Amelia
El sábado por la noche, Liam y yo nos acurrucamos en el sofá para ver una de esas pelis de superhéroes, cuando hace una pausa en la película y me estudia. ¿Qué es esto? ¿Desde cuándo interrumpe una película? Es de los que se levantan para ir al baño y dejan la película en marcha, lo que me obliga a coger el mando a distancia y darle al botón de pausa porque no quiero que se pierda nada. Aunque la undécima vez que veo una película, probablemente la dejaría correr. Así que el hecho de que la ponga en pausa es aún más extraño.
Liam se queda mirando la pared junto al televisor y no habla durante un momento. Quiero preguntarle qué le pasa, pero me contengo. Si fuera Henry el que estuviera en el sofá conmigo, no dudaría en preguntarle qué le pasa, pero a Liam le pasa algo y espero a que hable.
—Amelia, tenemos que hablar.
En cuanto habla, se me cae el estómago y me cuesta respirar. Mierda, lo sabe. La habitación da vueltas por un momento y tengo un sabor agrio en la boca. ¿Quizá me equivoco y es otra cosa?
—Sé lo de Henry.
Cierro los ojos, me tumbo en el sofá y una inesperada descarga de tensión me invade. No sé cómo se ha enterado, pero sé que algo está a punto de cambiar.
—Debes decidir, Amelia. ¿A cuál de los dos quieres?
La voz de Liam es triste cuando pregunta, como si supiera que la elección no será él. Su tono, más que cualquier otra cosa, me golpea en las tripas. ¿Qué mierda he estado haciendo? Amo profundamente a este hombre, y su evidente dolor me destroza. Se me encogen las manos y las uñas se me clavan en las palmas. Quiero hacerme un ovillo y llorar por haber llegado a esto, pero sigo sin poder elegir. Los amo a los dos y quiero que todo siga igual. Cuando no respondo inmediatamente, Liam vuelve a intentarlo.
—Amelia, necesito saberlo.
Mantengo los ojos cerrados un momento y me froto el centro de la frente. Cuando miro a Liam, me está mirando a mí, y abro la boca para contestarle, pero la vuelvo a cerrar. Me faltan las palabras. ¿Cómo le dices a tu marido que también amas a otro hombre?
La sensación de naufragio en el estómago no desaparece y me invade un sentimiento de culpabilidad. Necesito decirle la verdad y averiguar si lo que realmente quiero es posible.
—Liam, no puedo elegir. ¿Puedo tenerlos a los dos?
***
Liam
Por fin me atrevo a enfrentarme a Amelia y su respuesta me revienta las tripas. ¿Puede tenernos a los dos? Mi mente recorre varios escenarios con esa idea. Me siento incómodo con todo lo que mi mente conjura y nervioso ante la idea de cualquier decisión. Si digo que no, ¿le elegirá a él? Si está en un punto en el que no puede decidirse, ¿no la habré perdido ya? No sé si volverá a ser feliz conmigo si le digo que no.
Pensar sin querer en los múltiples orgasmos que he tenido masturbándome con Amelia y Henry juntos me hace dar vueltas a la cabeza. Me arden las mejillas y no puedo mirar a Amelia. Me alejo de ella mientras pienso. ¿Podría funcionar una relación abierta como ésta? ¿Seguiría pareciéndome excitante si se eliminara el aspecto del engaño? Hay demasiados factores desconocidos, y no quiero admitir lo excitado que me pone.
Pero Amelia espera una respuesta. Me duele el estómago y me ruborizo cuando me vuelvo hacia ella y respondo.
—Estoy dispuesto a intentarlo.