Las piezas de este juego.

2963 Words
El resto del día es casi igual que los demás, a excepción que me mando unos cuantos mensajes de texto con Alex. Desde ayer en la noche hemos retomado la conversación, las únicas pausas que hemos hecho son cortas a excepción de cuando estamos en la escuela. Antes de que mi última clase acabe, Alex me pregunta a qué hora salgo y le contesto que a la una. Alex: No tuve mi última clase… ¿podemos vernos un rato? Voy por ti.  Yo: Tengo que tomar unas fotos y pensé en ir a Central Park. Vas? Alex: Me encantaría, dónde te veo?  Después de eso la conversación no acaba, él se esfuerza en encontrar otro tema tan tonto como las películas que han sido ambientadas en Central Park. No importa cómo, pero valoro que no deje morir la conversación.  En mi última clase me concentro lo más que puedo, de verdad lo hago, pero cuando escucho vibrar mi teléfono con un nuevo mensaje, sólo puedo tardar uno o dos minutos en contestar. Creo que me estoy haciendo adicta. También me odio un poco por ponerme lo primero que encuentro cada mañana, porque no me parece que luzca en extremo linda, tampoco me veo mal, pero quisiera verme mejor.  En Central Park siempre hay demasiada gente y por eso cuando empiezo a buscarlo me cuesta trabajo encontrarlo, me siento en una banca vacía para no verme tan patética y le mando un mensaje con una foto de lo que veo frente a mí.   Ve mi mensaje, pero no lo responde, así que espero. Y luego lo veo, aún con el teléfono en la mano y viendo a todos lados para encontrar el lugar exacto que le mandé. Me pongo de pie y es ahí cuando me ve, sus ojos son brillantes como siempre, pero hoy se ve aún más guapo de como lo recuerdo.  —Hola.  Estamos los dos de pie uno frente al otro, yo contesto a su saludo de la misma forma y siento que ya no tengo nada más que decir, también siento mi cara arder con vergüenza, pero me alegro que yo no sea la única. Alex se acerca para darme un beso en la mejilla y repite el hola de unos segundos atrás.  —Gracias... por acompañarme a hacer mi tarea —me río un poco, pero soy más nervios que otra cosa. —Al contrario, voy a poder ver a una artista en acción. Permítete, por favor — me toma la mochila de los hombros y la carga para mí.  —No tienes que hacerlo, en serio —y lo digo de verdad, pero tampoco me esfuerzo mucho en recuperar mi mochila, más cuando él ya se la ha colgado de un hombro. —Lo sé, hay muchas cosas que quizá no tenemos que hacer, pero no está mal hacerlas —responde. Nos quedamos de pie sin hacer nada, no es raro porque en este parque pasan infinidad de cosas y hay una gran variedad de personas; así que, sólo disfruto de la profundidad de sus ojos, de las notitas color ámbar que se pueden encontrar en ellos y en la diminuta pupila negra que los hace lucir aún con más color de la mayoría—. Y bueno ¿A dónde vamos? Tú mandas y yo soy tu asistente.  —No soy ninguna profesional, tengo que advertirte —comienzo a caminar y Alex me sigue. Caminamos lento, no tengo todo el tiempo del mundo, pero puedo hacer una excepción por él—. Sólo tengo que tomar unas cuantas fotos para mi clase, se supone que debemos hacer una historia con ellas, que sea real, pero sin que la gente se dé cuenta de que es fotografiada.  — ¿No es acoso? —pregunta riéndose.  —No, porque no se darán cuenta.  —Eso suena lógico. ¿Qué planeas hacer?  —El contraste de las sociedades. En Central Park muchos son turistas o neoyorkinos enamorados, lo que tienen en común es que en su mayoría están disfrutando del día y se puede deducir que tienen una buena posición social o al menos en el rango de lo normal; pero hay una zona en la que hay muchos vagabundos, incluso en las noches me da un poco de miedo ¿sabes? Lo que intento mostrar es cómo en un mismo lugar puede haber personas tan distintas que no se mezclan y que la mayoría del tiempo se ignoran.  —Te preocupas mucho por las personas ¿Verdad? —pregunta con una sonrisa tierna hacia mí.  Tomo la cámara y enfoco su bello rostro, después de tomar la fotografía le respondo.  —No tanto como debería.  Tampoco le digo que la idea me vino a la mente de la noche pasada en su auto, cuando yo estaba muy cómoda desde el interior y no me di cuenta de que alguien afuera sufría por lo que yo estaba disfrutando. Alex sí se dio cuenta y no sólo eso, sino que hizo algo.  Cambio el tema a algo más sencillo como saber cómo estuvo su día, a lo que él responde que mucho mejor de lo que pensó. Su última clase fue cancelada y no le importó demasiado porque esa, seguramente, fue una señal del destino para verme un poco más.  — ¿Tú crees en el destino? —le pregunto, verdaderamente interesada.  —No y sí. Creo que cada quien va forjando su suerte, la verdad, cada quien manipula las piezas de su juego, pero hay ocasiones que la vida te favorece sin que lo esperes y ese es el destino. Es como contigo, yo no manipulé a mi profesor para que no fuera a la clase, pero aun así me trajo aquí. ¿Tú qué crees? —Mmm no lo sé —por un lado, es bonito lo que dice, pero por otro… pienso en cada cosa que he hecho para llegar a donde estoy. Bueno, quizá sí es como Alex dijo, cada quien va moviendo las piezas de su juego, pero entonces es un juego muy injusto—. Yo creo que hay que esforzarnos en conseguir todo lo que queramos —incluso una novia o novio, mi regla es que sólo valdrá la pena si no fue fácil de llegar a la meta; pero es algo que guardo para mí—, tienes que trabajar y buscar las oportunidades, pero no sé si vería a la vida como un juego… piensa en la pobreza, en la maldad, en el odio ¿Qué clase de juego es ese? Tampoco sé si el destino exista, pero ¿Qué hay de aquellos que viven en la calle? ¿Cuándo habrá un golpe de suerte llamado destino para ayudarlos?  Siento una impotencia enorme, cada que una persona me pide dinero en la calle le doy lo que pueda (lo que April ve como un acto de alentar sus vicios), pero yo lo veo como darles una oportunidad más, no me parece justa la vida, pero también sé que no puedo solucionar los problemas del mundo, lo único que nos queda es ser amables, bondadosos y amar a los que nos rodean. —Les llegará un golpe de suerte.  Lo dice para calmarme, lo sé.  —Perdón, debes pensar que soy una loca. Normalmente no soy así de… rara — o la verdad sí, soy rara, pero nada del otro mundo.  —Está bien, Issa. No tienes que ocultarte conmigo.  —Vamos a tomar las fotos porque sólo tengo hasta las tres.  Él ya sabe de mi trabajo, así que sólo le explico que mi turno empieza a las tres y que tenía dos horas para hacer mi tarea. Llegamos al lugar donde yo había planeado hacer las fotos y, en efecto, es lo que yo esperaba: hay dos contrastes en el sitio; lo cual sigue siendo triste, pero no me pongo a llorar ni me pongo rara como hace un rato. Me concentro en buscar los objetivos en el menor tiempo posible. Cuando terminamos, y antes de caminar inconscientemente a la avenida principal, Alex se acerca a cada vagabundo que fue fotografiado por mí sin que lo supieran y les da varios billetes sin pensarlo, ni siquiera les dice algo y ellos tampoco a él, no le agradecen ni lo insultan, sólo se quedan asombrados con su generosidad aparentemente sin motivo alguno. Aunque yo creo saber por qué lo hizo.  Alex es, sin duda alguna, la clase de persona que nunca puso en duda nada sobre su vida, lo tenía todo y a la vez quizá quería más, pero si deseaba algo no tenía que preguntarse si lo podría o no tener, él sólo lo pedía; no lo juzgo por eso, cada quien tiene fortunas diferentes, lo que me gusta es que aún con su gran suerte sigue siendo un chico común, no es pretencioso o muy jactancioso, da a quien lo necesita y ni siquiera se pregunta por ello.  Cuando regresa a mí, le sonrío con verdadero cariño y agradezco el gesto por aquellos que no lo hicieron, le digo que es una muy buena persona, pero él no parece escuchar ese cumplido y se limita a incitar que continuemos caminando.  Así que, le pregunto sobre las ciudades que ha conocido y él me habla de ellas. Ha explorado bastante porque sus padres han viajado mucho, dice que no es algo que le encantara cuando era pequeño, pero que no está mal si pensamos en las otras posibilidades que pudo haber tenido su vida.  — ¿Hablas seguido con tus papás? —pregunto, esperando no molestarlo.  —No mucho, la verdad. Cada quien tiene sus cosas. ¿Tú con tu familia sí?  Cambia el tema hacia mí, se ve bastante incómodo cuando habla de sus padres así que decido no presionar ni meterme donde no me han llamado.  —Intento que así sea. Mi mamá creció en una familia muy hogareña y mi papá al ser hijo único tenía ese mismo deseo, nos educaron así. A veces le puede parecer algo muy raro a las demás personas, pero a mí siempre me ha gustado. Intento ir siempre que hay ocasión.  — ¿Irás la siguiente semana a Acción de Gracias?  —Sí, ya cuento los días. Me voy el miércoles en la noche y regreso el domingo en la noche. ¿Qué hay de ti? ¿Irás a casa o te quedarás a ver el desfile en primera fila?  —Ninguna de las dos —sonríe, pero no sé si de verdad está feliz—. Dean y yo tenemos boletos para el juego de fútbol, apoyamos a los Lions en esta ocasión.  —Un día de chicos —observo—. Suena bien. —Eso creo. Oye, faltan diez minutos para las tres ¿Te llevo a tu trabajo?  —Cierto, rayos. Con el tráfico que hay a esta hora llegaremos en media hora —lamento, pero también agradezco que me haya recordado porque yo tenía la mente totalmente puesta en él. —Traigo la moto ahora, llegaremos a tiempo. Si es que me dejas llevarte, claro. — ¿Prometes que no voy a morir si subo a la moto?  —No, si te agarras muy, muy fuerte de mí —responde, con un pequeño reto en sus palabras.  Me río. —De acuerdo. ¿Podrías llevarme, por favor?  Alex no me dice sí o no, en cambio me entrega una sonrisa enorme y me ofrece su brazo para tomarme de él.  —Acompáñeme a buscar al noble corcel.  Me río un poco, tengo una sensación de felicidad como cada vez que lo veo, también ahí están los nervios de siempre ¿Cuándo dejaré de lucir tan nerviosa estando con él? Aparentemente nunca.  Me lleva a la calle principal donde ha estacionado su motocicleta como si fuera un auto y el parquímetro aún no ha llegado al tiempo límite. Guardo mi cámara en la mochila y ésta me la cuelgo en la espalda para yo poder agarrarme de Alex; él me da el casco extra, el cual siento que hace lucir extremadamente pequeña a mi cabeza, según él, eso es adorable. —No pasa nada, iré a una buena velocidad y no nos va a ocurrir nada. No te pongas nerviosa —me dice, entre divertido y preocupado.  Se sube a la moto, ya con el caso puesto y espera a que yo haga lo mismo. Me animo y me subo. Al inicio sólo coloco mis manos en los bordes de su cintura, pero Alex las toma con suavidad y las coloca todo alrededor de su tórax, haciendo que yo me incline sobre él y nuestros cuerpos queden separados sólo por unas ligeras ropas, mi respiración está sobre su cuello y por un momento estamos tan en silencio y tan quietos que puedo sentir cómo late su corazón. Agradezco que no pueda verme porque estoy totalmente roja, ya no tengo nervios por el viaje, ahora mil mariposas revolotean en el interior de mi estómago haciéndome cosquillas. Quizá podría explotar, quizá podría besarlo ahora mismo sin importarme si lo no conozco o no, si alguien nos ve o si no llego a trabajar. — ¿Lista?  No es un susurro, pero se siente como tal, como si el ruido del mundo se hubiera esfumado y su voz, su profunda voz, fuera la única onda sonora que entra en mi interior para rebotar en las paredes con un gran eco, haciéndome temblar.  —Lista —respondo.  La moto prende y la vibración que tiene me hace salir de la ensoñación en la que estaba, creo que aprieto más mi agarre sobre Alex porque lo escucho reír. Cierro los ojos, no quiero ver si chocamos. Lo siento avanzar, al principio es una buena velocidad, nunca va tan rápido y, cuando el movimiento se va haciendo más uniforme y me doy cuenta que es como ir en un carro, decido que puedo abrir los ojos. No, no es como un auto, porque nosotros pasamos tan cerca de los otros carros que puedo tocarlos, aunque obvio no voy a quitar las manos alrededor de Alex, incluso cierro más mis piernas contra él porque tengo la sensación de que puedo perder un pie si no lo cuido.  — ¿Es la que está a mitad de la calle? —pregunta.  Al inicio no entiendo su pregunta, después veo que hemos llegado a la calle que le dije y, justo a la mitad de ésta, hay una cafetería pequeña.  —Sí, justo ahí —se estaciona en frente y ambos bajamos de la moto, no observa el lugar ni nada más, sólo nos miramos el uno al otro—. Gracias por traerme, no fue tan malo.  —Pero tampoco te gustó tanto —adivina.  —No, si me gustó, en serio —decir no hubiera sido descortés.  —Issa, estaba pensando… ¿Quieres tener una cita conmigo este domingo? No sé, podríamos tomar un brunch y después…  —Sí, quiero. Lo que sea está bien —agrego, recordando que Mateo insinuó que pedía demasiado para una primera cita.  —Ok —sonríe, tal vez un poco sorprendido por lo rápido de mi respuesta, pero siento que a este paso que vamos ya hemos superado la velocidad—. Entonces… pasaré por ti el domingo a las doce ¿Está bien? —Sí, perfecto. —Eso no quiere decir que no pueda verte antes ¿Verdad? —No, podemos vernos si el destino está de tu parte de nuevo —me burlo sólo un poco. Alex sólo sonríe, pero veo la promesa en sus ojos—. Tengo que entrar. Gracias por acompañarme y por traerme.  —De nada. Ten un buen día —ninguno de los dos hace nada, tampoco decimos algo así que levanto la mano a modo de despido, me doy media vuelta y doy un par de pasos antes de escucharlo:— Issa —me giro, pensando que quizá pude olvidar algo, pero no tengo tiempo de hablar porque en una milésima de segundo está frente a mí con su boca sobre la mía y sus manos en mi cintura. Estoy tan desprevenida que no sé lo que hago, no sé si le he dado paso a su boca o si debo hacer algo más—. Si está mal, dime y me detengo.  Pero no lo hago. No quiero que se detenga, porque creo que, como yo, desde que subió a la moto siente ese deseo incontrolable, lo sé y lo entiendo porque es lo que yo quiero. En lugar de decir algo, pongo mis manos en su cabeza y paso mis dedos entre las hebras de su cabello, abro mi boca para él y no pierde un segundo en definir la clase de beso que es. Pasión, deseo y anhelo son palabras que pueden describirlo. Y con un último suspiro, nos separamos.  —Yo… no pude evitarlo —se disculpa.  Me río y le trato de peinar el cabello que desarreglé, lo que no se ve muy bien porque antes su peinado era perfecto.  —Sí, bueno, al parecer yo tampoco pude evitarlo —estoy roja, lo sé, y Alex sólo tiene un leve rubor, pero al menos así sé que no soy la única avergonzada—. Te veo el domingo ¿Si? O antes, quién sabe. Ahora sí tengo que entrar.  —Sí, sí, lo siento. Yo… te veo pronto. Alex sube a su moto y lo veo marchar, después de eso me doy la vuelta para entrar y desde fuera veo a April en el ventanal negando con la cabeza, viéndome con una cara de desaprobación y los brazos cruzados sobre el pecho.  —Qué bonita te ves hoy —digo entrando al local.
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