Hacienda Borja Ballesteros

1542 Words
Capítulo 2 —Amy, te digo que no puedes perder esta oportunidad. ¿Sabes lo importante que es esa familia? Sé que no te gusta la idea de viajar a Texas, pero es fundamental que vayas —insistió su tía, quien había hecho hasta lo imposible por conseguirle el empleo a su sobrina. Amy era una chica bastante decidida cuando se trataba de trabajo, sin embargo, había algo que no la terminaba de convencer y eso era el hecho de saber que en esa hacienda vivía Sebastián Borja Ballesteros, el joven más mencionado en las noticias y no por ser precisamente un prodigio. Al contrario, aquel joven apuesto heredero de una gran fortuna, siempre se veía involucrado en polémicas por mujeres, tenía la mala fama de ser un mujeriego y por eso estaba en el ojo del huracán. —Ay, tía… Es que no sé… —se quejó Amy, ella estaba interesada en el empleo, y además lo necesitaba porque ser independiente costaba dinero, cosa que ella no tenía en sus bolsillos, ni siquiera sabía como llegaría a la semana porque sus ahorros se vieron gastados en su auto viejo el cual tuvo que reparar porque se averió. La vida de Amy, como veterinaria recién graduada, no era fácil, a pesar de haber sido una excelente estudiante y obtener excelentes calificaciones, nada estaba resultando como lo había planteado. Todo parecía ir cuesta abajo y la única opción considerable era viajar a Texas a vivir en la hacienda Borja Ballesteros, donde estaba la marea revuelta llamada Sebastián. —Por favor, no me hagas rogarte —expuso su tía y ella arrugó el rostro. —Ay, es que eres experta en la manipulación —le sacó en cara quejándose. Su tía amplió una sonrisa victoriosa y le beso la frente. —Te aseguro que no te arrepentirás —prometió ella al tiempo que su sobrina se notaba poco convencida de ese hecho. —Ok, bueno, prepararé las maletas, creo que será un largo viaje —admitió sin ánimos yendo a su habitación para empezar a empacar. *** Luego de bajar del avión, un vehículo esperaba en el aeropuerto para llevar a Amy a la hacienda, el chófer de la casa Borja tenía un letrero que indicaba el nombre de la chica, quien se acercó de manera educada saludando al hombre. Él la guio hasta el auto y emprendió camino hasta el lugar destinado. Los nervios consumían a la pobre chica que observaba a través de la ventanilla del auto. —Oye, falta mucho —interpeló ella un poco ansiosa y el hombre miró por el retrovisor. —No, de hecho, estamos a unos 15 minutos de llegar —contestó amablemente el chófer y el corazón de la chica se aceleró. No sabía si se debía al hecho de que la emocionaba empezar en su primer trabajo, o ese vuelco de emociones en su estómago podían ser por cierto joven que únicamente conocía a través de las noticias. 《 Habla 3 idiomas, inglés, francés y ruso 》 Pensó Amy. 《 Quizás por eso enloquece a todas 》 Reconoció, aunque ella más que sentirse atraída por aquel hombre mujeriego, tenía cierta inquietud porque el patán intentara insinuársele. Finalmente, llegaron, empero, como si la mala suerte hubiera jugado una mala pasada, el vehículo se apagó en la entrada de la hacienda. El conductor intento hasta lo imposible por echarlo a andar y no lo logró, así que bajó indicando que lo esperara para traer otro coche y poder recogerla. Debido a que el camino hasta la casa era un poco largo y notó los tacones de Amy. —Regreso en un momento, no se mueva de aquí —pidió con amabilidad y ella aceptó. Observó como él se marchaba y luego llevó su atención a la naturaleza que la rodeaba. Árboles verdes bonitos y una entrada bastante llamativa, seguido de un largo llano vacío con hectáreas de cactus, arena, desierto y soledad. Amy soltó un largo suspiro melancólico pensando que nada ahí podía ser como la ciudad e iba a extrañar eso. Sus pies gritaban deshacerse de los molestos zapatos y observando a todos lados para poder percatarse de que no había nadie cerca, se quitó los tacones haciendo un gesto de satisfacción al sentir la tierna arena caliente bajo sus pies. 《 Qué agradable 》 Pensó cerrando los ojos mientras aspiraba el aire fresco. De pronto el ruido de los cascos de un caballo contra las piedrecitas de la arena, atrajo su atención. Alzó la mirada y justo a su lado contempló un semental de pelaje marrón y el jinete era nada más y nada menos que Sebastián Borja Ballesteros, quien traía un sobrero de vaquero puesto y el pecho descubierto brillando por el sudor. —Buenos días, señorita, que hace sola por aquí —saludó y ella no supo como responder, realmente se había distraído con el encanto y atractivo del caballero frente a sus ojos. —Eh, buenos días, perdón es que al parecer el coche se averió y estoy esperando al chófer —contestó un poco nerviosa. Sebastián sonrió de forma tenue haciendo un movimiento rápido para bajar del caballo. Se sacó el sombrero y extendió la mano para presentarse. —Entiendo, es un placer ver que en esta hacienda no solo hay hierva seca, también hay bellas flores —halagó y ella esbozó una media sonrisa forzada—. Mi nombre es Sebastián Borja Ballesteros, y el suyo —quiso saber. —Amy Lucas, vengo de la ciudad —explicó siendo lo más cortés que podía, a pesar de no tolerar lo osado que era Sebastián. —Vaya, de la ciudad. Tengo algún tiempo sin ir a la ciudad, mis padres me lo prohibieron, al menos hasta que deje de meterme en problemas —reconoció con cinismo y Amy no pudo contener hacer un gesto incómodo. —Entiendo —murmuró. Sebastián esbozó una sonrisa gatuna añadiendo con suficiencia. —Sí, quiere puedo llevarla hasta la mansión, no es bueno que esté sola por aquí —ofreció y Amy negó de inmediato, ella en definitiva no podría subir al caballo, traía una falda tipo lápiz que indiscutiblemente podría ceder a abrir las piernas sin romperse. —Estoy bien, gracias. Esperaré a que el chófer me recoja —contestó siendo amable y él asintió sosteniendo la punta de su sombrero vaquero para volver a subir en su caballo, contempló una última vez a Amy señalando sus pies descalzos. —La veré en la casa, por cierto tiene lindos pies —dijo y siguió su camino. Cuando por fin estuvo sola, ella liberó todo el aire contenido y entorno, los ojos, verdaderamente no toleraba a ese tal Sebastián. Esperó por minutos largos al chófer y él no regresaba, empezaban a sentir que el calor la iba a derretir y dirigió la mirada hacia la distancia donde se encontraba la mansión, el camino parecía largo, pero si seguía ahí entonces moriría deshidratada. 《 Por favor regresa 》 Rogó tapando el sol de su rostro con su bolsa, y como si de un milagro se tratara, un coche apareció a la distancia. Sonrió feliz porque al fin podría irse a cambiar de ropa, ponerse algo más fresco y cómodo. El auto dio la vuelta y se estacionó frente a ella, quien avanzó abriendo la puerta, el chófer subió su equipaje a la cajuela y condujo hasta llegar a la mansión. Alguien en la entrada la recibió mientras el hombre quien la trajo bajaba las maletas, otro sujeto recogió sus pertenecías llevándolas quizás a donde la instalarían y luego una mujer que ella intuyó era el ama de llaves, la llevó hasta la sala. Ahí le ofreció sentarse para llamar a la señora Celeste, quien estaba a cargo de emplear a todo el servicio de su casa. Demoró unos minutos y luego de eso apareció avanzando hasta donde ella se hallaba. Amy se puso de pie para recibirla y ella la saludó cordialmente dándome la bienvenida a la casa. —Es un placer Amy Lucas, tu tía dio buenas referencias sobre ti y aunque dijo estabas recién graduada, me envió tus calificaciones y me parece sorprendente hayas tenido tan excelente promedio —reconoció la señora Celeste. —Le agradezco la oportunidad, le prometo hacer un buen trabajo —contestó, agradecida y la mujer le dedicó una sonrisa. —Bien, como justo ahora iba a de salida, veré si hay alguien que pueda mostrarte la casa —añadió y en ese instante apareció Sebastián Borja, Amy se quedó helada en él sitió y Celeste hizo señas a su hijo para que se acercara. Sebas, cariño, que bueno verte apareces en un momento preciso —indicó ella. 《 Ni tanto 》 Pensó Amy —Mira, ella es la señorita Amy Lucas, estará a cargo de los animales de la hacienda, ¿Sería mucha molestia si te pido que le muestres el lugar? —preguntó su madre y él encogió los hombros. —No es nada madre, ya he conocido a la señorita y no tengo problema en darle un tour por la casa —contestó y Amy sintió que ese no podía ser su día de suerte, y como bien decía su madre. Del mal que huyes de ese morirás.
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