Al iniciar el sábado me levanto llena de energía, me siento emocionada, como en una mañana de navidad. Sé que tiene que ver con que veré esta noche a Alex, la idea causa algo en el fondo de mi estómago e intento mantener los pies en la tierra para no ilusionarme demasiado rápido.
April dice que encariñarse con una persona tan rápido es malo porque ella cree que el golpe de realidad será más duro después, quizá tiene razón, la cosa es que me gusta soñar. Las grandes historias de amor, de superación o de cualquier clase empiezan por las personas que se permiten soñar y creer que algo bueno vendrá, sólo así la vida puede ser tolerable.
Ambas salimos del departamento temprano por la mañana rumbo al trabajo y hacemos la misma rutina de siempre.
—Por cierto, Dave me dijo ayer que ya compró los boletos de avión para Acción de Gracias, así que le debemos.
—Hay que pagarle de lo que tenemos guardado, porque lo que nos acaban de pagar ya lo gastamos en su mayoría —lamento.
—Dijo que pagó con sus millas, que a la próxima nos tocaban los boletos y ya.
—Espero que le hayas dado las gracias —y rezo porque se haya portado bien con él, porque Dave siempre ha sido bueno con ambas.
—No soy una maleducada —y reconozco que también eso es cierto—. Le di las gracias. También me dijo que invitó a Mateo a ir a la casa, le compró un boleto ya. Parece que será su primer Acción de Gracias y no quiere que se quede solo.
—Está bien ¿no? Nadie debe pasar su primera Acción de Gracias solo y mi mamá va a estar encantada de tener más gente —llegamos a la cafetería que aún tiene su letrero de “cerrado”, pero entramos haciendo caso omiso de él; Helen ya está cambiando las flores de los jarrones en las mesas y sonríe cuando nos ve—. Buenos días, Helen. Dejamos nuestras cosas y nos ponemos a ayudar.
—Buenos días, hermosas. Necesito que saquen las tartas de la nevera y las pongan en el mostrador, no me dio tiempo de preparar el café así que también háganlo, por favor.
—A la orden, capitana —dice April.
Ambas nos vamos a la parte de atrás para colgar nuestras cosas y ponernos los delantales.
— ¿Te agradó Mateo? —pregunto por curiosidad, aligerando el tiempo en la cocina—. Ayer no discutimos eso.
—Pues no sé, no hablé mucho con él.
—A mí me cayó bien —digo con sinceridad—. Es divertido y no sé… es muy… mexicano —me mira con una expresión de confusión y extrañeza—. Ya sabes…. Dave siempre habla de que lo que más extraña de México es la gente, dice que son muy divertidos.
—Dave sólo vivió en México hasta los nueve años —observa y se burla de mi argumento, yo la empujo, mientras saca la cafetera de su lugar—, no sé si confiaría en su criterio. Además, estás suponiendo que Mateo es de cierta forma sólo por su nacionalidad y eso es un estereotipo estúpido y suena un poco racista, Issa.
—No suena así —me da una de sus largas expresiones, donde sabe que tiene la razón y que podría derribar cualquier argumento con unas cuantas palabras más, pero su silencio es peor aún—. Bueno sí, fue estúpido lo que dije, pero en ningún momento quise ser racista. ¡Y no dije nada malo de él, al contrario!
—Ah, eso es independiente. Yo sólo señalé que era un estereotipo. Aunque igual creo que es divertido.
—Entonces, no me molestes más.
Me saca la lengua en una rara imitación infantil y nos ponemos a trabajar.
Para las seis de la tarde, una hora antes de salir, April se acerca a mí y, como no hay ningún cliente, nos sentamos en una mesa cerca de la ventana. Está extasiada, casi como cuando está a punto de ganar un papel protagónico en alguna obra o cuando se sube a los juegos de algún parque de diversiones.
— ¡Adivina quién es el papá de Alex!
—No sé y no quiero saber ¿Cómo lo sabes tú siquiera? —pregunto, y no sé si asustada de ella o impresionada.
—Lo busqué en f*******: —responde como si nada, señalando el teléfono en su mano y sonriendo—. ¿En serio no quieres saber? Porque esto es una bomba.
—No, en serio.
Porque ¿cuál sería el chiste de hablar por primera vez para conocerlo si yo ya lo sé todo de él? No es como si enamorarse fuera cosa de buscar en un catálogo, viendo el mejor producto y al mejor precio. Enamorarse es andar a ciegas, tentando las virtudes del otro y chocando con los defectos, pero manteniéndote ahí, sin importar qué.
—Tú te lo pierdes —rueda los ojos y se pone a ver su teléfono otros minutos, yo hago lo mismo, deseando que la hora de salida llegue más rápido. De pronto, baja el teléfono y su cara es seria y no sólo lo finge como otras ocasiones—. Mi maestro de Introducción al Discurso Audiovisual cree que puede conseguirme una pasantía para un trabajo en un show de televisión en vivo.
— ¡Eso es grandioso! Es grandioso ¿Cierto?
—Sí, bueno, no es seguro, apenas verá si puedo entrar. Sería como asistente o algo más bajo, no lo sé, pero él cree que puede ser una introducción para mí…
— ¿Ahora el plan es hacer televisión? —pregunto.
—No, el plan sigue siendo teatro, pero de alguna forma sería un aprendizaje más y sirve para currículum. Sé que no es lo mismo, pero es algo.
—Por supuesto que sí, debes hacerlo —la aliento, porque no estoy segura del por qué no se ve convencida.
—Si lo hago, me pagarían, el sueldo mínimo claro, pero sería confiable. La cosa es que sería las tardes de lunes a viernes, el programa es a las siete, creo, pero ocuparía toda mi tarde y no podría trabajar aquí… contigo.
De modo que eso es lo que le molesta: decirme que tendría que dejarme en el trabajo que empezamos juntas. Le sonrío con tanto cariño. April no es una persona que oculte sus sentimientos, sólo los cuida de los desconocidos, pero yo sé que tiene un corazón enorme y que las pequeñas acciones que hace sin pedir nada son una muestra de ello.
—April, eres otra hermana para mí, pero no somos siamesas. Tú debes tomar el camino que te lleve a la cima que te espera —ella mueve la cabeza en forma coqueta y pone una mano debajo de su barbilla, encantada con los halagos—. Toma las oportunidades que lleguen, esto sólo es un trabajo y no porque no lo hagamos juntas, dejaremos de ser unidas.
— ¿No te molesta? —pregunta, sonriendo.
—Claro que no, quizá después seas una famosa de la televisión.
—Ya te dije que el plan sigue siendo hacer teatro —se queja. Me lanza un beso ruidoso desde su lugar y se pone de pie—. Lavaré todos los trastes hoy, sólo porque te quiero.
—Siempre los lavas, de todos modos.
Cosa que yo disfruto mucho.
La observo darme la espalda e irse, por ahora porta un mandil de mesera, pero no dudo que en un futuro ella llegue a ser una estrella. Tiene el talento, la inteligencia y la capacidad de subir en donde sea que quiera; incluso podría ser aún más fácil para ella por lo bonita que es. Su único defecto artístico es que es un poco pequeña, pero es hermosa físicamente: su cabello rizado no es sólo rubio, es como un platinado, y siempre lo tiene bien cortado a la altura de sus hombros, sus ojos azules son como el color del mar y su delgado cuerpo tiene más curvas de las que ella merece.
No estoy celosa, he de aclarar, sólo digo que para ser mi prima no tiene nada de la sangre que compartimos mi mamá, mi hermana, mi tía y yo. No somos difíciles de señalar. El cabello café y lacio sin chiste es una de nuestras características, excepto mi hermana que lo tiene rizado como April, pero todas somos en extremo delgadas y sin demasiados atributos, somos altas, eso sí, pero ojos marrones y sin magia. Muchas veces le reclamé a mi mamá ese hecho y ella respondía que podría hablar con mi abuela si tanto me molestaba, cosa que no fue un consuelo, dado que mi abuela murió cuando yo tenía dos años. April no se parecía a nosotras, porque su padre, el hermano de mi mamá, le dio la tarea de los bonitos genes a mi tía Bernadette, la mamá de April, que además de hermosa era alemana.
Lo que sea. Da igual, si April sube a la cima, yo le aplaudiré desde donde sea.
Ya por la noche, es extraño que yo esté dos días seguidos en el mismo Club porque ni siquiera salgo dos veces seguidas en la semana. Pero esta noche no se siente como que venga a bailar o tomar, se siente como una primera cita… aunque no lo sea.
El lugar está más relajado que ayer, lo que es un consuelo, sigue estando lleno, pero se puede pasar entre la gente sin tener que tocar los cuerpos de todos con el tuyo propio. April está que se hace del baño, así que en cuanto llegamos ella se va a los sanitarios y yo a la barra, donde desde lo lejos puedo ver a Mateo bebiendo solo. Me siento junto a él y a modo de juego dejo caer mi cuerpo sobre su costado para que note mi presencia, se voltea y al inicio me mira como si estuviera loca y creo que pensaba decirme eso, después ve que soy yo la que sonríe y hay un reconocimiento en sus ojos, sonríe de vuelta de una forma que yo no quería que lo hiciera y toca la punta de mi nariz con un leve toque.
—Mi música debió gustarte mucho para que vengas dos noches seguidas o eres una chica muy fiestera.
—Ninguna de las dos —respondo—. Yo casi no salgo en realidad. Y tú música sí me gustó, pero no vengo por ti.
— ¿Entonces qué haces aquí? —me encojo de hombros e intento no sonreír para no delatarme. Entrecierra la mirada con duda—. ¿Vienes sola o te acompaña April?
—Vengo con ella, pero está haciendo pipí. ¿Te gusta April? —pregunto con curiosidad, porque es muy común que a los chicos les guste, siento que es parte del ritual cuando convivimos con un nuevo amigo.
—No —responde de inmediato y como si esa idea no entrara en su cabeza—. La conocí ayer y, siendo sinceros, no creo que yo sea su tipo ni ella el mío. ¿Por qué haces esas preguntas? ¿Estás borracha?
—Cuando estoy nerviosa tiendo a actuar extraño —confieso y lo lamento, porque me siento como un juguete de cuerda al que tienen agarrado antes de que pueda correr o andar solo, siento que puedo correr un maratón con la energía que tengo—. Como preguntaste por ella yo pensé que quizá…
—No me gusta y ni siquiera intentes emparejarnos, las chicas siempre intentan hacer eso con sus amigas —dice un poco molesto, pero se le pasa en un segundo y vuelve a su estado natural—. ¿Por qué estás nerviosa? ¿Es por mí?
—Ah, las chicas siempre intentan emparejarte con sus amigas a ti —me burlo, haciendo caso omiso de sus otras preguntas.
—Bueno, a mí no, pero en general es algo que hacen las mujeres.
—Claro que no, yo no —le aseguro. Como que no me cree, ya no dice nada y me ofrece tomar de su cerveza, pero rechazo la idea y él le da un trago simple—. ¿Tocarás todos los días?
—No, sólo este fin de semana. Después iremos rotando con otros y va a ir cambiando, para que haya variedad.
— ¿Y es buena la paga? —pregunto sólo por curiosidad al ver que se encoge de hombros y no le da importancia a no tocar diario.
—Tan buena como puede ser, supongo. Pero no es lo único que hago —me explica divertido, supongo que entendió por qué pregunté—. Trabajo de lunes a viernes en una estación de radio, soy como un asistente de sonido o algo así, pero es bueno. Es un programa de música, escúchalo. Está al aire de once a doce de la tarde. Pediré que te manden un saludo especial.
—Nadie ha hecho eso por mí antes —digo, fingiendo estar consternada. Río al ver su cara de odio por no tomarlo en serio, supuestamente—. Claro que lo escucharé. Te gusta la música, pero ¿Qué quieres hacer? ¿Buscas ser famoso con una banda o… qué?
—En realidad sólo busco hacer música —y lo dice de una forma muy sincera, muy relajada, pero con una sonrisa casi tímida en el rostro—. Es lo que me gusta y podría tocar donde fuera, claro que tengo que vivir de algo ¿no? Sólo digo que no busco ser una celebridad o algo así, sólo busco tocar y vivir con ello.
—Pero ¿no te gustaría ser un poco reconocido? Con la banda o quizá como solista, no sé.
—Si la oportunidad llega, claro que la tomo. Si no, buscaré otra forma de hacer música. Muchas de las canciones originales que tenemos son mías, podría buscar una oportunidad como autor, hay muchas formas —bebe un trago más, pero continúa de inmediato—. Y el problema con la banda es que la mitad de los miembros hacen esto por diversión, están estudiando otras cosas y sólo Sebas, el otro cantante, y yo nos queremos dedicar a esto.
— ¿No podrías...?
—Shhh —pone un dedo sobre mi boca y me silencia por completo—. No nos pongamos tan serios, esto se tiene que disfrutar. Al final, todo se acomoda.
Saco mi lengua y lleno su dedo de mi baba, él hace una cara de asco y se limpia sobre mi hombro, riendo cuando intento quitarme y choco con la espalda de un hombre sentado detrás mío.
—Lo siento, fue su culpa —digo.
—Ella lo planeó —dice Mat con total seguridad, mis ojos se abren de par en par y yo ya no me estoy riendo—. Es el que te gusta ¿no, Issa?
—No, no, no —digo una y otra vez, estoy totalmente roja y no sé qué más decir, el hombre nos mira con mala cara y al final sólo se va. Qué vergüenza. Mateo no para de reírse—. Qué tonto eres.
—Tú babeaste mi dedo —se encoge de hombros y sonríe, yo aún me siento muerta por la vergüenza, sólo pienso en lo que creyó el hombre que estábamos haciendo—. Ya pasó, Issa, relájate. A ver, Dave me dijo que estudias pintura ¿no? Cuéntame para que dejes de parecer un tomate.
Me mira como si estuviera loca, es probable que lo esté. Sin embargo, no intento impresionarlo por lo que no me importa. Toma su último trago de cerveza y le sonrío como viejos amigos.
—No estudio pintura exactamente —explico—, son Artes Básicas, vemos pintura, pero también fotografía, dibujo, escultura y grabado. Ya en los últimos semestres puedes inclinarte hacia un área en específico, pero es más que nada para hacer una maestría o investigación, continuar con algo.
— ¿Por qué te inclinas tú?
—Pintura.
— ¿Más como Jackson Pollock o Picasso?
—Ninguno de los dos. Me gusta la época del romanticismo donde las expresiones y los sentimientos son plasmados para contar una historia. Me gusta pintar sobre ello, pero me gusta más investigarlo, hay galerías o con consultores, es un amplio campo, aunque la mayoría de las personas no cree eso.
—Yo te creo, porque es como la música. Nadie cree que realmente vayas a triunfar, te dicen que las posibilidades de triunfar son casi nulas, es ahí cuando los mandamos a la v***a y les demostramos lo idiotas que son todos.
Quizá yo no lo hubiera dicho de esa forma y tampoco entiendo del todo el significado de la palabra que usó, pero sí. Tiene razón. Ya no le puedo preguntar algo o acompañar con un comentario porque April llega a mi lado y no está contenta.
—Te mandé mil mensajes para ver dónde estabas. Hola, Mat.
—Hola.
—Los baños están llenísimos y cuando salí no te vi. Pero adivina a quién vi — dice, poniendo una cara llena de malicia y satisfacción, y no entiendo la razón—, no respondas, no es una verdadera pregunta. A tu galán. Está arriba, creo que va llegando.
Señala las escaleras para integrarse a la pista y, en efecto, Alex baja por ellas y mira en varias direcciones, menos en la que estoy, lo cual odio un poco. Por Dios, él brilla tanto y destaca entre toda la multitud, no hay forma que de mi corazón no lo oyera o que mis ojos no lo sigan.
—Ah, él es tu galán —observa Mat—. No me sorprende, eres una romántica y él fue tu caballero de radiante armadura, las chicas siempre se quedan con el príncipe azul.
Lo dice en burla, por lo que le doy un golpe leve en el brazo, aunque suena más fuerte de lo que quise y me disculpo, sobándole un poco.
—Tiene razón, eres una romántica y confiarías en Alex aun cuando no lo conoces.
—Por eso estarás aquí conmigo —le digo yo, sonriendo.
—No quiero ser el mal tercio.
—Ya me voy —dice Mat, creo un poco harto de una plática de chicas. Se baja del banco y comienza a irse, luego se detiene y, como si no le quedara otra opción, pregunta:— ¿Quieres venir, April? Iré con la banda, creo que la novia de Sebas también estará ahí —April parece pensarlo, yo le digo que sí con la cabeza, porque así podrá divertirse también, pero estoy jurando que sólo lo duda por una persona—. ¿Qué?
— ¿Está Dave con ustedes?
—No, no vino. Vamos, no me estoy haciendo joven. Te quedarás sola si no vienes o podrás ser la que impida que Issa tenga una noche de ligue exitosa.
—No es una noche de ligue —digo, con mi cara ardiendo.
—Estaré con ellos —me dice April, viendo cómo Mat se aleja un poquito más cada segundo que pasa—. Me avisas cuando quieras irte.
Nos lanzamos un beso desde lejos y ella se va.
Ahora estoy nerviosa. Sé que Alex está cerca, yo ya lo he visto y quizá la mejor opción es que sea yo la que se acerque a él y lo busque, pero no me atrevo. Me doy la vuelta para que nadie me vea y pienso si ir o no, mientras me cepillo varias hebras de mi cabello con mis dedos, cuando siento (estoy segura) de que Alex está detrás mío. Intento no tener la espalda tan encorvada, pero sin que sea obvio que quiero arreglar mi posición para él. Lo mejor que puedo, me vuelvo a dar la vuelta, esta vez hacia su dirección.