Amelia
Anoche Liam me dijo que intentaría una relación abierta para dejarme quedarme con Henry, y la cabeza aún me da vueltas cuando me despierto a la mañana siguiente, pero recordar la conversación me inunda de calor y devoción hacia mi marido. Dios, le amo de verdad y quiero hacer las cosas bien.
Apenas hablamos después de la decisión y nos fuimos a la cama temprano, cada uno con sus propios pensamientos. No estoy segura de cómo funcionará esto. No me ha dicho cómo se enteró de lo de Henry, así que puede que no sepa con qué frecuencia le visito. Hay tantos detalles que Liam y yo tenemos que discutir, pero mi mente se quedó en blanco cuando aceptó. Más tarde, cuando se me pasó el shock, me surgieron montones de preguntas y se me escapó el sueño.
Cuando Liam se levanta temprano el domingo para llevar a su madre a la iglesia, yo me hago la dormida. Aún no estoy preparada para hablar con él. Necesito más tiempo para pensar qué decirle. Tengo el estómago tenso cuando sale de la habitación y espero que, cuando hablemos más tarde, me haga preguntas que pueda responder específicamente sin dar demasiada información.
Unos minutos después, el leve chirrido de la puerta automática del garaje me indica que Liam se ha ido. Me relajo en la cama, respiro mejor y cojo el móvil con la intención de enviar un mensaje a Henry para darle la emocionante noticia. Me detengo antes de abrir la aplicación. Mierda, ¿y si a Henry no le parece bien? A algunos tipos les gusta cornear a otros hombres, y no sé qué motivó a Henry a empezar nuestra relación. ¿Me seguirá queriendo si no somos un secreto?
Le doy vueltas a lo que debo hacer y cuanto más vacilo entre mis opciones, peor se pone la cosa. Se me acelera el corazón y me sudan las manos cuando me decido a hacerlo. No puedo soportar preocuparme por Henry además de mi próxima conversación con Liam. Además, si Henry rompe conmigo ahora que no es cornudo con mi marido, cambiará todo. Me limpio las manos en las sábanas y tecleo mi mensaje.
Amelia: Señor, tengo algo que decirle.
Tras darle a enviar, no espero respuesta y continúo.
Liam se enteró de lo nuestro y aceptó que siguiera viéndole. ¿Esto cambia algo?
Me retuerzo al terminar el mensaje y tiro el móvil por la cama como si fuera una patata caliente para no tener que mirar la aplicación y ver si Henry responde. Ya no hay vuelta atrás. Se me abre un pozo en el estómago y practico la respiración profunda con los ojos cerrados para calmarme. Inhalo hasta contar cuatro y luego exhalo cuatro veces. Estoy a punto de repetirlo, pero me sobresalto cuando un timbre sordo me indica que tengo un mensaje. Mierda, qué rápido.
Me incorporo y cojo el teléfono. El mensaje de Henry aparece cuando enciendo la pantalla.
Henry: Bueno, pequeña, parece un buen trato. ¿No te parece?
Chillando ante su respuesta, me río de mí misma y respondo: —Sí, señor—, mientras el calor inunda mi cuerpo. Dejo el teléfono a mi lado y me tumbo boca arriba a mirar el techo. Mis pensamientos se aceleran y todo es un revoltijo en mi cabeza, pero el cosquilleo de mi coño es evidente. Me meto la mano bajo el camisón y me acaricio los pezones mientras contemplo esta nueva realidad. ¿Qué locura sería si un día pudiera decirle abiertamente a Liam que estoy enamorada de las dos y a él le pareciera bien?
¿Y si algún día me los follara al mismo tiempo? Mi cabeza gira más rápido al pensar en los dos mamando de mis pechos. Es solo una fantasía, pero ¿qué mujer no querría ser la carne de ese sándwich cuando ama a dos hombres?
Utilizo las dos manos para tirar de mis pezones e imagino que mis dedos son sus bocas. Deslizo una mano por mi vientre, imaginando que Henry me besa a lo largo. Cuando abro las piernas y me paso los dedos por el coño, estoy empapada. Froto mi clítoris en círculos suaves, mis gemidos llenan la habitación y desearía que la lengua de Henry se moviera entre mis pliegues.
Necesito más, así que busco en la mesilla y saco mi vibrador más nuevo. Es delgado y tiene una ligera curva que me recuerda a la polla de Henry. Pulso el botón de encendido y voy seleccionando las vibraciones hasta que encuentro mi favorita, que alterna zumbidos largos y cortos. Al deslizarlo, suelto una risita cuando la punta golpea una parte sensible, provocando que el placer se dispare en mi interior... sí, no es lo mismo que cualquier polla.
Cuando mi segunda mano se une a la primera entre mis piernas, lanzo el juguete vibrador dentro y fuera de mi coño, mientras utilizo los dedos de la otra mano para masajear mi clítoris hinchado. Jugar conmigo misma me sienta mejor que de costumbre esta mañana, y la ensoñación de los dos hombres realmente acelera mi motor. Cuando me viene a la cabeza la idea de tener la polla de Henry en el culo y a Liam follándome el coño, me agito contra el vibrador para forzarlo más adentro. La doble penetración nunca fue una de mis grandes fantasías. Sonaba demasiado complicado y desordenado. Pero ahora que tengo dos hombres en mi vida, la idea de tenerlos a los dos dentro de mí al mismo tiempo me pone a cien.
Sigo imaginando a los dos presionando dentro de mí y la velocidad de mis dedos aumenta. Me froto furiosamente el clítoris y me acerco al orgasmo. Es imposible pensar y lo único que puedo hacer es meterme el juguete en el coño y follarme con fuerza. Me tenso mientras el éxtasis recorre mi cuerpo. Cuando por fin llega la liberación, grito y me convulsiono mientras una corriente de energía emana desde mi centro hasta los dedos de los pies y de las manos. Me invaden olas de placer y me subo al vibrador hasta que llego a la cima y mi coño está demasiado sensible para continuar.
Se me pasa toda la tensión, saco el juguete y lo dejo caer sobre la cama. Mi cerebro está confuso por lo fuerte que me he corrido, y mi mala noche de sueño me atrapa cuando bostezo y me meto las mantas que me rodean por debajo de los costados como un c*****o. Debería levantarme, limpiar el vibrador y guardarlo, pero mi cerebro aturdido decide que lo haré después de la siesta.
***
Liam
Esta mañana estoy demasiado distraído para disfrutar de la iglesia. No soy religioso en absoluto, pero normalmente encuentro la paz cuando me relajo y despejo la mente. Después de explicarle lo que hago para superar el servicio, Amelia empezó a bromear y lo llamó mi meditación semanal, y no se equivoca. Me gusta cantar, pero por lo demás aprovecho el tiempo para estar en comunión con mi yo interior en lugar de con Dios.
Hoy no puedo dejar de pensar en Amelia y de preguntarme cómo funcionará que siga follando con Henry. Tengo algunas peticiones muy estrictas en mente que no estoy seguro de que le gusten. Esto no va a ser una Amelia de sexo libre con ella yendo y viniendo a su antojo. Sigo siendo su marido y quiero que se dedique a nuestro matrimonio y que no utilice esto como una lenta transición para dejarme.
Un diablillo se me sube al hombro y me susurra al oído. ¿Y si le gusta más Henry? Se me revuelve el estómago y me pongo enfermo al pensarlo. Si fuera así, no habría pedido tenernos a los dos, ¿verdad? Me mantengo firme en mi convicción de que ella habría dicho que quería el divorcio si realmente quisiera estar con Henry, y aparto al diablo cada vez que intenta decir lo contrario. Ojalá pudiera encontrar mi paz y relajación normales. Estar en la iglesia sólo me hace pensar más en el inusual acuerdo al que accedí. Nunca podré decírselo a mi madre. Probablemente enviaría a un clérigo a mi casa para discutir nuestras opciones de vida.
A mitad del servicio, mi madre se inclina y me susurra al oído.
—Liam, no me siento bien. Vámonos.
No tuvo que decirlo dos veces. Meto los himnarios en el bolsillo del banco de delante y mi madre y yo salimos de la capilla tan silenciosamente como podemos. Mientras conduzco, mi madre se queja de la indigestión que le ha causado la falta de sueño. Cuando llegamos a su casa, la ayudo a entrar y veo que se ha acomodado en su sillón reclinable favorito con un bocadillo antes de salir. Cuando cierro la puerta, ya está cabeceando. Me duele verla envejecer, pero agradezco todo el tiempo que he pasado con ella después de la muerte de mi padre. En algún momento tendré que buscar una residencia asistida para ella, pero por suerte aún no hemos llegado a ese punto.
El trayecto de vuelta a casa es un borrón mientras me concentro en mi problema con Amelia. No me espera tan temprano y se me aprieta el pecho cuando me doy cuenta de que podría estar al teléfono haciendo planes con Henry. El estómago se me revuelve durante todo el trayecto y, cuando entro en el garaje, tengo que quedarme sentado en el coche unos minutos porque estoy mareado. Pruebo los ejercicios de respiración profunda que me enseñó Amelia para calmarme: inhalo hasta contar cuatro, exhalo cuatro y repito.
Una vez que me controlo, entro en casa lo más silenciosamente que puedo. Tengo el extraño deseo de pillarla en plena faena y espero que no haya oído abrirse la puerta del garaje. No está en el despacho y, cuando me asomo al dormitorio, está hecha un ovillo, acurrucada en el edredón, en su lado de la cama. El alivio inmediato me hace temblar las rodillas. Dios, creía que se iba corriendo a hablar con Henry y en vez de eso se ha vuelto a quedar dormida.
Cuando voy a salir, veo su vibrador a mi lado de la cama. Oh, mierda. ¿Había tenido sexo telefónico y se había follado hasta el estupor? Tropiezo con el salón y me desplomo en el sofá. No puedo quitarme de la cabeza la imagen de su vibrador y mi polla se endurece al imaginarla deslizándoselo en su apretado coño mientras jadea al oído de Henry. Me froto a través de mis pantalones de iglesia y me doy cuenta de que necesito algo más que presión a través de la tela.
Me palpita al sacar el pene, que ya está lleno de semen. Utilizo la humedad como lubricante y zumbo de placer mientras me acaricio. Una oleada de odio hacia mí mismo me invade mientras sigo imaginando a Amelia usando su juguete con Henry, y en lugar de apagarme, me froto con más fuerza. Mierda, ¿por qué me prende tanto pensar en ellos juntos?
La imagen de la polla de Henry aparece en mi cabeza una vez más, y me doy cuenta de que quiero verlo presionando su coño en la vida real. Sé exactamente cómo se ve cuando la entrada de su cueva se estira y se amolda alrededor de la punta de mi pene, pero tengo hambre de ver eso de cerca desde otro ángulo. Quiero a Amelia de rodillas mientras Henry se la folla por detrás, para poder moverme delante de ella y ver cómo cambia la expresión de su cara mientras él la penetra. Es una visión que nunca he visto, e imaginar su éxtasis me lleva al límite.
Llego al clímax con tanta fuerza que veo las estrellas mientras el semen salpica mi camisa azul. Un hormigueo de placer me recorre mientras ordeño las últimas gotas. Este conjunto necesitará un buen lavado, así que no me preocupa mancharme los pantalones. Me estremezco al bajar del intenso pico y vuelvo a meter mi m*****o reblandecido en los pantalones antes de estirarme de lado sobre los cojines. Cojo una manta del respaldo del sofá, la hago un ovillo y me la pongo debajo de la cabeza a modo de almohada. Bostezo y se me cierran los ojos mientras pienso en la próxima conversación con Amelia. Estoy seguro de que la charla irá mejor si duermo una siestecita.
***
Henry
Me siento en el sofá de la sala de estar y miro atónito el teléfono después del mensaje de Amelia en el que me dice que su marido lo sabe, y siento que el pecho se me aligera. Al instante estoy duro y palpitante. Siempre que charlo con Amelia, estoy excitado y firme, pero esto es diferente. Estoy lleno de energía y me saco la polla del pantalón de chándal para frotármela despacio mientras pienso en el futuro. Amelia es una sumisa increíble, ansiosa por aprender y deseosa de complacer, pero andar a escondidas a espaldas de su marido nunca me ha parecido bien. No me malinterpreten, no soy un santo y he tenido muchas aventuras de una noche con mujeres casadas, pero nunca he aceptado una sumisa cuyo cónyuge no estuviera de acuerdo de antemano.
Es un cliché, pero hay algo en Amelia que es único. Nunca me había enamorado tanto de ninguna de mis anteriores sumisas, pero ella me enganchó antes de llamarme Señor. Durante las semanas que pasamos conociéndonos por Internet, me di cuenta de que era inteligente, divertida, atenta y no tenía ni idea de que era sumisa. Mi lado dominante reaccionó ante ella durante nuestra primera conversación, pero me contuve. Disfruté del flirteo, y como estaba casada no esperaba otra cosa. La noche en que su pequeña elfa se me ofreció en el juego en línea sacudió mi mundo y caí en la tentación.
Conocer a Amelia en la vida real ha sido una montaña rusa. Es tan dulce y generosa, pero tengo que recordarme constantemente que no es mía más allá de su sumisión y de nuestras breves tardes juntos. El día que estuvo a punto de decirme que me ama, me sentí como si me hubiera tocado la lotería, pero más tarde esa noche me di cuenta de que era un premio trampa que no puedo cobrar. He tenido que erigir una barrera emocional entre nosotros porque no podía estar todo el tiempo con ella mientras ella se dedicaba a su marido a escondidas. Esto podría acabar en cualquier momento si él se enterara, y aunque Amelia es brillante, también me he dado cuenta de que es un poco descuidada y se distrae con facilidad. No ha dicho cómo se enteró Liam, pero no me sorprendería que accidentalmente dejara pruebas para que él las encontrara.
Sigo frotándome con largas caricias, agarrando firmemente la base y provocándome hasta la punta. Me recorre un cosquilleo de placer al imaginar que es Amelia la que me la está chupando en lugar de mi mano. Hago una pausa y muevo las yemas de los dedos por la parte inferior de la cabeza, como a Amelia le gusta hacer con la lengua porque sabe que me vuelve loco. Como es su primera relación b**m, estoy seguro de que aún no es plenamente consciente del poder que tiene sobre mí, y su sumisión voluntaria me hace sentir dolor. Gimo y acelero mis caricias mientras imagino cómo se pone de rodillas mientras uso su boca.
Sin querer, me viene a la cabeza el pensamiento de Liam. Amelia me enseñó fotos familiares de ellos y es un tipo atractivo. Con una de mis anteriores, hicimos vídeos para su marido, y saber que me estaba viendo follar con su mujer, o a ella de rodillas chupándome la polla, le daba al encuentro un toque extra. Me gustaba montar un espectáculo para él, y siempre me corría más imaginando su reacción.
¿Querría Liam alguna vez eso? Gimo mientras imagino a Liam viendo un vídeo en el que me follo a Amelia. La presión aumenta y me pierdo en mi fantasía con Liam y Amelia cuando finalmente estallo. Me estremezco por el intenso éxtasis y el semen cae a chorros sobre mi camisa. Ordeño suavemente mi pene y me dejo llevar por un placentero aturdimiento s****l.
El hecho de que Liam sepa lo nuestro me emociona de cara al futuro. Hay tantas cosas que pueden salir mal -ya he pasado por esto antes-, pero no puedo evitar que florezca la esperanza de que esta vez todo salga bien.