Liam
Cuando Amelia me dice que Henry viene el jueves, le digo que le invite a comer el miércoles, si está libre, para que podamos hablar. No sé qué quiero conseguir, pero la esperanza es que pueda sentirme cómodo con Henry y quizá pueda trabajar tranquilo el jueves sin pensar en ellos en nuestra cama follando como animales salvajes.
Amelia dijo que a Henry le parecía bien que volviera a mirar el sábado, pero ¿y si yo quisiera hacer algo más que mirar? Si tengo un momento para sacar el tema durante la comida, creo que hablar con los dos a la vez sería lo mejor. Hacer que Amelia sea la intermediaria con Henry no funcionará a largo plazo, así que necesito establecer una amistad con él.
Ojalá supiera lo que quiero. Cada vez que pienso en Henry y Amelia, se me revuelve el estómago. No sé qué me satisfaría. ¿Quiero que jueguen sin mí o quiero que eso esté fuera de mis límites? ¿Por qué cuando estoy cerca de Henry se me seca la boca? Estoy seguro de que otra reunión no lo aclarará todo, pero será un paso en la dirección correcta.
Henry trabaja en turnos de diez horas y tiene un día libre rotativo cada semana. Dijo que podía hacer la cena en su lugar ya que el miércoles era su noche libre esta semana. No creo en los seres divinos, pero Amelia parecía encantada de que el universo supiera que necesitaba la noche libre. No quiero ser pesimista, ya que parece muy contenta, pero cada vez que dice que es cosa del destino, me dan ganas de discutir con ella que eso no existe. Como no quiero pelearme con ella por una estupidez, me muerdo la lengua y deseo que termine la cena para que mi ansiedad disminuya.
Para cenar esa noche, Amelia prepara salmón con arroz salvaje porque es fácil de hacer pero tiene un aspecto impresionante. Cuando Henry llega a casa, ya estoy enfermo del estómago y no estoy seguro de cuánto podré comer. Amelia me pide que abra la puerta cuando suena el timbre y quiero decirle que no. Pero, por supuesto, no lo hago.
Henry me sonríe cuando abro la puerta y se me cae el corazón. Mierda, es guapo. Me lo recuerda cada vez que lo veo la sensación de agitación que siento en las tripas. No es habitual que me sienta tan atraído sexualmente por un hombre. Alguna vez me ha pasado, pero pocas veces y nunca cuando podía sacar algo de ello. Lo miro fijamente, con la lengua trabada.
Después de lo que parece una eternidad, Henry pregunta: —Liam, ¿puedo pasar?
Siento que mi cara se sonroja y espero que mi bronceado lo disimule. —Sí, claro, por favor.
Doy un paso atrás para que pueda pasar a mi lado, y el aroma de su colonia me golpea y me hace querer acercarme más a él e inhalar su fragancia por completo. Quiero saber cuánto es él y cuánto es colonia. Hace una pausa cuando está a mi lado y no se mueve. Me cuesta mirarle a los ojos, pero cuando lo hago, me está estudiando. Abre la boca para decir algo, pero Amelia llama desde la cocina.
—Hola chicos, la comida está lista.
Sonríe en cambio y se dirige hacia la cocina mientras yo le sigo. ¿Qué me va a decir?
Amelia es todo sonrisas y risitas, claramente disfrutando de tener a sus dos hombres con ella. No dejo de ver a Henry mirándome con el rabillo del ojo y noto una tensión en el aire entre nosotros. No está enfadado conmigo, así que no sé cómo interpretar lo que siento. Amelia parece ajena a ello y se comporta como siempre, adorable. Es muy manoseadora con los dos y, cada vez que pasa cerca de uno de nosotros, arrastra la mano en una suave caricia, a veces por su hombro, a veces por mi espalda, pero siempre tocando a quien tiene cerca.
Ayudamos a servir nuestros platos y todos vamos al comedor. Ella bajó las luces y encendió velas de nuevo, y de repente me siento como si estuviera en una cita con dos personas. Bueno, esta cena se ha vuelto incómoda. Ya no puedo hablar más con ellos en el dormitorio desde que ella organizó la cena como un trío romántico.
Intento evitar la mirada de ambos mientras me siento, deseando que el suelo se abra y me trague entero. Ha sido una idea horrible, y me planteo declararme enfermo justo cuando suena el móvil de Amelia.
—Mierda, es trabajo. Tengo que cogerlo.
Amelia se lleva el teléfono a la cocina, lo que empeora las cosas porque ahora estoy solo con Henry. Comemos unos bocados en silencio, pero sigo esperando que me diga algo. Siento que quiere hacerlo, y la expectación de esperar a que diga lo que sea hace que no pueda relajarme.
La voz de Amelia suena claramente desde la cocina.
—¿John no puede entrar? Tengo visita.
Mierda, ¿la llaman del trabajo? Es la encargada de las llaves de la tienda, y siempre tienen que tener a una persona allí en todo momento que sea la encargada de las llaves. A veces la llaman para una emergencia, pero rara vez.
Amelia asoma la cabeza en el comedor. —Chicos, tengo que ir a trabajar un par de horas. Carter se ha caído por las escaleras y se ha roto el brazo, y soy su única opción.
No me gusta que se vaya, pero Carter es uno de sus compañeros favoritos. Lo he visto varias veces y siempre es amable y servicial.
—¿Se va a poner bien?— Le pregunto mientras limpia su lado de la mesa.
—Sí, creo que sí. Pero tiene mucho dolor ahora y los analgésicos hacen que no pueda trabajar.
No le pregunto qué hacía John que no podía ir en su lugar. Lo averiguaré más tarde, ya que estoy segura de que Henry no tiene ningún deseo de oír hablar de sus compañeros de trabajo.
—¿Les parece bien terminar de cenar sin mí? Calentaré mi salmón cuando llegue a casa—. Se está poniendo el abrigo mientras habla.
¿Tenemos alguna opción? No puedo ser grosero y echarle.
Intento tranquilizarla. —Sí, estaremos bien. No te preocupes.
Se acerca a mí y me da un beso en la frente. —Te veré después de cerrar.
Se vuelve hacia Henry y me pregunto cómo se despedirá de él. Espero a medias que le bese, pero no me besó en los labios, así que la otra mitad de mí no quiere que le muestre más afecto del que me mostró a mí.
—Amelia.— La voz de Henry es firme.
—¿Sí, señor?
—Quiero que encuentres tiempo para arrodillarte en algún sitio durante tres minutos cuando estés en un descanso y hagas una foto. Envíanosla a Liam y a mí.
Me detengo a medio masticar un trozo de salmón y mi polla se pone rígida. Vale, eso es excitante. Ponerme cachondo me hace caer en barrena y estoy mareado y respirando entrecortadamente.
Amelia se agacha, besa a Henry en la frente y susurra: —Sí, señor.
Nos despide con la mano y, cuando la puerta se cierra, la casa está demasiado silenciosa. Siento que me falta el aire y bebo un sorbo de agua para ver si me tranquilizo. No sé qué está provocando esta reacción. Tengo miedo de lo que vaya a hacer Henry ahora que Amelia se ha ido y, sin embargo, sigo esperando algo y casi anhelando lo que sea. La sensación de falta de aire se convierte en pánico y temo desmayarme. Parece que no puedo respirar hondo.
—Liam, mírame.
El tono autoritario de Henry rompe la alarma y le miro a los ojos.
—Voy a contar hasta diez, y tú te vas a relajar. ¿De acuerdo?
Sólo puedo asentir con la cabeza.
—Diez. Sientes que se te afloja el pecho.
No, no, no es así. Pienso para mis adentros que esto no funcionará.
—Nueve. Respira hondo una vez.
Mis pulmones se expanden y puedo respirar hondo.
—Ocho. Sientes que tu trasero toca la silla, que te centras.
Noto la silla debajo de mí. Es bueno en esto.
—Siete. Sientes que tu cuerpo se relaja.
Cuando siento una ligera relajación, casi me río.
—Seis. Respira hondo otra vez.
Vuelvo a inhalar.
—Cinco. Tus pensamientos están en calma.
La paz me inunda.
—Cuatro. Siente cómo se relajan el cuello y los hombros.
La tensión de mis hombros se alivia y los relajo hacia abajo, alargando el cuello.
—Tres. Ya puedes respirar con normalidad. Nada te estresa.
Tiene razón. Estoy respirando normalmente. Aunque sobre ese estrés...
—Dos. Estás feliz, relajado y listo para disfrutar de la noche.
Diablos, lo necesito cerca cada vez que estoy ansioso. Su cuenta atrás hizo maravillas.
—Uno. Dices, Gracias, Henry.
Oh. Me congelo un momento y mi cerebro tiene un ligero zumbido. Oigo mi respuesta como desde muy lejos.
—Gracias, Señor.
***
Henry
Cuando Liam me llama Señor, siento un intenso subidón de inmediato y tengo que luchar contra el impulso de llamarle buen chico. Ni siquiera estoy seguro de que Liam se dé cuenta de lo que ha dicho. Ahora está relajado, y lo veo coger el tenedor y empezar a comer de nuevo, como si no hubiera pasado nada. La necesidad de dominarlo y darle órdenes es difícil de resistir, pero no soy el tipo de persona que empezaría a dar órdenes a alguien sin discutirlo antes, sobre todo porque Liam parece no ser consciente de lo que ha hecho.
No sé por dónde seguir. Esta noche acaba de dar un giro inesperado y no sé cómo corregir el rumbo. Hablar de Amelia parece ser la ruta segura mientras ordeno mis pensamientos.
—Amelia dijo que querías ver el sábado.
Liam traga saliva antes de responder. —Sí, si te parece bien.
Supongo que Amelia ya le había dicho que me parecía bien, así que el hecho de que me pregunte si me parece bien vuelve a despertar mi lado dominante. Si hubiera añadido un —señor— al final de su comentario, habría sido exactamente lo que esperaba que dijera mi sumisa Amelia.
—Sí, está bien.
De repente, no estoy muy seguro de querer estar cerca de Liam sin llegar a algún tipo de acuerdo con él. Me está provocando demasiado y no quiero estar luchando para controlar mis impulsos hacia él mientras estoy mentalmente comprometido por haberme tirado a su mujer. Es hora de ser franco.
—Liam, ¿quieres más?
Sus ojos se abren de par en par y tropieza con las palabras. —¿Más?
Liam deja el tenedor sobre la mesa y parece sonrojado. Me mira de reojo, incapaz de mantener el contacto visual. Su reacción consolida un plan en mi cabeza. Me reclino en la silla y le sonrío con indulgencia mientras él estudia su tenedor y juguetea con él.
—Liam.
Me mira de nuevo.
—Sé que has estado pensando en mí.
Su aguda inhalación me dice todo lo que necesito saber.
—Sé que te he estado inquietando y haciendo que quieras más.
Liam jura en voz baja: —Mierda—. Dejo de hablar y lo miro en silencio un momento, manteniéndole la mirada cautiva hasta que tiembla visiblemente.
—¿Quieres que continúe?
Se queda callado un segundo antes de responder.
—Sí, señor.