De vuelta

1470 Words
Desperté con la sensación de algo muy pesado reposando en mí. Estaba en la cueva y los primero rayos de sol ya estaban iluminando el cielo al horizonte. Me moví intentando apartar el peso de mi lado y observé alrededor de mí, pero el dragón ya no estaba, sino que a quien estaba luchando por remover de mi lado y donde se supone que aquella majestuosa criatura debería estar, estaba Dominic. Entonces… ¿aquella hermosa criatura que me llevó por los cielos siempre fue Dominic? ¿Era igual que Dewey? ¿Todos en el mundo tenían la capacidad de cambiar su forma a la de un animal y yo fui la única descartada en eso? Comenzaba a sospechar que incluso mi padre también podría haberlo hecho y yo nunca me di cuenta, quizá por eso me restringía ver muchas cosas que sucedían en el reino. Volví mi vista hacia Dominic. ¿De verdad era posible que él fuese un dragón? Lo miré de pies a cabeza y me di cuenta de que estaba desnudo y cerca de él no había rastro alguno de prendas tiradas. Retiré la vista rápidamente sintiéndome avergonzada. Intenté despertarlo moviéndolo suavemente, pero no había indicios de que fuera a despertar. No parecía alguien que tuviese un sueño profundo, específicamente por lo que sucedió antes. ¿Esto se debía a su forma como dragón? Quizás necesitaba energías. Estaba pensando mientras apreciaba su rostro, su piel morena sin imperfección alguna más que algunas cicatrices de evidente batalla posadas en su pecho y sus brazos, su desordenado cabello blanquecino y su expresión tan tranquila y relajada mientras dormía. Era absolutamente encantador por mucho que quisiera negarlo. Me había sumergido tanto en mis pensamientos sin apartar la vista de él hasta que una voz hizo un eco entre las montañas y resultaba ser una voz conocida. —¿Aerodan?— dije pensando en voz alta. Me asomé cautelosamente por el borde de la cueva viendo a una persona hasta abajo, agudicé la vista lo más que me fue posible y realmente era él. —¡Aerodan!—exclamé con una sonrisa saludándolo desde arriba. Él hizo lo mismo y sonrió, se veía aliviado, pero, ¿cómo sabía que estábamos aquí? —¿A quién estás saludando?— preguntó una voz ronca y grave detrás de mí. Dominic se estaba levantando ahora con un semblante completamente distinto. Dormido era una cosa tan perfecta, pero ahora parecía que quería matar a alguien. Se acercó hacia mí, pasó uno de sus brazos por mis hombros y me llevó hacia atrás junto a él, de espaldas a su pecho. —Ya despertaste… intenté hacerlo, pero no funcionó. ¿Cómo es que esto sí te despertó?—cuestioné sin oponerme a su tacto. —Come— dijo dándome un durazno y evadiendo por completo mi pregunta. Comenzaba a sospechar que estaba despierto desde antes de que yo me perdiese observándolo. —Mhm…no tengo hambre— él frunció el entrecejo ante mi respuesta. Sus ojos azulados destellaron con una pizca de molestia. —¿Necesito volverme en un dragón para que comas?— preguntó con una sonrisa burlona disipando sus emociones anteriores. Me giré hacia él con una sorprendida e inquisitiva mirada. —Realmente lo eres...— murmuré. —Lo soy— dijo abriendo los brazos dispuesto a atraparme nuevamente entre ellos hasta que mi vista se desvió hacia su torso y recordé que no tenía ropa. —¡Oye, cúbrete! —No hay nada que pueda usar— dijo con simpleza y sin preocupación alguna. Parecía que aunque hubiese algo aquí, no se lo pondría por decisión propia. —Claro que sí, ahí está esa cosa— señalé el manto. Él observó el manto y luego me contempló por unos segundos. —Pienso que en ti se ve mucho mejor— dijo mostrándome una perfecta sonrisa ladina. Sus ojos me escudriñaron y relamió sus labios sin dejar de observar mi vestimenta. — ¿Y qué hay de ti?— señaló la tela rota de mi vestido. Olvidé que era muy revelador. Me cubrí de inmediato con mis manos, pero él no dejaba de observar. — Mira hacia otro lado— ordené más como un regaño. Él suspiró y sin desaparecer su sonrisa apartó la vista. — No hay nadie que me pueda dar órdenes en este mundo, pero me temo que contigo no tengo más opciones— dijo manteniendo su vista fija en las montañas De pronto oí una voz a la que estaba aún más acostumbrada y deseaba ir corriendo hacia él para saber cómo estaba. — ¡¿Dewey?!— grité viéndolo a lado de Aerodan segundos después de acercarme al borde de la cueva. — ¡Luna!— gritó emocionado. Oí a Dominic chasquear la lengua antes de envolverme en el manto. Luego lo perdí en la oscuridad de la cueva y un par de segundos después regresó con unos pantaloncillos puestos. Entonces sí había ropa aquí. Él me tomó en sus brazos y se acercó al borde. Empecé a asustarme por sus deliberadas acciones, pero él estaba tan tranquilo que incluso me hacía confiar en que si me tiraba de ese precipicio, todo estaría bien, no pasaría nada. — Cierra los ojos— pidió. Me limité a hacer caso sin protesta alguna y tan pronto lo hice, sentí cómo caíamos hasta que algo contrarrestó la caída. Abrí los ojos y vi unas alas que sobresalían detrás de él idénticas a las del dragón aunque su tamaño era proporcional al de su forma actual. — ¿También tienes alas?— pregunté sorprendida sin poder comprender como es que era un dragón y a la vez podía mutar partes de su cuerpo a su conveniencia. — Después de todo soy un dragón— dijo orgulloso. Aterrizamos sobre algunas rocas y Dominic me permitió ponerme de pie ahí.. Dewey y yo nos apresuramos para acercarnos, pero algo nos detuvo. Por el lado de Dewey, fue el fuerte brazo de Aerodan que estiró evitando que Dewey avanzara y por mi lado, fue Dominic agarrándome de la cintura sin mayor esfuerzo. — ¿Por qué no me dejas ir? ¿Sigo siendo una prisionera?— me giré hacia Dominic interrogándolo. Él no parecía estar molesto, quería hablar, decirme algo, pero, ¿por qué parecía tan incapaz de hacerlo? Me recordaba a una emoción muy familiar para mí, cuando papá me escondía muchas cosas y yo no tenía ni idea del porqué. Quería reprocharle, quejarme, pero simplemente no podía hacerle eso. — Hablaremos en cuanto lleguemos al palacio, te lo explicaré todo poco a poco, mientras tanto, permanece conmigo, por favor. No te obligaré a hacer nada y evitaré sucumbir ante mis instintos— explicó. Tenía una expresión un tanto dolorosa que removía algo en mi pecho y hacía que mis latidos se sintiesen distintos. Podía afirmar que estaba siendo honesto y viéndolo bien, no encontraba alguna forma en la que él pudiese herirme, a pesar de todo lo que sucedió, de lo grande que era y de lo imponente que resultaba estando frente a mí. Quería confiar en alguien, quería dejar de huir y quería que aquellos quienes me importaban estuviesen a salvo, en este caso, era Dewey. No podía evitar preguntarme cómo estaría la gente de mi reino, qué les habrían hecho. Si lo que quería era saberlo, ayudarlos y acabar con quien destruyó la paz de mi reino, sabía que ahora no podía volver, no tenía nada y estaba claro que ahora como la única heredera de mi reino, me convertiría en reina y un gobernante necesita aliados para hacer frente a sus enemigos, necesita fuerza. Aún me sentía insegura, la idea de volver a casa me aterraba, ver al hombre que destruyó el perfecto mundo que habían construido para mí… era demasiado. — Está bien— respondí después de un breve silencio. Había un carruaje muy amplio y lujoso detrás de ellos. Dominic me llevó dentro mientras Aerodan y Dewey nos escoltaban junto con otros hombres a caballo. Me alegraba mucho que estuviese tan sano y que nadie le hubiese hecho daño. Parecía que se habían dedicado a curarlo pues estaba completamente distinto a cuando lo saqué de aquella lúgubre prisión. El trayecto de vuelta al palacio fue silencioso. Me senté frente a Dominic desviando la vista hacia el paisaje de la ventanilla y después de un largo camino que volando había sido un instante de recorrido, finalmente llegamos. Pude ver que la entrada del palacio estaba parcialmente destruida y habían bastantes constructores hablando de las reparaciones, también habían machas de sangre seca en el suelo, ¿lo habría hecho Dominic? ¿Por qué mataría a su propia gente? Nadie lo había ofendido a excepción de mí. Debía tratarse de algo más. O al menos eso era lo que esperaba de aquella situación.
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