La marca

1634 Words
Dominic me ayudó a bajar del carruaje y pude ver una temerosa mirada en los ojos de los guardias, de la servidumbre y de cualquier persona presente. Había confusión, miedo y tensión en el ambiente. Me tenía en sus brazos aunque podía moverme perfectamente, sin embargo, él mismo me llevó hacia un baño muy hermoso con una gigantesca bañera que jamás habría imaginado posible, incluso tenía cascadas. Mi reino tenía un área de aseo decente, pero no era nada como esto. —Seguramente quieras ponerte cómoda y usar algo digno— dijo señalando el manto y revisando los tejidos del vestido blanco que él mismo destruyó. Un extraño calor recorrió mi cuerpo hacia mi rostro, coloreando mis mejillas. Solo asentí e inmediatamente un grupo de criadas aparecieron. Él me dejó ahí sola con ellas, aunque se notaba lo mucho que quería quedarse ahí. Se dedicaron a bañarme gentilmente hablándome al igual que Aerodan como “su alteza”. Era algo que debía discutir con Dominic. La mano de una de las criadas rozó mi cuello, y con él la marca. Solté un quejido ante el escozor tan inesperado, antes no dolía, incluso si yo misma la tocaba, pero vaya que ahora había ardido de forma tortuosa. La criada inmediatamente se alejó disculpándose una y otra vez sin poder evitar que lágrimas escaparan de sus ojos. No esperaba algo como eso. —Está bien, solo es una zona sensible en este momento, no te preocu…— antes de que pudiera finalizar mi oración. Dos criadas más la tomaron por los brazos y la arrastraron hacia la salida. —¿Qué pasa?— pregunté a otra de las criadas que seguían agregando frascos aromáticos al agua ignorando por completo lo que estaba sucediendo detrás de ella. —La lastimó, Su alteza. Eso es imperdonable— respondió rápidamente. Voltee a ver a otra criada que tallaba mi piel. Ella lucía demasiado nerviosa. ¿Qué les habían hecho? —¡Alto!— ordené. Todas dejaron de moverse. —No me lastimó, dejen que continúe— pedí. Ellas accedieron automáticamente dejando que la pobre muchacha regresara a sus deberes. Ella me sonrió con nerviosismo, pero también con inmensa gratitud que no creería merecer. Terminaron por vestirme con una especie de sari, era un vestido carmesí abierto de los hombros con joyas y oro adornando el escote. En mi cabeza colocaron un tocado con un velo hacia atrás del mismo color del vestido y por supuesto, decorado con hilo de oro en los bordes. Dejaron mi cabello suelto y finalmente colocaron en mi frente el resto del tocado, una hermosa cadenita con un colgante de la misma piedra azulada que había visto en las lanzas y en la armería de todos los guardias aquí. Ellas dijeron que era una vestimenta tradicional de este palacio, especialmente hablando de la realeza. No pasó mucho tiempo hasta que me condujeron frente al estudio de Dominic. Él me estaba esperando con aparente inquietud y en cuanto entré en su campo de visión, sus ojos de abrieron con impresión. Él también había aprovechado para cambiar sus prendas por unas mucho más elegantes y adecuadas para su posición. Las puertas se cerraron detrás de mí, pero él aún no decía nada. —¿Puedo…?— señalé el asiento frente a él. —Sí, sí puedes. Claro, lo siento— se disculpó evitando poner la vista en mí de nuevo. Respiró hondo un par de veces y finalmente me vio. ¿Por qué parecía tan nervioso como un niño que recién cometió una travesura y está frente a sus padres apunto de admitirlo? —Nunca tuve la decencia de presentarme. Soy Dominic Nereus, Emperador de Elyndrakar—. Lo suponía. Todo encajaba perfectamente hacia aquella posición. Aunque oírlo decirlo le daba un porte de magnificencia y poderío como nunca había presenciado antes. —Yo soy Nyra… la Princesa Nyra de Arkania y…probablemente única heredera al trono, Su Majestad— dije mordiendo mi labio inferior esperando contener la fragilidad de mis emociones albergadas en mis palabras y la forma en que mi voz se estaba quebrando mientras mi cabeza rememoraba cada momento de aquella noche. —No me hables con esa formalidad, Nyra— respondió casi inmediatamente y luego meditó unos segundos antes de volver a hablar. —¿Tu imprevista sucesión es la razón por la que acabaste en una de mis embarcaciones?— preguntó con un semblante endurecido, estaba sentado apoyando sus codos en su amplio escritorio y entrelazando sus dedos, con su barbilla siendo cubierta por sus sus manos. Asentí desviando mi vista de sus cautivadores pero glaciales ojos azulados. Estaba intentando contenerlo. Desde que todo sucedió, ni siquiera había podido hablar con decentemente con Dewey sobre eso, estaba haciendo lo mejor que podía. —No pude hacer nada— dije sintiendo mis labios curvarse en una mueca de tristeza. —Nunca pretendí acabar aquí. Después de que atacaron mi reino, hicieron cuanto pudieron para sacarme de ahí. Me querían a mí, pero nadie lo permitió. Mientras huía, mi leal guardia Dewey y yo fuimos secuestrados por traficantes de esclavos. Tu embarcación atacó al galeón de traficantes y así es como terminé aquí—. Hice un enorme esfuerzo para disimular mis emociones al respecto. Verme adolorida y lastimera ante el gobernante de otra nación, sobre todo un imperio, era una terrible idea por donde quiera que la viese. —No tienes que reprimirte— dijo. Levanté la vista hacia él y fruncí el entrecejo. Había recordado la parte más acalorada desde que llegué aquí. —Tengo una pregunta para uste…, para ti— corregí ante su requerimiento anterior. —¿Qué es esto?— levanté mi cabello junto con el velo permitiéndole verla. Él, contemplativo no vaciló ni un momento su respuesta. —Mi marca—dijo casi con fiereza en sus ojos. Pude ver como sus ojos aunque azules todavía, se oscurecieron ligeramente. —Sé que me mordiste y aunque no comprendo por qué lo hiciste, esta…marca no es una mordida común, arde cuanto más lejos estoy de ti, duele y en ocasiones me hace generar una extraña sensación de empatía contigo— pensé unos segundos antes de decir lo mucho que me avergonzaba lo siguiente. —Y cuando tú la tocas, cuando estás cerca de mí se siente… —Embriagador. Como un océano recorriendo tus venas con una agitada marea. Lo sé perfectamente— complementó. —¿Me hechizaste o embrujaste? ¿Son alguna especie de drogas?— soltó una suave risa que podría derretirme ahí mismo. —Es así como funciona. No es la marca, sino más bien el hecho de que tú y yo nos pertenecemos. La marca solo intensifica las sensaciones, los sentimientos, las emociones, sobre todo cuando son correspondidas, establece un vínculo profundo casi inexplicable. No se trata de brujería, tampoco de dragones, es…destino. —¿Destino? —La Diosa de la Luna forma parejas a su elección, es impredecible y algo único que sucede una vez en vida. La marca habría resultado fatal si no fueses mi compañera a quien la Diosa de la Luna designó para mí. Ambos estaríamos luchando contra la agonía de haber desafiado su buen juicio— explicó levantándose de su cómodo sofá detrás de su enorme escritorio. Me sentía incrédula escuchándolo. —¿Cómo sabías que estábamos destinados? —¿Vas a negar que lo sientes?— se acercó a mí poniéndome de pie delante de él tirando suavemente de mis manos. Colocó una de sus manos en mis mejillas acariciando suavemente mientras mantenía la otra acariciando una de mis manos. Podía sentir las chispas recorriendo mi cuerpo desde las zonas que él masajeaba, la necesidad de ver sus ojos y de sentir su cercanía. Las mariposas revoloteando en mi estómago, las vibraciones en mi vientre, las tortuosas ganas de unir mis labios con los suyos, de ser tocada y amada solo por él. Sacudí mi cabeza despejando aquellas ideas y lo aparté golpeando su pecho, él no se movió en absoluto, pero permitió que le alejara moviéndose él mismo. Su pecho era absurdamente duro, me recordaba en cierta manera a la dureza de sus escamas siendo un dragón. —Lo estás haciendo de nuevo— dije casi a modo de reproche. La marca estaba ardiendo repentinamente. — ¿Cómo hago que se detenga?— . Él lo entendió. —Fue mi culpa. No pude detenerme desde que olfatee tu aroma en mi Consejero. Fue una mezcla entre celos, impulso, curiosidad, tantas cosas. Cuando te vi, lo confirmé y no pude contenerme— dijo con innegable arrepentimiento. —Lo cierto es que, para que el ritual de la marca se complete es necesario que la aceptes, es la etapa de la asimilación, así no volverá a arder ni a doler a menos que… alguno de los dos muera o nos engañemos, pero a mí también me dolerá. —Aceptarla significa… —Aceptarme a mí. —Esto es demasiado repentino- me giré con frustración dándole la espalda. ¿Quería que me quedara con él? ¿Que simplemente lo aceptara cuando fue él quien me orilló a esto? —No es necesario que lo hagas ahora— aseguró sin moverse de su lugar. — Pero si me rechazas, si te alejas, dolerá bastante. Bastará con esperar a que cicatrice y siempre que no lo aceptes, el vínculo va a desaparecer por sí mismo, podría marcarte de nuevo igualmente— dijo lastimosamente, con pesar en su voz. Me voltee a verlo y tenía una mirada afligida desviada hacia las paredes. La marca no dejaba de arder. La cubrí pesadez. — No es necesario que me aceptes para ayudarte con el dolor— dijo al percatarse de mi incomodidad. —¿Cómo lo harás?— pregunté estando de frente a él nuevamente. —Contacto físico.
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