Escúchame

1346 Words
La familia de Nyra fue llevada a las habitaciones en las que ella había estado, eso les había asegurado un buen lugar. Los guerreros pudieron disiparse a sus actividades regulares cuando la amenaza fue controlada, aunque estaban mucho más atentos a sus alrededores. Dominic regresó junto con Nyra dentro del palacio y algunos otros miembros importantes permanecieron conversando por los pasillos y jardines. Había una gran tensión por todo el lugar, todo estaba lleno de sospechas. Como el Emperador que era, Dominic debía regresar a su estudio para resolver el asunto y planificar estrictas guardias en la superficie, finalmente hallaría el momento para conversar con los intrusos. Nyra al cabo de un rato, se escabulló del cuidado de sus guardias gracias a Dewey. Sus familiares ya estaban a pocas horas de ser interrogados. —Dewey, ¿realmente era mentira?— preguntó Nyra estando con el joven alfa en las jardineras. Dewey lo pensó por un momento y negó con la cabeza. —A decir verdad, estoy deseoso por el momento en el que por fin pueda volver a Arkania. Los vínculos que tengo con mi madre, mi padre y mis hermanos no están rotos, ninguno de ellos, eso significa que ellos siguen vivos y me mantienen con esperanza para seguir, pero, no he podido conectar con ellos— dijo un tanto cabizbajo. —¿A qué te refieres con conectar? —Es… un enlace mental que las manadas de lobos desarrollan para comunicarse. A través de él, pueden comunicar cualquier cosa, como su ubicación, por ejemplo, sin embargo, el enlace funciona únicamente con miembros de la misma manada y… tu tía pertenece a otra aunque mantiene lazos consanguíneos contigo, pero tú…bueno, no eres un lobo precisamente. Eres… como tu madre— explicó Dewey. —¿Cómo era mi madre?— preguntó Nyra con una genuina curiosidad, aunque inmediatamente después fue interrumpida por los llamados de atención de una voz femenina. Al voltearse, se quedó terriblemente sorprendida, era su tía Amelia andando libremente por el palacio, pero era evidente que había escapado por la forma en la que andaba por el lugar. —Tía Amelia… —Oh, mi niña, nos metimos en un lío, tenemos que salir de aquí lo antes posible antes de que nos interroguen. Vamos— pidió la mujer presurosa por abandonar el lugar. La mujer tomó la muñeca de Nyra tirando de ella, mientras Nyra forcejeaba sin querer avanzar. —Pero tía, ellos no son malos, no les harán daño, solo deben ser sinceros— pidió Nyra deteniéndola. —Oh, créeme que lo harán. Especialmente ese muchacho que desde que llegamos no nos ha dejado hablar, es terriblemente odioso y no puedo evitar ponerme nerviosa ante tantos seres gigantes apuntando sus lanzas hacia nosotros— la mujer hizo una pausa ante su tono presuroso. —Escucha, mi dulce niña. Los seres que habitan estas tierras son codiciosos, extremadamente celosos con sus recursos, y también fieras que no dudarían en despedazar a quienquiera que venga de la superficie. Todos excepto tú, eres valiosa como no te lo puedes imaginar, ellos codician tu valor, mi niña. —No es verdad, ellos no son de ese modo— replicó Nyra con angustia. Sí, no los conocía perfectamente, pero el tiempo que llevaba con ellos y la forma en la que la veían tenían algo especial, no solo un trato superficial hacia la realeza. Nyra veía algo especial en cada una de las personas que la acogieron aquí. Sus miradas eran genuinas y sus intenciones eran sinceras. —¿Recuerdas todas esas historias de esos aterradores hombres llamados oscuros que navegaban galeones gigantescos, a los que nunca hemos podido derrotar?— preguntó intentando hacer conciencia en la mente de la joven princesa. —Son bestias temidas, ellos no son buenos, Nyra—la mujer dio un vistazo a Dewey que tenía una expresión desconfiada, pero también confusa. —Cárgala, será más rápido, ¡anda muchacho!— Dewey permanecía quieto con la la imperiosa duda en su cabeza. —Tía… estás actuando muy raro—dijo Nyra al borde de la desconfianza. —Quizás fue demasiado para ti, ve a descansar junto con todos, le pediré al Emperador que haga el interrogatorio mañana en la mañana, estará mejor así, ¿no crees?— dijo Nyra con nerviosismo volteando a ver a Dewey, casi pidiendo ayuda. —¡No piensas con claridad! ¡Ese hombre ni siquiera es tu alfa, no es nada tuyo, te engaña!— exclamó furiosa. Nyra se quedó inmóvil tras los gritos de aquella mujer, aterrada de lo que su querida tía estaba mostrando ser en realidad. Respiró profundo, recuperando la compostura. No escucharía como desestiman a personas que ni siquiera se habían dado la libertad de conocer apropiadamente. —¡No! Este es el único lugar donde he tenido paz gracias a él después de todo lo que sucedió. Ustedes saben que los adoro, son mi familia y he ansiado ver rostros familiares para mí desde ese día, tan solo, por favor… solo pido su comprensión— dijo Nyra casi al borde del llanto y entonces, cuando menos lo imaginó, una bofetada estampó contra su mejilla. La joven intentaba procesar lo que acababa de ocurrir, había sido un golpe duro e inesperado, nunca imaginó que recibiría algo como eso de su propia familia. Nadie jamás en casa la había golpeado, nadie había osado levantar una mano contra ella porque sobre todas las cosas, nunca había sido una hija desobediente. Nadie hasta que irrumpieron en su tranquila vida y la obligaron a arrastrarse fuera de su querido reino. Dewey se abalanzó a cubrir a la joven, pero algo lo jaló hacia atrás. —¡Muchachos, quítenlo del camino!—. Dos enormes lobos se abalanzaron sobre Dewey mordisqueándolo por todas partes. —¡No, déjenlo en paz!—chilló Nyra intentando hacer algo para detenerlos, pero su tío Richardson la detuvo sujetándola por los hombros. —¡No me toques!—gruñó Nyra, pero fue inmediatamente callada por el ademán de su tía para silenciarla. —Hay guardias acercándose, tenemos que irnos ya— la mujer volteó la vista hacia el grupo de lobos que peleaban entre sí. —¿Por qué es tan resistente ese bastardo?— se preguntó observando a Dewey y a sus heridos hijos mientras Nyra forcejeaba sin cesar. —Iba a ser el sucesor de tu hermano, el maldito es muy fuerte— rio fascinado Richardson. Dewey convertido en un lobo con otros dos encima de él solo optó por la única vía que creyó prudente, y desde el fondo, sujetando el aire en sus pulmones soltó un profundo aullido que se escuchó por una gran parte del palacio. Habían sido acorralados en una parte ciega en el perímetro de las guardias, lo que dificultó haberse percatado de lo que estaba sucediendo. Rápidamente, varios guardias comenzaron a movilizarse hacia el lugar. —¡Carajo!— rugió la mujer y se aproximó hasta Dewey sacando una filosa daga de plata de las mangas de su vestido para clavarla en su vientre. Dewey soltó un estremecedor chillido de dolor. —Nunca pueden hacer nada bien, ustedes inútiles— gruñó ante los otros dos lobos. Nyra mordió tan fuerte como pudo la mano de su captor y logró soltarse corriendo hacia Dewey que comenzaba a desangrarse lentamente. Golpeó a los lobos que lo rodeaban en su camino antes de intentar detener el sangrado. —¡No, por favor, no¡ ¡Mírame Dewey, vas a estar bien, no te vayas, por favor! Verás a tu familia de nuevo, no puedes irte antes—dijo la joven entre lágrimas mientras lo ojos de Dewey en su forma lobuna, difícilmente seguían abiertos. Se veían llorosos y lastimeros. —Es lo que sucede cuando decides ser una estúpida niña— dijo la mujer con desdeño tomando su cabello y tirando de él hacia atrás. —Cárguenla y vámonos— ordenó. Tan pronto como lo dijo, Richardson humedeció un paño con un líquido extraño que puso en la nariz y boca de Nyra sofocándola hasta la inconciencia.

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