—Pasaporte, por favor—pidió la azafata.
—Aquí tiene—respondí entregándole mis documentos y tarjeta de débito.
—¿A qué país desea su vuelo?—preguntó nuevamente.
—¿Qué país me recomienda para vivir tranquila?—me anime a preguntarle, la mayoría de azafatas conocen el mundo entero y saben que país es más conveniente.
—¿Vivir? Sí realmente me lo pregunta, me gusta el estilo de suiza.—respondió ensoñada—, Es un país hermoso y muy tranquilo, un plus son los suizos que están de lujo—dijo pícaramente y reí por su gesto.
—Suiza será, entonces—respondí.
Asintió y tecleo en su ordenador, me devolvió mis documentos en conjunto de un pasaje de avión, tenía un remolino de emociones azotando mi mente y cuerpo. Me sentía ansiosa y muy nerviosa, ¿estaba tomando la decisión correcta? ¿Y si el padre de mi bebe estaba aquí? No quería llenarme de más dudas, necesitaba huir. Necesitaba estar lejos de Paris por un largo tiempo, además de encontrar la paz y felicidad que no siento desde hace tanto. Habían pasado poco más de dos meses desde que desperté de mi estado de coma, donde perdí la memoria. Y ahora quería solo encontrarme a mí misma y ser una buena madre. Fui a la cafetería y ordene un chocolate caliente, estaba helando y nevando. Esperaba de corazón que el clima no atrasara el vuelo, pues quería irme de aquí lo antes posible. Sebastián se había ido después de suplicarle que necesitaba estar sola y que no quería que nadie supiera a donde iría. Cuando el número de mi vuelo fue mencionado por los altavoces del aeropuerto, sentí erizarse mi piel. Tome mis pertenencias con fuerza y me aferre a la idea de buscar una estabilidad para mi bebe en camino.
Recorrí todo el pasillo haciendo los pasos pertinentes, hasta llegar al momento de abordar. Nunca había viajado en avión, temía más que nunca por mi vida y por la seguridad de ese aparato volador. ¿Y si algo salía mal? ¡El solo hecho de pensarlo me daba escalofríos! La misma azafata que me vendió el pasaje, estaba recibiendo a las personas, mientras les asignaba sus puestos.
—Esté es el tuyo, te vendí el puesto de la ventana. Amaras el atardecer y la bonita vista. Tranquila, todo estará bien—consoló y agradecí con una sonrisa sincera.
Me coloque el cinturón y el piloto anuncio que despegaríamos en cualquier momento, me aferre con fuerzas al asiento. Mientras cerré mis ojos y suspiraba. Intentando calmar mis ansias y miedo, el sonido de los motores del avión hicieron que me dieran nauseas, respire profundo. Me imagine en una playa, sintiendo el agua tocar mis pies en su infinito vaivén, me relajo todos los músculos y sentí paz. El avión comenzó a tomar altura, sentí un vacío en mi abdomen bajo. Abrí los ojos y observe por la ventana, la azafata tenía mucha razón la vista era espectacular y un evento imperdible el atardecer. Me recosté al ventanal mientras veía todo el territorio parisino alejándose cada vez más, me sentía nostálgica pero por alguna razón, no sentía mayor cosa. Me gusto la sensación que recorría mi cuerpo, nuevo país, nueva vida.
Luego de aterrizar en Alemania, donde haría escala para luego continuar hasta Suiza. Estire mis piernas y fui a los servicios, luego de terminar salí en búsqueda de un café, moría de cansancio. No había podido dormir bien, puesto que en el asiento de al lado había un pequeño bebe que lloraba a cada rato sin permitirme dormir, ejemplo vivo de lo que me esperaba en un futuro. Entre a la cafetería y pedí mi café de siempre, cargado y con poca azúcar, salí nuevamente a una mesa cercana a la sala de espera donde podría escuchar cuando nos llamen nuevamente para abordar.
Estaba sumida en mis pensamientos, admirando la belleza de aquel lujoso aeropuerto. Cuando una chica blanca y muy rubia con un bebé precioso en brazos se sentó en la silla de enfrente. No me molestó puesto que por el espacio siempre se comparten mesas.
—¡Delaylah!—exclamó con alegría.—, ¡Eres tú estoy segura! Sé que no logras recordarme, pero éramos mejores amigas.—anunció despacio, con mucho cuidado y sin alterarme.
—No te conozco…—me limite a contestar, muy aturdida. ¿Cómo sabia esa chica que no recordaba nada? ¿Acaso realmente me conoce?—, Mi nombre no es Delaylah, es…
—Amelie, si lo sé—respondió interrumpiéndome, lo que provoco que abriera mucho mis ojos por la admiración—, Tú nombre real es Delaylah, no Amelie. Ven conmigo, puedes confiar en mí. Te enseñaré que no miento, tengo pruebas. Lo juro.
Me sentía aturdida y muy confundida, su voz hacía eco en mi mente, mientras una profunda migraña se adueñaba de mi cabeza. Sin pensarlo mucho, tome mis cosas y me levante bruscamente de la silla, corrí como si mi vida dependiera de ello. No sabía porque huía de aquella rubia, pero sabía que no podía confiar en nadie. Que debía rehacer mi vida desde cero y encontrar la verdad de quien era y lo que fui antes de perder la memoria. Tenía que encontrar al padre de mi bebé, escuche en la lejanía que nos llamaban para abordar y enseguida me escabullí por el pasillo de abordaje. Mi corazón latía a mil por hora, mientras que sentía una presión en mi pecho. Mi cabeza amenazaba con salirse de eje, mientras se contraía. Subí al avión perdiendo totalmente de vista a la chica, anunciaron que despegaríamos en cualquier momento y agradecí al cielo. Fue entonces cuando un flashback inundó mi mente, trayéndome recuerdos…
*FLASHBACK*
Estaba en una especie de pista de aterrizaje, sentada sobre el tapo de un auto, mientras esperaba. Luego llegó un helicóptero que aterrizó inmediatamente y del bajo…ella ¡La rubia!
—¡Al fin!—dijo feliz—, Siempre quise conocer esta preciosa isla.
—Te eche mucho de menos—dije tomándola de las manos.—, Tantos meses sin verte...
—¡Ingrata! solo visitas a mi hermano—dijo divertida—, Por cierto, quiero saberlo todo.
—Imagine que lo dirías—respondí rodando los ojos—, Te contaré...
*FIN DEL FLACKBACK*
¿Qué significaba? ¿Estaba teniendo un recuerdo? ¡Entonces si era verdad que nos conocíamos! Necesitaba bajar y buscar respuestas. Necesitaba saberlo todo, ¿Quién era ella? ¿Quién es su hermano? ¿Por qué me pedía que le contara todo sobre su hermano? ¿Qué estaba sucediendo? Me sentí mareada, pero aun así me coloque de pie.
—¡Esperen, necesito bajarme! —pedí rápidamente, los motores habían comenzado a sonar.
—Me temo que ya no es posible, señorita—respondió una azafata—, Es muy tarde para arrepentirse.
—¡Es que usted no entiende! ¡Necesito bajarme urgentemente!—volví a insistir.
—No es posible, tome asiento por favor, colóquese el cinturón—pidió en respuesta.
Hice un gesto inconforme y me eche en el asiento con rabia, había perdido una gran oportunidad de saberlo todo acerca de lo que no logro recordar. Perdí la oportunidad de responder millones de dudas que surgen en mi mente siempre y todo por mi inseguridad y falta de confianza. ¿Cómo haría para encontrar a esa chica?