Capítulo 4
—Señorita Amy, entiendo que debes estar un poco desorientada, sin embargo, déjame aclararte la situación —empezó la señora Celeste en un tono amable, no obstante parecía ser un poco tajante al pronunciar esas palabras. Tu tía nos habló mucho de ti hace algún tiempo, nosotros estábamos buscando a una jovencita educada, estudiosa, sin importar que no fuera de procedencia pudiente, la razón se debe a mi hijo Sebastián, él es heredero de la fortuna de mi esposo y para ser bastante franca no ha hecho bien las cosas hasta ahora y su padre está a punto de sacarlo del testamento por su mal comportamiento —explicó detenidamente, y mientras los hacía Amy se llenaba de más intriga y asombro.
—Pero qué tengo que ver yo en todo esto, señora —cuestionó preocupada. Ella no lograba comprender como llegó a ese lugar engañada para ser la prometida de Sebastián Borja Ballesteros.
—Cariño, a eso voy… —indicó con paciencia—. Tu tía firmó un acuerdo con nosotros por mucho dinero, tu firma está en ese contrato y de no cumplirlo entonces tengo la potestad para quitarte hasta el último centavo por los últimos 10 años —impuso dejando a la chica boquiabierta del asombro.
No podía concebir que su tía la haya engañado de esa manera, entonces recordó ese día cuando le hizo firmar un documento diciendo que se trataba de algo rutinario para poder trabajar con esa familia. Amy se sintió traicionada y lo peor de todo, era que estaba en la obligación de contraer nupcias sin desearlo con ese desagradable sujeto.
—Por favor —suplicó—. No pueden hacerme esto, yo no quiero casarme, esto debe ser un error —continuó tratando de hacerle comprender a Celeste su posición y la mujer negó rotundamente.
—Mi niña, el acuerdo también dice que debes mantener la boca cerrada y por tu bien espero que mi esposo no sepa sobre este asunto, de lo contrario tu vida en esta casa pasará a ser un infierno —advirtió para ponerse de pie, avanzó hasta la puerta y antes de salir giró el rostro señalando el closet. Por cierto, ahí tienes un vestido para esta noche, arréglate decente porque hoy será la fiesta de compromiso.
Cerró la puerta y Amy no toleró aquella pesadilla, rompió a llorar desconsoladamente porque estaba atada de manos y pies, llamó a su tía y ella no le contestó, al parecer había bloqueado su número de teléfono para no ser molestada. Era algo tan bajo haberla utilizado de esa forma, solamente por dinero. La mujer que la había criado decidió venderla como si de ganado se tratara, llevándola a un infierno que no conocía y al hacerlo desearía nunca haber pisado la hacienda Borja Ballesteros.
***
Amy bajó las escaleras y encontró de frente a Sebastián, él le dedicó una sonrisa amable y ella solo bajó la mirada, pensar en verlo como fruto esposo le dolía y quemaba por dentro. Trago una gran cantidad de saliva y alzó la barbilla tratando de ser lo más fuerte posible.
—Tu madre me ha explicado todo, sé lo que debo hacer —concretó seria y él arrugó el ceño.
—¿Qué? —cuestionó como si no tuviera idea a lo que se refería ella.
—Lo del compromiso, ella me dijo que… —no pudo terminar de hablar porque justo detrás apareció otro joven idéntico al que tenía frente a sus ojos, trayendo confusión a su mente.
—Amy, te estaba buscando por todos lados —la llamó acercándose—. Perdón, no te había presentado a mi hermano gemelo, hasta ahora sabía que tenía uno… —expresó con una sonrisa—. Maravilloso, ¿no? —interpeló fascinado por la idea. Amy lo contempló asombrada, puesto que eran exactamente iguales como dos gotas de agua.
—Un placer, señorita Amy, soy Martín Castillo —se presentó el joven, aquel era un poco más callado y amable, en ese aspecto no se parecía en nada a Sebastián. Ella extendió la mano y apretó la suya sintiendo una extraña corriente que le erizó la piel. Sus ojos parpadearon varias veces y tuvo que aclarar la garganta para poder responder.
—Amy Lucas, un placer también —respondió sin salir de esa ensoñación.
—Bien, ya se conocen, ahora iremos a presentarte con todos los invitados de la fiesta —haló su brazo llevándola prácticamente a rastras. Llegaron al salón donde una cantidad razonable de personas los observaban, otros disfrutaban de la música y el bufé que había en una mesa rectangular. Un mesero les ofreció champaña y ella negó al principio porque jamás había bebido alcohol en su vida, no obstante cuando miró la ola de personas a las que le tenía que mentir haciéndose pasar por una prometida feliz, cambió de opinión tomando una copa entera de un trago y luego otra para llevarla en la mano.
—Es tan hermosa —dijo la mujer a quien le presentó Sebastián, que se llamaba Isabela—. Sus hijos serán tan perfectos —aseguró sonriente y Amy apretó los dientes respirando profundo mientras las manos le sudaban sin parar. Bebió, otorga sorbo de champaña y sonrió débilmente.
—Sí, ella es como sacada de una película —admitió Sebastián mirándola a los ojos como si estuviera profundamente enamorado.
—Les deseo mucha felicidad, sobrino —recalcó la tía Isabela. Siguieron caminando para presentarse con más extraños, llegando frente a un joven excéntrico, el cual lucia mucho peor en egocentrismo que Sebastián.
—Primo, que maravilla, por fin te atraparon —bromeó aquel muchacho rubio de ojos verdes y actitud arrogante.
《 Al parecer todos en esta familia son así 》
Pensó Amy llena de incomodidad.
—Es un placer hermoso, mi nombre es Franchesco D’angelo soy primo de Sebastián —se presentó dándole un beso en la mano a Amy, ella movió un poco brusco para separarlo y devolvió sus manos a los lados de sus caderas para hacerle entender al extraño que no se sentía cómoda con esos saludos.
—igualmente, soy Amy Lucas —indicó cortante y él sonrió con un cinismo evidente en su rostro. Observó a Sebastián y en un tono malicioso expresó.
—Las difíciles son las mejores —señaló el asqueroso, dejando a la chica helada. Ella no soportó estar cerca de ese hombre y se alejó pudiendo disculpas como ya se había vuelto costumbre en las últimas horas de visita en la hacienda.
Avanzó rápidamente buscando la salida para poder tomar aire, se sentía abrumada y con falta de oxígeno por aquellas barbaridades presenciadas. Amy nada más anhelaba regresar a la ciudad y hacer como que eso nunca pasó.
Llegó al área del jardín donde no había absolutamente nadie, agradeció por eso, ya que necesitaba estar sola por un momento al menos. Cerró los ojos respirando hondo intentando buscarle una solución a ese problema, quizás podía irse lejos donde nadie la encontrara para no tener que casarse con Sebastián, eso sonaba bien y era lo que iba a hacer en cuanto tuviera la oportunidad.
Se distrajo por un instante nada más y sintió una mano sujetarla del brazo, ella se volteó admirando a la persona para encontrarse de frente al tal Franchesco, Amy puso mala cara y haló bruscamente tratando de quitárselo de encima, no obstante ese hombre tenía fuerza suficiente como para no hacerse fácil liberarse de su agarre.
—Qué hace, suélteme —pidió Amy y él sonrió.
—Tranquila, no te haré daño, solamente quiero conocer a la prometida de Sebastián, nada más —mintió y ella lo supo porque en sus ojos verdes pervertidos se notaba.
—Le he dicho que me suelte y si no lo hace voy a gritar —amenazó. Franchesco soltó una risita burlona negando lentamente. Dio un fuerte halón a Amy atrayéndola a su cuerpo, luego la apretó de la cintura haciendo imposible que se pudiera liberar.
—Me gustan las difíciles —murmuró acercando su nariz al cuello de ella, quien no dudó en patearle los testículos para que la soltara, él cedió dándole oportunidad para huir. Echó a correr lo más rápido que pudo, pero pronto la alcanzó atrapándola por detrás, tapo su boca y luego enredó su mano en el cabello de Amy. A dónde crees que vas —pugnó susurrando en su oído, ella no podía gritar porque la mano de Franchesco en su boca lo impedía, luchó con todas sus fuerzas y pataleo siendo inútil porque él doblaba su tamaño y musculatura.
《 Por favor ayúdame 》
Rogó al Dios del cielo, ella consideraba que existía un ser supremo que la podía librar de ese momento tan horrible, y así fue porque como si de un milagro se tratara, un hombre apareció.
Era nada más y nada menos que Martín Castillo, el hermano gemelo de Sebastián, se acercó rápidamente y tomó a Franchesco del cuello dándole un golpe certero en la nariz, de inmediato soltó a Amy, quien cayó al suelo gimiendo y llorando, mientras se arrastraba por el césped húmedo tratando de respirar con normalidad.