Durante la mañana y la tarde del domingo Alex se pone en contacto conmigo por medio de mensajes y ahí descubro que es alguien muy mañanero y le gusta salir a correr con frecuencia, también le encanta adularme y decir palabras muy bonitas. No dejamos de mandar mensajes todo el día y eso hizo que mi ensayo de cinco cuartillas me llevara mucho más tiempo del esperado.
Eso y la larga plática con April sobre mi salida con Alex, detalles incluidos y toda la cosa, me quitó todo el día, pero no me arrepiento de nada. Mi queridísima prima no estaba muy contenta con Alex y por supuesto no está fascinada como yo, se mostró muy recia con lo que le conté y después se la pasó un buen rato en el teléfono buscando más sobre Alex en las r************* . Lo sé porque en la casa no usa los lentes de contacto y a través de sus redondas gafas podía ver el reflejo de la pantalla.
—Bueno, conclusión: es un buen tipo, pero nadie es perfecto. Sólo no andes con los ojos cerrados ¿Sí? Siempre hay que tener nuestras reservas —fue el comentario final que me hizo.
Al día siguiente, lunes, despierto como cualquier mañana: cuando la alarma suena, no antes, pero quizá sí un poco después, me ducho en los quince minutos que April no considera que sean tan aberrantes (a comparación de los siete que se tarda ella), me cambio con lo primero que ven mis ojos, me sirvo una gran taza de café que se termina muy rápido para mi gusto, tomo mi mochila y guardo lo necesario y agrego algún material extra o, como hoy, tomo la cámara para tomar las fotos para la clase de fotografía en especial; a las ocho con quince minutos salgo del departamento.
Unos poco más tarde estoy esperando pacientemente la llegada del metro, el cual no tarda demasiado. Subo al vagón y como no hay lugares vacíos, me quedo de pie agarrada del tubo central.
Estoy perdida en mis pensamientos, muchos de ellos no son tan importantes, ni siquiera ha pasado una estación de metro cuando siento a una persona poner su mano sobre la mía en la barra de arriba. Mi corazón se acelera con miedo, pero inmediatamente la cara de Mat se coloca a la altura de la mía y se ríe, quita su mano y la mía queda libre.
—Ahora sí creo que me estás siguiendo —me dice.
—Tú eres el pervertido que puso su mano sobre la mía —reclamo, aunque no estoy enojada.
—Fue algo muy inocente, exagerada. No quería asustarte.
—Está bien. ¿A dónde vas? ¿O tú me estás siguiendo a mí?
—Sí, la verdad sí. Es que estoy enamorado de ti desde el segundo en que mis ojos se cruzaron con los tuyos —un tubo en medio del vagón nos separa, para las personas que pueden estar observando debe parecer una escena muy romántica, porque incluso Mat sonríe de manera abierta, pero yo sé que se está burlando de Alex y yo—. ¿Acaso no te sientes del mismo modo?
—Lo único que siento es un deseo de alejarme de ti lo más posible —toco su cara con suavidad y después le doy una bofetada muy suave, jugando. Él se ríe y finge que le dolió—. Ya deja de seguirme, por favor.
—No te sigo —asegura, ya hablando más en serio—. Vengo de varias estaciones atrás, te vi subir y decidí que podía complacerte con mi compañía.
— ¿Tomas siempre esta ruta? —él asiente y yo abro la boca sorprendida—. ¡Yo también! Y nunca nos habíamos visto, ahora todas las mañanas tú vas a tener el placer de mi compañía.
—De verdad me encantaría —y ahí está de nuevo, esa tonta expresión en su cara que me hace sonrojar de un rojo intenso—. Te paso mi dirección…
—Ay, qué tonto eres.
— ¡Ay! —me imita con una muy mala voz—. Sabes que estoy jugando, Issa. En serio, la mitad de lo que digo es broma.
—Lo sé, me caes muy bien —le aseguro con total sinceridad. Él sonríe con amabilidad y yo escucho una música muy alta, veo sus beats colgados en su cuello y me da miedo la fuerza con la que se escucha su música—. Te vas a quedar sordo, está súper alta la música.
—La música así debe escucharse, Issa. Alta y sin ruidos externos, porque sólo así va a entrar a tu sistema.
—Artista y además poeta, quién lo diría. Y eso que te ves como un gigoló.
— ¿De dónde crees que saco dinero para vivir aquí?
Me guiña un ojo y se quita los beats, me los coloca en mis oídos y estoy unida a él y su celular por un cable. Dice algo más, pero de verdad que no lo escucho con el alto volumen de la música. Aunque no es mala, está en español y no la conozco, tampoco entiendo toda la letra sólo algunas partes perdidas, pero me sorprende que es una melodía más tranquila de lo que yo esperaba escuchar.
Creí que sería un rock pesado que no me dejaría asimilar el ruido, pero curiosamente me llama mucho más la atención esta música. Me los quita muy rápido, pero creo que sería raro si siguiéramos en la misma posición. Le pone pausa a su música y vuelve a guardar el celular.
—No sé qué decía, pero me gustó. ¿Ese tipo de música te gusta?
—Me gusta la música que expresa algo, sólo eso. Así que, ¿Vas a la Universidad? —le da un toque a mi cámara colgada al cuello y evita el tema de la música por más tiempo, quizá teme sonar mucho más interesante de lo que parece.
—Sí, tengo clase a las nueve. La cámara es para fotografía, aunque sólo tengo que tomar fotos hoy y contar una historia, es para un trabajo para el viernes.
— ¿Y por qué lo haces hoy? Faltan cuatro días.
—Porque tengo que adelantar —lo digo de manera obvia.
—Qué rara eres. Y ¿Cómo estuvo su cita con el príncipe azul?
—Uno: no fue una cita. Dos: bastante bien, hasta que llegaron sus guardias y mi hada madrina y nos dijeron que teníamos que ir a casa.
Se ríe. Y me siento bien por hacerlo reír yo, no sólo él es un stand-up andante.
—Ok, suena como una buena cita.
—Que no fue una cita —insisto.
—Entonces lo que tú quieres para una buena cita es que te recoja en limusina, te lleve flores y vayan a un restaurante elegante ¿no? —se burla.
—Me estás haciendo quedar muy materialista y no soy así, te lo juro —le pongo mi meñique y, después de reírse de mí, junta su meñique con el mío—. No me importan las flores o el lugar, o si llegamos caminando o en metro, sólo… quiero una primera cita.
—También eres de las chicas que duermen con sus citas hasta después de semanas o meses ¿no?
Resoplo, divertida.
—No, pero creo que es una buena idea ¿Tú qué opinas?
—Mmm —se pone el dedo en la barbilla y me observa de arriba a abajo—, sí, yo creo que sí. Hazte a desear más.
—Intentaré tomar eso como un cumplido —y hago una cara muy graciosa donde lo único que sobresalen con mis dientes superiores.
—Y también eres chistosa —agrega al verme, pero después hace la misma cara y yo me echo a reír porque seguro nos vemos patéticos ahí dentro—. Esta es nuestra parada, vamos.
Me giro hacia la puerta y lo siento detrás de mí, no es hasta que salimos del vagón y comenzamos a subir las escaleras para ir al piso superior de la estación que me doy cuenta de que jamás le dije dónde bajaba.
— ¡Sí me estás siguiendo! ¿Cómo sabías que yo bajaba aquí?
—Porque siempre bajo aquí, la estación de radio queda a veinte minutos de tu Universidad, a veces cruzo el campus, por eso deduje que bajas aquí.
—Ah —me relajo en forma de juego—. ¿No es raro que nunca nos hayamos visto? Yo siempre salgo a la misma hora, me subo al mismo vagón y tomo el mismo camino.
—Tal vez nos habíamos visto, pero nos habíamos ignorado porque no nos conocíamos. Como dicen en México… los tiempos de Dios son perfectos —se encoje de hombros.
—Pero tú ya sabías de mí y de April.
—Ah sí, pero sólo de nombre. Dave no es que comparta sus fotos o las describa. Eres muy distraída —agrega al tomarme del brazo con fuerza para que no me caiga con el escalón que acabo de tropezar.
—Gracias. Dave es muy protector —continuó. La avenida está muy transitada y todos caminan con la prisa de siempre, yo debería hacerlo, pero normalmente cuando voy con alguien suelo caminar más lento, a Mat no parece molestarle porque va con una pausa muy marcada— creo que es su súper instinto. Sobre todo, con mi hermana Malina, con ella es muy protector desde que éramos más niños.
—Supongo que es así por su mamá —dice, y yo y todos los que conocen la historia de Dave están de acuerdo con él. Mat se encoge de hombros—. ¿Tienes otro hermano, cierto?
—Sí, su nombre es Nathan. Los vas a conocer en Acción de Gracias —le digo animada.
—Sobre eso… ¿Está bien que vaya? Dave fue quien insistió tanto y…
—Claro que está bien, nadie debe pasar Acción de Gracias solo —sonrío—. Además, a mi mamá le encanta tener gente en la casa. Ay, mira —me observa sin entender a qué me refiero, señaló el aparador de una tienda muy pequeña y escondida, donde un suéter de punto gris con líneas irregulares está colgado al frente—. Está muy bonito. ¿Te gusta?
—Es de mujer.
—Lo sé, lo quiero para mí.
—Ah, pues… tú lo vas a usar —levanta las manos y no dice nada más.
Creo que no le gustó, pero a mí me encanta. El precio es lo que no me tiene muy convencida y me decepciona.
—Vámonos, no lo compraré. Tontos regalos para navidad, tonto dinero.
— ¿La palabra más fuerte que dices es tonto?
—No, digo muchas otras.
— ¿En serio? ¿Como cuáles?
— No las voy a decir ahora porque no las siento. ¿A qué hora entras a trabajar? —pregunto.
—Sutil cambio de tema. Entro a las nueve y media.
—Ay, entonces me puedes acompañar hasta mi edificio —coloco las palmas de mis manos debajo de mi barbilla y sonrío—. Por favor.
Mateo asiente y me acompaña, yo voy guiando el camino porque, aunque conoce el campus, no sabe de mis horarios. Son sólo otros cinco minutos de caminata, pero se convierten en diez porque Mat pasa a comprar un burrito en un puesto móvil. Yo insisto en que es demasiado temprano para la cantidad de salsa que usa, pero él sólo dice: siempre he pensado que los americanos son la r**a más débil. No me siento ofendida, sé cómo es y lo mexicano que trae dentro, pero no puedo evitar sentir algo raro cuando los demás a nuestro alrededor se le quedan viendo feo, aunque él ni lo nota o si lo hace no le da importancia.
No es mucho lo que platicamos en ese lapso, sólo le pregunto qué hace exactamente en la radio, pero dice que no es algo importante, se describe a sí mismo como un "jala cables". Me deja en la entrada de mi edificio y me hace una reverencia cuando estoy un escalón arriba de él, en lugar de hacerme sentir especial, me hace sentir muy infantil, pero aun así saco una pluma rápidamente y le toco su hombro derecho con ella, luego el izquierdo y al final su cabeza, dándole mi bendición para que se vaya. Los dos nos reímos, damos media vuelta y nos vamos.
Mi primera clase es grabado, así que cuelgo mis cosas en un rincón y me pongo el mandil de trabajo para no ensuciar mi ropa. Aunque nunca me sirve mucho, porque la mayoría de veces termino manchada en lugares donde ni siquiera imaginé.
—Buenos días.
—Hola, Ella —saludo a mi amiga a mi lado, ella cuelga sus cosas junto a las mías y le ayudo a amarrar los cordones de su mandil—. ¿Buen fin de semana?
—Mmm sí, no hice nada —me río un poco—. Aunque ahora me arrepiento, porque ni siquiera he empezado el proyecto final ni tengo idea de qué hacer.
— ¿Por qué no vas a un lugar que te guste mucho? Ese es mi desbloqueo mental. Ve y relájate, las ideas te van a llegar solas. Ya verás. Además, eres muy creativa y muy talentosa.
Me sonríe de una forma que no entiendo, o tal vez sí, es por mi exceso de palabras alentadoras a una cosa sencilla para ella, creo.
—Gracias, Issa. Eres una incondicional —caminamos hacia las mesas de trabajo—. ¿Ya empezaste con el tuyo?
—Sólo tengo un boceto, quiero hacer una pintura porque el siguiente semestre meteré Pintura del retrato y la quiero con Morgan, pero él es muy estricto y para aceptarte en su clase te pide una pintura, así que mostraré la del proyecto final… dos por el precio de uno ¿no?
—Dicen que Morgan es un maldito, espero que te acepte. Oye, ya hay que salir… no hemos salido, dile a April igual.
—Dijiste que no llevas nada del proyecto y estamos a un mes de entregarlo —le reclamo su cinismo.
—Un día no es nada. Te dejo, las planchas están libres y las necesito. Ahorita te veo.