Capitulo 9

1782 Words
Amelia Cuando le envié un mensaje a Henry para decirle que Liam quería conocerle, la respuesta de Henry fue entusiasta y alentadora. Parecía dispuesto a ayudar a Liam a sentirse cómodo con nosotros juntos, lo que me hace apreciar aún más a Henry. Quedamos en tomar un café el sábado siguiente. No quería tentar a la suerte con Liam, así que Henry y yo acordamos esperar a volver a vernos hasta después del sábado. Es la primera vez que nos saltamos una semana entera, y estoy inquieta y echo de menos el alivio del estrés que supone despejar la mente mientras Henry me controla. Intentamos hacer algunas cosas por mensaje de texto, pero ya no es lo mismo. Ahora que he probado la emoción que siento en la vida real, cualquier cosa en línea palidece en comparación. Sigo sin entender por qué Liam se calentó tanto cuando hablamos de las normas, pero esta semana está preocupado y no me atrevo a preguntarle hasta el jueves por la noche, después de cenar. Estamos limpiando la cocina cuando por fin toco el tema. Me resulta muy incómodo pensar en cómo decir lo que quiero preguntar, así que lo digo de sopetón. —Liam, el domingo pasado, cuando hablamos antes de sentarme en tu regazo, estabas... excitado... Me entretengo y espero que me entienda. Hace una pausa mientras enjuaga un plato en el fregadero, responde: —Sí—, y sigue limpiando los platos. Maldita sea, no me lo está poniendo fácil. —Um, ¿Liam? ¿De qué iba eso? Liam murmura, pero el grifo abierto confunde sus palabras. Todo lo que oí fue —caliente— y —mirando—. ¿Mirando qué es caliente? Necesito una aclaración y trato de ser amable y no enfadarme porque no sea claro. —Liam, ¿puedes apagar eso y mirarme? Cierra el grifo y se da la vuelta, apoyándose en la encimera. Con la mirada fija en el fondo de la estufa, al otro lado de la habitación, no me mira a los ojos mientras se inquieta y se le sonroja la cara. ¿Le da vergüenza? Me preocupa su comportamiento porque no es propio de él. —Cariño, ¿qué está pasando? Arrastra los pies antes de contestar. —Estaba pensando en verte a ti y a Henry juntos. Su respuesta no es lo que esperaba y me deja callada por un momento. —¿Como en la misma habitación mientras follamos?— Soy intencionadamente cruda porque necesito que sea sincero. Finalmente me mira. —Sí. —Ah, vale. Me parece bien. No tengo ni idea de cómo responderle y estoy segura de que la he cagado. Se da la vuelta y empieza a enjuagar más platos y yo ayudo a terminar de limpiar la cocina mientras me zumba el cerebro. Mierda, qué calor. No quiero admitir ante Liam lo de acuerdo que estoy con esta idea, ya que él y Henry aún no se conocen, pero de repente mi fantasía de doble relleno parece mucho más cercana a la realidad de lo que creía posible. Se me revuelve el estómago al pensar en la próxima cita para tomar un café. Ya estaba un poco nerviosa, pero la revelación de Liam acaba de subir la apuesta. Mierda, esta reunión tiene que ir bien. *** Liam Cuando llega el sábado, me siento mal por el estrés y tengo miedo de vomitar en el camino a la cafetería. Sé cómo es Henry, pero tengo que fingir que no sé nada de él. Amelia no me preguntó cómo me enteré de ellos y nunca le di la información. Si a ella no le importa, no voy a admitir que estuve revisando su ordenador. Amelia guarda silencio, pero se retuerce las manos en el regazo, así que me doy cuenta de que también está ansiosa. La cafetería está en una zona muy concurrida de la ciudad, pero tenemos suerte y se abre una plaza de aparcamiento justo cuando entramos. Apago el coche y nos quedamos mirando el edificio. Hace un día precioso, el patio está abierto y Henry nos espera sentado en una mesa a la sombra. La voz de Amelia es suave cuando habla. —Ese tipo mayor con el pelo gris y la camisa azul oscuro es Henry. Hora de hacerse el tonto. —Oh. ¿Cuántos años tiene? —No estoy segura, pero creo que unos cincuenta. No pregunto nada más pero seguimos sin movernos. —Liam, esto no será más fácil cuanto más tiempo estemos aquí sentados. Resoplando, me desabrocho el cinturón. —Tienes razón. Vámonos. Cuando nos acercamos a Henry, noto el momento en que nos ve. Se sienta más erguido y una expresión de recelo cruza su rostro cuando nos acercamos a la mesa. ¿Espera que estalle contra él o es así como se comporta con los demás? Llevo semanas espiando a Amelia y a él a través de las ventanas de su apartamento, así que sé que es amable y gentil, aunque un estricto domador, lo que parece entusiasmarla. Él y yo nos damos la mano y nos presentamos, y siento un cosquilleo en la palma de la mano cuando él roza la mía. ¿Qué ha sido eso? No quiero pensar en lo que acaba de pasar, así que lo aparto de mi mente. Lo evaluaré otro día. Henry ya tiene café, pero Amelia se ofrece a traerme una bebida, y supongo que es una excusa para dejarnos solos unos minutos. Le pido un café con leche y menta y sale corriendo con cara de alivio. Cuando me siento, Henry y yo nos quedamos mirándonos unos instantes. No fue hasta que estuve frente a él que me di cuenta de que tenía preguntas. —¿Sabías que estaba casada? Henry es directo con su respuesta. —Sí. —¿Importó? Esta pregunta hace que Henry haga una pausa. —Sí. Uh, no es lo que esperaba. —Pero aún así te acostaste con ella. —Sí. Henry mueve ociosamente la mano arriba y abajo por su taza, como si estuviera ensimismado, y de pronto me imagino sus dedos acariciándole la polla. Cuando un pequeño escalofrío me recorre la entrepierna y noto que me pongo rígido, me siento inquieto. ¿Qué está pasando? No hay duda de que Henry es un hombre guapo. Lo sabía por sus fotos y por verlo de lejos con Amelia. Pero no esperaba ninguna reacción ante él en persona. Ese hoyuelo en la barbilla es sexy y entiendo por qué Amelia lo encuentra atractivo. En cuanto mi cuerpo responde a él, me ruborizo y me cuesta encontrar su mirada. Miro fijamente la mesa y me froto la nuca. Amelia tiene que volver para poder charlar y darme la oportunidad de recuperarme. Henry por fin me dirige más de una palabra. —No es que esto probablemente importe, pero no habría hecho nada con ella si hubiera sabido que vivían en la misma ciudad. No me siento cómodo teniendo un encuentro en persona cuando el marido no lo sabe. Eso hace que levante la vista hacia él, pero está mirando hacia el café, como si buscara algo, probablemente a Amelia. —Entonces, ¿por qué no lo dejaste cuando descubriste que éramos íntimos? Se vuelve hacia mí. —Ya era demasiado tarde. Tiene una forma de meterse en tu piel sin que te des cuenta. Resoplo, sí, tiene razón. Soy tan devoto de Amelia que estoy aquí sentado tomando café con el tipo con el que me engañó y voy a dejar que follen en mi casa. ¿Qué dice esto de mí? Mi polla se endurece dolorosamente al pensar en ellos follando en nuestra cama, y pienso que tiene que haber algo malo en mí. Odio que esto me ponga cachondo. Henry sigue acariciando su taza y se da cuenta de que sigo su mano. Aparto los ojos, como si me hubiera pillado haciendo algo que no debía, y veo a Amelia sorteando las mesas del interior y dirigiéndose hacia nosotros. La voz de Henry es autoritaria pero tranquila. —Liam, siempre podemos sacar lo mejor de esta situación y dejar que todo el mundo se divierta. Lo miro bruscamente justo cuando Amelia llega a la mesa, y él me mira con un brillo en los ojos y una leve sonrisa. Los latidos de mi corazón se aceleran y una repentina sensación de calor se extiende por mi entrepierna. ¿Me acaba de hacer una proposición? Amelia me pone la bebida delante. —Aquí tienes. Lo cojo y ella se sienta, acercando intencionadamente su silla un poco más a la mía que a la de Henry, y me pregunto brevemente si lo hace para complacerme, pero estoy demasiado distraído con Henry como para pensar mucho en ello. Ya no sé lo que quiero, pero el comentario de Henry me hace albergar la esperanza de que esté dispuesto a que yo esté en la habitación cuando estén juntos, y tengo la repentina determinación de preguntarle a Amelia a ver si está dispuesta. La cabeza me da vueltas mientras Henry y Amelia charlan y conversan. Respondo cuando es oportuno y, cuanto más tiempo pasamos en la cafetería, más contenta está Amelia: animada, burbujeante y en su elemento. Cada vez que echo un vistazo a Henry, me mira intensamente y me dan ganas de retorcerme y sonrojarme. Normalmente no soy un tipo tímido y rara vez me sonrojo, así que no sé por qué Henry saca esto a relucir, pero me siento incómodo y deseo que nos vayamos. Ya lo conozco y parece estar bien. Amelia está obviamente eufórica, así que considero este día un éxito. *** Henry Liam no es lo que esperaba en absoluto, y cuando mi lado Dom reacciona ante él, me sorprendo. Ese rubor suyo es tan jodidamente adorable y tiene un aire inocente que hace que me entren ganas de corromperlo. Cuando anuncian que es hora de irse, me despido pero me quedo en la cafetería. Mientras se dirigen a su coche, cogidos de la mano, no puedo evitar preguntarme si acabo de conocer a mi pareja criptonita. Nunca he respondido a la vez a un marido y a una mujer, y creía tener controlada mi relación con Amelia. Liam acaba de echar por tierra todo el plan. Me acomodo en la silla y apuro el último trago. Intrigado y llena de energía, contemplo el futuro. Nunca me había planteado que Liam participara en nada de lo que hiciera con Amelia, aparte de grabarle algunos vídeos, pero ahora me los imagino a los dos de rodillas con la boca abierta, esperándome. Oh sí, la vida se acaba de poner mucho más interesante.
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