Amelia
—Amelia, ¿vas a demostrarle a Liam que eres una buena chica y que harás lo que te diga?.
Estoy desnuda y a cuatro patas en el extremo de la cama, como Henry ordenó, y él está de pie detrás de mí. Solo puedo gemir en respuesta a su pregunta mientras su pene se desliza en mi y las paredes de mi cueva se estiran y moldean alrededor de su grueso trozo de carne. Estoy abrumada por el placer y mis párpados parpadean, y lucho por mantenerlos abiertos mientras miro fijamente a Liam. Está sentado en la cama, apoyado en el cabecero, mirándonos. Se sentó poco antes de que Henry empujara dentro de mí.
En cuanto empezó la diversión sexy, Henry se convirtió en director como si estuviera montando un espectáculo para Liam. Al principio, Liam se movía por la habitación, observándonos desde distintos puntos de vista, pero se instaló frente a mí en la cama una vez que Henry me exigió que me pusiera de rodillas en el borde.
Al principio, estoy preocupada porque Liam no habla ni hace ningún ruido. Si estuviera en el lugar de Henry me diría lo mucho que me quiere o gemiría de lo increíble que me siento. Así que tener una experiencia s****l con él en la habitación, pero en silencio, me preocupaba. Pero puedo ver su bulto sólido como una roca y noto que se acaricia a través de la tela un par de veces. Está claro que disfruta con el espectáculo de Henry y Amelia, así que dejo de preocuparme por él y me centro en hacer lo que me dicen.
—Pequeña Amelia, cuando hago una pregunta, espero una respuesta. ¿Vas a demostrarle a tu marido que eres una buena chica y que harás exactamente lo que yo diga?
Henry me folla lenta y constantemente y mi cerebro está confuso. Golpea un punto delicioso en lo más profundo de mi coño, enviando ondas de placer por todo mi cuerpo. Me quedo sin aliento cuando respondo. —Sí, señor.
—Buena chica—. Henry termina la afirmación con un fuerte azote contra mi nalga, y yo chillo por la conmoción de su rudeza y cierro los ojos con Liam.
Los ojos de Liam se abren de par en par cuando Henry me folla con fuerza, y su mano baja hasta su entrepierna mientras se frota, sin importarle que yo pueda verlo. Tiene una neblina de lujuria en los ojos que me hace pensar que no se da cuenta de que se está acariciando. Tener a Liam en la habitación aumenta mi placer. No sabía que iba a ser tan excitante que estuviera aquí con nosotros. Deseo desesperadamente que se baje la ropa y libere su m*****o, pero no lo digo porque no puedo formar frases completas. Lo único que puedo hacer es agarrarme al edredón y gemir mientras Henry me utiliza.
Me estoy acercando al orgasmo y Henry ya me conoce lo suficiente como para darse cuenta. Su voz es áspera cuando jadea: —Pequeña, será mejor que pidas permiso antes de correrte.
Mierda, siempre se me olvida. Nunca sé cómo va a responder, y parece que hay un cincuenta porciento de probabilidades de que diga que sí. Jadeo: —Señor, ¿puedo correrme? Por favor.
Henry me da un martillazo y casi me corro antes de que responda. —No, pequeña. No he decidido. Podría usar todos los agujeros y si me complaces lo suficiente, podría decir que sí.
Ooooh, mierda. Sus sucias palabras me impactan. Liam y yo no hablamos de si estaba bien que tuviera sexo anal con Henry o no. Es algo que Liam y yo hacemos en raras ocasiones y más como un capricho. Debería habérselo comentado antes. Se me ponen los ojos en blanco y mi cuerpo empieza a temblar, al borde del orgasmo.
Henry se retira, anuncia: —Oh, no, no lo hagas—, y me da una fuerte palmada en el culo. El golpe me impide correrme y maúllo de frustración. Me encanta que me utilicen y siempre que Henry no me deja correrme es una tortura exquisita, pero nunca había pensado que me lo negaría delante de Liam.
Vuelvo a mirar a Liam, intentando calibrar su reacción a todo esto. Ya no se acaricia y tiene las manos sobre la cama. Una suave sonrisa se dibuja en sus labios y me pregunto qué estará pensando.
***
Henry
Tener a Liam en la habitación me hace desear más que nunca torturar mentalmente a Amelia. Quiero que sea un desastre babeante cuando acabe con ella, y quiero que piense en lo que podría hacerle si me dejara. Amelia no lo sabe, pero voy a dejar que se corra. Primero tendrá que rogar y suplicar, y espero poder ver a Liam mientras lo hace.
Mi instinto en la cafetería era correcto. Liam está respondiendo a mi control sobre Amelia. Probablemente supone que lo encuentra excitante porque está viendo cómo se la follan, y eso es parte de ello. Pero cada vez que le ordeno a Amelia que haga algo, Liam tiene una mirada en los ojos, un anhelo. Tengo que hacer de esto un espectáculo con el que fantasee durante días.
Mi perrita Amelia está jadeando a cuatro patas delante de mí y mi polla está deseando que vuelva a clavársela, pero quiero que Liam participe más de lo que lo ha hecho hasta ahora.
—Liam—. Mi voz es aguda y dominante, y sus ojos vuelan para encontrarse con los míos.
—¿Sí?— Vacila, como si no estuviera seguro de por qué le hablo de repente, y espero que sea verdad. Lo quiero en una montaña rusa emocional de necesidad y deseo.
—¿Crees que debería dejar que esta putita se corra?
Liam duda antes de responder. —¿Sí?
—Oh, no lo sé. Pareces inseguro al respecto.
Tiro del pelo de Amelia, obligándola a levantar la cabeza. —Mi perrita Amelia, ¿eso sonó como si pensara que debería permitirte correrte?
—No...— La respuesta de Amelia es casi un sollozo.
—De acuerdo. Intentémoslo otra vez, ¿vale?— Suelto el pelo de Amelia y su cabeza cuelga hacia la cama. —Liam, ¿crees que esta putita merece correrse? Tu respuesta determina su destino.
Liam aparta su mirada de la mía y casi susurra: —No.
Amelia levanta la cabeza como sorprendida, y yo me río y le doy una palmada en el culo, haciéndola saltar. —Bueno, supongo que tu marido no cree que te merezcas un orgasmo. Veamos qué otro agujero quiero usar antes de pedírselo otra vez.
Amelia gime y baja la parte superior de su cuerpo hacia la cama, obligando a sus nalgas a abrirse más, tentándome. Pero tengo otros planes para ella.
—Pequeña, ponte de rodillas en el suelo. Es hora de que le muestres a tu marido lo profundo que puedes tomar mi polla.
Miro a Liam mientras Amelia se arrastra fuera de la cama y se arrodilla ante mí. Está sonrojada y su piel brilla bajo la suave luz. Una de las cosas que más me gustan de ella es que es suave y blandita en todos los lugares adecuados, y podría perderme en sus pechos. No sé si ella se da cuenta de lo fabulosas que son sus tetas. Podría devorar esos globos firmes y suaves, y tengo planes para empujarlos juntos y frotar mi pene entre ellos hasta salpicarle la cara con mi leche. Pero eso no es para hoy.
Liam se acerca al extremo de la cama como si buscara una vista mejor, y yo lucho contra el impulso de llamarle buen chico. Liam me sorprende cuando dice —no— para que se corra Amelia. Me gusta ese tipo de juego de poder con dos, y si Liam acepta lo que él y yo sabemos que siente en el fondo, podría ser una dinámica muy divertida.
Cuando Amelia abre la boca y saca la lengua, casi gimo. Mi deseo de controlarlos a las dos me embriaga, y puede que no dure tanto como esperaba, pero quiero volver a acariciar a Liam al menos una vez más.
Miro a mi ansiosa sumisa y la sed de sus ojos decide cómo quiero que acabe esto. Después de todo, no tendrá que suplicar si se porta bien. —Pequeña, voy a usar tu boca hasta que me corra. Si te tragas hasta la última gota sin perder nada, te dejaré correrte después. ¿Trato?
Ella asiente, manteniendo la lengua fuera.
Giro la cabeza hacia Liam. —¿Te parece justo? Se merece la oportunidad de llegar al orgasmo, ¿no?
Me sonríe, agarro la base de mi pene y acerco la punta a la boca de Amelia.
***
Liam
Mientras la gruesa vara de Henry presiona la boca de Amelia, me sorprende lo excitado que estoy. Suponía que sería un observador casual, como viendo porno, pero que Henry me hable y me haga partícipe del proceso me emociona inesperadamente. Lo que ninguno de los dos sabe es que ya he visto lo profundo que Amelia puede llegar a meterse una polla, pero tener una vista de cerca es más excitante que mirar por la ventana.
Henry desliza su polla por la garganta de Amelia hasta que su nariz está en su vello púbico y veo cómo trabaja su garganta antes de que él se retire y ella jadee. La habitación da vueltas mientras un golpe de deseo me golpea las tripas. No sé lo que estoy deseando, pero ver a mi mujer chupar a otro hombre es increíblemente excitante.
Henry folla la boca de Amelia con movimientos largos y lentos. No la penetra tan a la fuerza como la primera vez, pero como es tan grueso, ella tiene que esforzarse para tragárselo casi todo. Llevo todo el rato empalmado y mi polla se retuerce en los calzoncillos. No puedo resistir la tentación y agacho la mano para acariciármela.
Con mi primer roce, Henry gime fuerte y me doy cuenta de que me está mirando a mí y no a Amelia. Él y yo nos miramos mientras me froto, y él acelera la follada de la boca de Amelia mientras ella gorjea feliz alrededor de su polla. Cuando se pasa lentamente las manos por el pecho y los brazos, me viene a la mente la imagen de mí haciéndole eso a él en su lugar y lucho contra el impulso de estirar la mano.
Pienso que debería imaginarme en el lugar de Henry, pero me viene a la cabeza una visión mía de rodillas con Henry follándome la cara y me ruborizo. Ojalá me atreviera a sacarme la polla y acariciarla hasta correrme al mismo tiempo que él. No lo habíamos hablado antes, y me entran ganas de pedir permiso, lo cual es extraño. No quiero hacer nada que estropee lo que está pasando, así que guardo silencio.
Henry cierra los ojos y mete las manos en el pelo de Amelia, obligándola a quedarse quieta mientras él la aprieta con fuerza contra la boca. Gime con fuerza al correrse, y sus nalgas se flexionan mientras se retuerce contra los labios de ella. Amelia hace ruidos de excitación alrededor de su pene, y me doy cuenta de que le encanta el trato duro. Cuando Henry termina de descargar en la garganta de Amelia, abre los ojos y vuelve a mirarme. Todavía está dentro de su boca y puedo ver que ella le está dando vueltas con la lengua y que su garganta está tragando.
—¿Mi muñequita perdió algo de mi semen?
Miro la boca de Amelia y bajo por su pecho antes de contestar. —No, se lo ha tragado todo.
—Las chicas buenas se merecen un capricho.
Henry roza el lado de la mejilla de Amelia suavemente con sus dedos mientras se retira de su boca. —Túmbate boca arriba y abre las piernas.
Amelia no pierde el tiempo y se sube a la cama, tan ansiosa como antes por ponerse de rodillas. Cuando abre las piernas, se le ve el coño hinchado y me dan ganas de probarla a ella en vez de a Henry. Pero vuelvo a quedarme callado.
Ha retrocedido lo suficiente como para apoyar la cabeza en una almohada y Henry tiene que arrastrarse por la cama para llegar a su v****a. Ella gime cuando él se inclina y usa las manos para separar sus pliegues y llegar a su clítoris. No puedo ver lo que pasa porque la cabeza de Henry está en medio, pero me doy cuenta de que ha encontrado el clítoris por el fuerte jadeo de ella y la forma en que sus caderas se agitan contra él.
No duda en comérsela, lamiéndola y saboreándola. Es un comilón ruidoso, y los sorbidos mojados y los murmullos de placer de Amelia hacen que se me nuble la cabeza. Mientras Amelia hace más ruido y se agita, Henry le mete dos dedos y sigue chupándole el clítoris mientras la folla con los dedos.
Necesito correrme tanto como ella y, de repente, me doy cuenta de que no me siento cómodo corriéndome mientras esto ocurre porque no siento que tenga permiso. Mis opciones son acariciarme y hacerlo, preguntar si puedo, o no tocarme en absoluto. No me atrevo a hacerlo sin preguntar, pero estoy congelado y no puedo hacerlo. Me duele cuando Amelia llega al límite y grita al correrse. La cama vibra mientras ella se sacude violentamente por la fuerza de su orgasmo, y saber que ha sido fuerte hace que mi necesidad sea aún mayor.
Henry se arrastra hasta la cama junto a ella y se tumba de lado frente a mí, tirando de ella hacia él y acurrucándola. Estoy en estado de shock y no sé qué hacer, pero la intimidad de las caricias me hace ponerme en pie.
Mi voz es ronca cuando hablo. —Gracias por dejarme mirar.
Amelia murmura —Te amo— hacia mí, pero está demasiado ida para decir mucho más.
Henry sonríe, con la cara brillante por los jugos de mi mujer, y me guiña un ojo. —De nada.
Quiero huir de la habitación, pero me obligo a caminar despacio para que no parezca que estoy huyendo. Renuncio al cuarto de baño principal, subo las escaleras hasta el apartamento libre que tenemos y me siento en la tapa cerrada del retrete del cuarto de baño. El corazón me late deprisa y me falta el aliento. Necesito correrme.
Me saco la polla de los calzoncillos, saco un par de pañuelos de una caja que hay en la encimera e imagino la cara de Henry mientras le follaba la boca a Amelia. A las pocas caricias, gimo y me corro tan fuerte en los pañuelos que casi me desmayo. Me agarro al borde del tocador, tambaleándome. Mierda.
No estoy seguro de cuánto tiempo permanezco allí sentado, pero al final mi ritmo cardíaco disminuye. Aún no estoy listo para salir del baño y mis pensamientos se arremolinan. Tiro los pañuelos a la basura, sabiendo que es Amelia quien la vacía. Una parte de mí quiere que sepa lo afectado que estaba. Estoy medio avergonzado por lo fuerte que me corrí pensando en Henry, y medio deseando más. ¿Qué me está pasando?