía estar confundido y aunque intentaba ayudarle a levantarse, ella no se dejaba.
—¿Perdón? —instó sin dejar de verla con una ceja arqueada.
—¿Ahora se hará el desentendido? No tengo idea que les dijo mi tía, pero ni siquiera piense que voy a fingir algo totalmente inexistente —continuó y cuando quiso enderezarse volvió a resbalar para caer nuevamente sobre el sujeto, sin embargo, por accidente sus labios quedaron juntos en un beso inesperado.
Amy se movió abriendo los ojos de par en par, estaba roja como tomate porque nunca en su vida le había sucedido algo parecido.
—¡Amy! —gritó Sebastián desde la puerta por la cual ella había salido apresurada, cuando ella volteó el rostro quedó impresionada al darse cuenta de que había dos hombres exactamente iguales, juntándose también con la noticia de que ella sería la prometida de un joven que apenas conocía y por supuesto el cual no le agradaba en lo absoluto. Su mente no fue capaz de procesar esa información y se desmayó en brazos del segundo Sebastián.
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Despertó desorientada intentando recordar lo que ocurrió, sin embargo, le costaba, ya que su cabeza daba vueltas y le dolía mucho. El ama de llaves entró por la puerta de su habitación y se acercó para colocarle un paño húmedo en la frente.
—Pobre chica —se lamentó y Amy hizo una expresión de queja.
—Q-que pasó —quiso saber un poco fuera de sí.
—Ay, señorita, todo esto es un completo desastre, yo que usted regresaba a la ciudad —la apercibió. Ella se acomodó en la cama inhalando y exhalando con lentitud para poder mantener la cabeza concentrada.
—A qué se refiere, por qué había dos hombres iguales, no comprendo nada —instó exigiendo explicaciones, y cuando la mujer estaba a punto de hablar entró la señora Celeste por la puerta, impidiendo disipar cualquier duda que Amy tuviera.
—Déjanos solas —ordenó y la mujer con la cabeza gacha se retiró.
—Qué pasa aquí, no logro comprender nada, únicamente vine por un trabajo y ahora resulta que soy la prometida de su hijo —señaló indignada y la mujer sonrió.
《 ¿Está loca acaso, por qué se ríe? 》