Capítulo 5
La temblorosa Amy seguía en el suelo procesando todo aquello, que en un solo día había vivido. Todo en su cabeza daba vueltas y lo único que podía pensar, era cómo su tía pudo haberla empujado a esa horrible situación.
—¿Estás bien? —cuestionó el joven que estiraba su mano para ayudarla a ponerse de pie, ella lo observó dudosa y luego dirigió su atención hacia atrás, donde antes estuvo su agresor, quien se marchó, tan pronto recibió el golpe por parte de Martín. Tranquila, ya se fue y te aseguro que si sabe lo que le conviene, no va a regresar —aseguró. Amy volvió a verlo y por fin se decidió a extender su mano para ponerse de pie.
—G-gracias —pronunció en un tono débil de voz.
—No hay problema, pero ¿estás bien? ¿Quieres que llame a Sebastián? —interpeló y ella negó inmediatamente, sostuvo el brazo de Martín, evitando que se marchara porque simplemente le aterraba quedarse sola después de aquel horrible suceso. Él la contempló preocupado, ya que su semblante parecía estar bastante pálido como si estuviera a punto de desmayarse y temía lo peor, por lo tanto, tomó ambos brazos y la vio directo a los ojos preguntando una vez más. ¿Realmente estás bien? —insistió y ella asintió tan lentamente que era imposible creerle esa gran mentira.
Por supuesto que Amy no se encontraba en buen estado, sus acciones lo decían. Ella tragó saliva, carraspeando y respiró profundo para mantener la calma, no podía permitir que los nervios le ganaran. No obstante, volvió a poner su atención en el joven rostro de Martín y le dedicó una media sonrisa débil que más parecía una mueca forzada.
—Le agradezco, ya estoy bien —admitió e intento retirarse, sin embargo, sus piernas le fallaron y se desvaneció en brazos de él. No pudo fingir más y rompió a llorar desconsoladamente. De no ser por aquel hombre que estuvo en el lugar indicado justo en el instante correcto, lo peor le hubiera acontecido.
Ella se aferró al brazo del extraño que horas antes había besado por accidente, empero nada de eso importaba en ese momento, ella acababa de vivir la peor pesadilla de cualquier mujer. Cuando por fin pudo recobrar la compostura, bajó la mirada avergonzada, temía que el sujeto la juzgara o pudiera mirar como una loca, pero en vez de eso él únicamente de forma amable se ofreció a llevarla hasta un lugar donde pudiera sentarse y tomar un vaso con agua. Con dificultad, ella aceptó y ambos se dirigieron al área de la piscina, ya que como la fiesta de “Compromiso" era dentro de la casa, nadie estaría rondando por ahí.
Llegaron al sitio y apenas él la ayudo a tomar asiento, apareció Sebastián. Quien se notaba molesto, puesto que él llevaba esperando casi 30 minutos a su prometida en la fiesta, donde la señorita nunca apareció y luego la encontraba con su recién aparecido hermano gemelo a solas.
—Amy, ¿Qué es esto? Estaba esperándote y no regresaste —pugnó con notable irritación y Martín lo observó con el ceño fruncido. Mientras Sebastián se acercaba, ella entornó los ojos suspirando con profundidad. ¿Y bien? Estoy esperando una respuesta —recalcó. Martín se interpuso tratando de explicar la situación, pero su hermano se lo impidió. No estoy hablando contigo, me dirijo a mi prometida y es ella quien debe darme una respuesta —instó y Amy se puso de pie para confrontarlo.
—¿Quieres saber lo que pasó? Bien, tu asqueroso y pervertido primo intento abusar de mí mientras estaba sola tomando aire en el jardín, se me acercó tomándome por oa fuerza y de no ser por tu hermano lo hubiera hecho, pero tú no sabes nada porque estaba adentro en la fiesta —soltó llena de ira con lágrimas en los ojos, para darse media vuelta dándole la espalda mientras se dirigía a su habitación.
—Amy, por favor, espera —rogó el confundido Sebastián siguiéndola. Ella avanzó con rapidez hasta las escaleras y subió atravesando el pasillo que conectaba a su habitación, encontrándose con una sorpresa bastante inesperada. Era nada más y nada menos que la señora Celeste, bastante cercana a un joven que se lucía de la misma edad que su propio hijo. Amy quedó paralizada, obviamente ella no había visto mal, esa mujer tenía algo con aquel chico de identidad desconocida. ¿Mamá, Reese, que hacen aquí? —interpeló Sebastián en un tono lleno de intriga. La mujer abrió los ojos muy grandes, pero luego sonrió, evitando así mostrarse nerviosa.
—Oh, cariño, tu primo y yo solamente estábamos buscando este regalo para Amy —mostró una cajita pequeña en forma de corazón—. Me pidió acompañarlo porque lo tenía en su habitación, y deseaba darle un regalo a la futura prima de la familia —aclaró en forma natural. Sebastián hizo un gesto de lado y luego amplió las cejas mostrando una sonrisa de agradecimiento.
—Vaya, no debiste molestarte Reese, es muy amable de tu parte —contestó mirando al joven rubio de ojos profundamente azules.
—No es nada, ya sabes que son más que familia para mí, además quiero hacer sentir bienvenida a la nueva m*****o de Los Borja Ballesteros —se dirigió a Amy, quien aún seguía procesando lo que vio antes que estaba ocurriendo entre el muchacho y la señora Celeste. Sebastián carraspeó dándole a entender que ella debía por lo menos dar las gracias y sonrió por inercia.
—Gracias, es muy amable de su parte, ahora si me disculpan me siento un poco indispuesta —dijo antes de retirarse y avanzó hasta su habitación, su prometido la siguió y antes de que pudiera cerrar la puerta, puso su mano y entró.
Ella bufó molesta y camino hasta la cama lanzando el “regalo” que le había dado ese chico que apenas conocía.
—Amy, puedes por favor explicarme qué paso con Franchesco —quiso saber y ella cerró los ojos recordando ese fatídico momento, su rostro se llenó de consternación, pero contuvo las emociones y se dio media vuelta para ver de frente a Sebastián.
—Ya te expliqué todo, ese pervertido intentó abusar de mí, tu hermano me salvó de que lo hiciera y eso fue todo —espetó bruscamente. Él se acercó para intentar tocar su antebrazo y ella retrocedió.
—Lamento esto, te encuentras bien —expresó con un rostro preocupado y ella asintió.
—Sí, ahora por favor déjame sola, necesito pensar todo esto porque sabes, en un solo día he sido comprometida, han intentado abusar de mí y… —se calló antes de poder pronunciar otra palabra más que involucrara la situación sobre la señora Celeste con el tal Reese. Porque tratar de inculparla sin pruebas, era como querer tomar sopa con tenedor, eso sería imposible.
—¿Y? —cuestionó queriendo saber, pero ella negó.
—Y mi tía me mintió, así que no me siento bien para nada, de esto, te agradezco por favor dejarme descansar y mañana podre seguir con esta farsa —manifestó con las emociones revueltas. Sebastián lo pensó unos minutos y luego terminó aceptando.
—Ok, pero si necesitas algo no dudes en llamarme por favor, estaré en la habitación de aquí al lado —expresó y ella asintió, aunque por dentro le daba igual su ofrecimiento.
Cuando por fin estuvo sola, cerró con pasador la puerta y se quitó la ropa para meterse a la ducha, ahí dejó que la regadera cubierta su cuerpo y lloró en silencio por todas esas cosas en las que se vio involucrada. Extraño con gran anhelo estar en la ciudad y por un momento ni siquiera le importaba estar con su tía quien la había traicionado, solo deseaba poder abrir los ojos y despertar en su cama como si todo se tratara de una pesadilla.
***
Sus ojos se cerraron después de unos minutos reflexionando que haría con la situación del compromiso, pero al no tener ideas claras se rindió. Logró quedarse dormida yendo al país de los sueños, se encontraba en un prado bellísimo rodeado por flores amarillas y el sol brillaba como nunca antes, Amy corría por ese prado mientras el vestido que llevaba puesto bailaba con el viento, pero de pronto todo empezó a tornarse oscuro y las flores a marchitarse poco a poco.
Su rostro se horrorizó cuando vio que el suelo se volvió un lodo espeso que le impedía avanzar tragándosela lentamente. Entonces despertó agitada en su cama, sin embargo, al hacerlo encontró una sorpresa mucho peor.
Alguien estaba sobre ella, sujetando sus piernas y brazos para impedirle moverse, tapó su boca, evitando así que pidiera ayuda y la pesadilla se había vuelto realidad.
—Ssshh, no voy a hacerte daño, solo vine porque debemos hablar de algo, en especial —dijo la voz susurrante. Ella tenía los ojos muy abiertos y el miedo la paralizaba por completo, ahí no podría tener la misma suerte de que un Martín apareciera para ayudarla.