El Prometido de mi Madre

3021 Words
Erarned It, suena a todo volumen a través de mis audífonos inalámbricos mientras camino por la abarrotada acera. Cada mañana son así en las calles de Manhattan. Miles de personas van y vienen, cada quien, en su mundo; apresurándose para llegar a su destino. Yo hago lo mismo, camino sin importarme el mundo a mi alrededor, sumergida en mi burbuja perfecta, mientras que repaso en mi mente mis pasos de baile. Trago grueso para evitar llorarla, pestañeo varias veces calmando el ardor en mis ojos. Tomo aire y cruzo la calle apresurada para llegar al fin a la puerta de madera que espera por mí para darme la bienvenida como cada mañana. A pesar de que mi escuela queda en pleno centro de Nueva York, y no cualquier lado, sino en las calles más famosas e importantes, caminar hasta llegar a mi destino me gusta. Es más bonito y seguro hacerlo aquí, que por los lados de mi casa al salir cuando el sol apenas están saliendo. Vivir en Brooklyn, al otro lado de la ciudad, es un poco agobiante debido al trote que implica llegar hasta aquí. Tomar el metro y hacer varias escalas es cansón, pero sin duda, mucho más rápido. Si tuviese un auto, y vendría en él a la academia, me tomaría al menos dos horas debido al tráfico mañanero. Esto es tedioso, pero es rápido. Por eso, desde que salgo, me coloco mis audífonos a todo volumen para hacer el viaje más agradable. A pie al metro, sentada o caminando como lo estoy haciendo, pienso es en bailar. «En nada más que eso» Prefiero pensar en mis rutinas de baile y lo que debo de mejorar, que en el desplante que mi madre me ha hecho esta madrugada. Si mi abuela estuviese viva, ambas hubiéramos comido pastel anoche mismo, incluso, nos habríamos acostado tarde hablando de cosas sin sentidos y reírnos hasta que nos doliese la panza viendo alguna película. «Pero ella ya no está» —¡Lo lamento! —exclamo y extiendo mis manos hacia la persona detrás del volante que no logro ver, debido a lo oscuro de los vidrios—. Lo lamento… Muerta del susto, avanzo mirando hacia la oscuridad de ese auto, sintiéndome sumamente terrible por mi despiste. Me he atravesado justo cuando la camioneta estaba por estacionarte, al punto de casi ocasionar que me chocara. En mi defensa, no me percaté que se estacionaría frente a la entrada de la academia. Frunzo mi frente por no recibir respuesta de quien sea qué esté adentro, pero sintiendo cómo los vellos de mi nuca se erizan, por la sensación de estar expuesta. Trago grueso y decido ignorar la paranoia que últimamente me ha estado visitando. Me quito mis audífonos y entro a la academia al fin sin mirar atrás. Decido concentrarme, ya que por lo de anoche, debo de mejorar mis Arabasque. Subo las escaleras mientras guardo mis audífonos en mi bolso. Llego al salón, abro la puerta y saludo a los demás con educación. Como siempre, dejo mi bolso a un lado sacando las zapatillas antes, me sostengo mi cabello y voy directo a la barra. Me agacho para colocarme mis zapatillas, las golpeo, las doblo y cuando creo que ya están bien, me las calzo para proceder a calentar antes de que Aleskei haga acto de presencia. «No tolera que no estemos calientes al él llegar» Ok, eso se oyó raro en mi cabeza y estoy segura de que, si lo digo en voz alta, también. Soy de las que ya viene con su maillot y medias ya puestas. No me gusta cambiarme en los baños de aquí, son manías mías y prefiero seguir así. Creo que soy la única que ya viene con el pulso acelerado y la sangre caliente, debido a la distancia que camino de mi casa a la estación; y de estación en estación hasta llegar aquí. Por ese motivo, me vengo ya con las medias puestas, porque la función de ellas es mantener el calor en las piernas y evitar el enfriamiento. «Soy la más caliente de todas, porque no tengo un chofer personal que me traiga cada mañana» Me río sola de ese pensamiento también. Me sostengo con fuerza de la barra de metal y frente al espejo, comienzo a flexionar mis piernas y elevarme en puntillas una y otra vez. Erguida, concentrada y sin distraerme con las risas de las demás chicas, así como de las conversaciones machistas de los chicos. Estoy enfocada en lo mío, y sé que eso muchos les cae mal. —Te extrañamos anoche en la fiesta, Mali —dice Britt, posicionándose a mi lado—. Aleskei no dejaba de buscarte con la mirada. «Aquí vamos» —Aleskei sabía perfectamente que yo no estaría. —Cierto… es verdad que ambos se tiene mucha confianza —ríe y la miro mordaz—. ¡Perdón! Solo era un chiste, Bebé. Me relajo dejando de flexionar mis rodillas y le doy un gran abrazo. —Lamento no haber estado en tu cumpleaños, pero sabes que me obligan mis padres a asistir a estas fiestas para ser fichada por las grandes compañías —el puchero que me da, me causa gracia—. Lo compensaré el fin de semana que estemos libres, igual, te he traído un regalo. —No debiste molestarte en eso, Britt… además, tranquila. Comprendo a la perfección a tus padres… yo también te obligaría de ser tu madre al tener a una hija tan talentosa como tú. —Me “molesto” porque eres mi mejor amiga y te lo mereces. Se aleja casi que dando saltos hacia su bolso tirado en la esquina. La miro a través del espejo y sonrío. Ella es la única amiga real que tengo aquí adentro, y la única que soporta mi personalidad poco sociable también. Desde que ingresé a esta escuela, nos volvimos inseparables. Más bien, ella no se despegó de mi cuello, creo que por ser lo único real que tiene aquí en cuanto a amistades. A leguas se nota que la tratan como la tratan por ser la hija de una pareja política importante en la ciudad. No me molesta que ella trate con los demás y finja amabilidad, al final del día, tiene que hacerlo, porque los demás, también son hijos de papá y mamá, y de ver u oír algo negativo de ella, no dudarán en difamarla únicamente para dañar su carrera. «Este mundo es así hermoso, pero competitivo y cruel también» —Feliz cumpleaños, Bebé —me muestra una caja de una marca famosa de joyas—. ¡Son brazaletes de la amistad! Mira, yo tengo uno igual. —¡Britt! —chillo en el mismo tono que ella al ver el hermoso brazalete con dijes de ballet colgando de él. Una zapatilla, una pequeña bailarina, un lazo, así como un cisne, el cual toco con ganas de llorar—. En honor a tu excelente y limpia presentación del cisne blanco de anoche. Estoy orgullosa de ti, Mali. Tomo aire para no llorar, últimamente, estoy muy sentimental. —También estoy orgullosa de ti. Gracias… Nos abrazamos para luego dejar que me coloque el brazalete en mi muñeca. —Por cierto, quiero saber si tu admirador secreto o acosador, más bien, ha sido quien te ha dado esa hermosa cadena con ese diamante en forma de rosa. La miro a los ojos negando con una sonrisa en mis labios. Siempre tan observadora. Justo cuando voy a contarle, Aleskei hace acto de presencia en el estudio, dando los buenos días. Llamando totalmente nuestra atención. —En el almuerzo te cuento todo —susurro mirando a nuestro profesor—. Ve a tu lugar antes de que nos… —Malika, ven al frente de la fila. Brittany, tú a este lado, por favor. «Separen…» […] La pantalla de mi móvil se enciende con una llamada entrante de mi mamá. Veo la hora, justo las doce y me causa curiosidad que me llame a esta hora del mediodía, si en realidad ella nunca lo hace. —¿Sucede algo, mamá? —me apresuro a preguntar nerviosa mientras caminamos hacia la cafetería para almorzar—. Dime por favor, que todo está bien… Suplico y Britt que va a mi lado, me mira alarmada. —Todo está bien, cariño. Solo quería saber si podemos vernos para almorzar. Me detengo, siento que mi alma vuelve a mi cuerpo y suspiro —Creí que algo pasaba, mamá… —me quejo, pero de inmediato, su risa me destensa—. De hecho, justo iba a eso con Britt, pero dime dónde estarás, de ser cerca, puedo llegar. Sabes que nada más es una hora y media que nos dan para almorzar. —Tranquila, cariño, es a una cuadra de la academia —sonrío—. Te espero en el Delux, y no te preocupes por no vestir acorde, el dueño es amigo. Asiento animada y cuelgo. Veo a mi amiga y no necesito darle explicaciones, ella ya ha comprendido todo. Sabe que pocas veces almuerzo con mi madre, y que, de presentarse la oportunidad, será para mi imposible negarme. La abrazo, me despido de ella prometiéndole contarle al regreso sobre el diamante colgado en mi cuello. Ella se adelanta para unirse a las demás y yo retrocedo para salir de la academia e irme a ver con mi mamá. A pesar de su comentario, de pedirme que no me preocupe por la vestimenta, sinceramente, no me importa. Estaré con ella una hora y media y eso es más importante para mí, que las miradas quisquillosas de las personas acaudaladas que de seguro estarán ahí almorzando. Atesorar momentos con ella es más importante para mí, más si últimamente, nuestra relación es básicamente inexistente. Puede que se sienta mal por el desplante de esta mañana, tal vez la culpa la está carcomiendo, la verdad, no lo sé. Pero lo que sí sé, es que ella se esfuerza muchísimo en dar lo mejor que puede cada día conmigo. «Siempre lo ha hecho» Llego al elegante restaurante, el hombre trajeado me abre la puerta dándome la bienvenida. Entro sosteniendo mi bolso, mirando todo con interés, buscando a mi mamá. —Bienvenida al Delux, ¿en qué puedo ayudarla? Me dice la mujer alta de cabello largo con una flamante sonrisa. —Gracias. Estoy buscando a Kristina King. Ella me dijo que estaría aquí… Muerdo mi labio en espera a que ella busque en su agenda digital el nombre de mi madre. Asiente, me pide que la siga y eso hago. El interior de este lugar no me sorprende para nada. No es que yo asista mucho a restaurantes elegantes y exclusivos de alta etiqueta, pero si he asistido a muchas cenas y galas de la academia, y todas, se dan en lugares con este tipo de exigencia y elegancia. Avanzo ignorando las miradas curiosas y desdeñosas también de los comensales erguidos que están disfrutando de su comida. Espalda recta, mentón en alto y mirada enfocada justo en donde se encuentra mi madre. «Vaya, qué elegante está» La veo colocarse de pie, sonreírme cómo solía hacerlo antes. No puedo evitar hacer lo mismo, incluso, me emociono cada vez más y más a medida que llego a ella. —Muchas gracias —le digo a la mujer al llevarme a mi destino. Abrazo a mi mamá en medio de un saludo, dándome cuenta de que hasta huele exquisito. —Estás hermosa, mamá. —Tú también, cariño… Niego tomando asiento al igual que ella. —No lo estoy. Estoy sudada, despeinada y con mucha hambre —susurro y ella se ríe—. Creí que almorzaríamos en un lugar menos… elegante. —¡Lo sé, Bebé! Pero, esta vez, la ocasión lo amerita. Sonrío complacida. Es eso entonces. Ella quiere compensar el desplante de mi cumpleaños. Pudo al menos decirme para así arreglarme un poco, pero comprendo que quiso usar el factor sorpresa y sí que lo hizo. —¿Ordenamos? —pregunto—. En serio, tengo hambre mamá. Cinco horas seguidas en el estudio, causan que desee comerme un elefante justo ahora. —Lo bueno es que nunca engordas, cariño… —se ríe y yo también—. Aunque, deberás esperar un momento. —¿Por qué? —Porque hay alguien qué deseo presentarte, Mali —toma mi mano por encima de la mesa y lo que están en su dedo capta mi atención—. Como podrás notarlo, es importante. Y de repente, la realidad me golpea con fuerza. El anillo con el gran diamante en su dedo, ella vestida como una dama distinguida, dejando a un lado su uniforme de policía y sus botas. Su cara perfectamente maquillada, haciéndola ver extremadamente hermosa y ese brillo que nunca había visto. «Por eso estamos aquí, por ella y no por mí» —Te casarás… —afirmo conteniendo el temblor en mis labios—. Por eso estamos aquí, para darme la noticia. Ella asiente dándome un apretón en mi mano. —Es un día especial para mí, mi amor. Me casaré con un hombre que tengo tres años conociéndolo. Si antes no te comenté nada, es porque no quería hacerlo hasta que fuese algo formal, y esta mañana pasó —asiento en silencio tratando de sonreír—. Sé que debí de decirte, pero esto también es nuevo para mí. Además, también te he pedido venir aquí, para presentarte a tu furo padrastro, Bebé. «Bebé... Justo ahora, su Bebé está con su corazón un poco quebrado» Me debato en sí estar feliz o decepcionada de ella. Elijo lo primero. —Vaya… felicidades, mamá. Estoy feliz por ti. Aunque, me hubiese gustado que me contaras antes sobre tu relación con ese hombre —digo con sinceridad. Ella suelta mi mano dejando la mira abierta en medio de la mesa. —Era complicado, Malika —aparto mi mano y asiento en silencio ante la seriedad de sus palabras—. Pero ya lo conocerás. Su sonrisa se ensancha mirando sobre mis hombros. —Buenas tardes, lamento llegar tarde. Los vellos de mi nuca se erizan al oír la voz gruesa e imponente con un acento diferente al nuestro del recién llegado. No aparto mis ojos de la cara sonriente de mi madre. La veo ruborizarse, pestañear con encanto mientras el hombre de traje n***o, se acerca a ella y le da un casto beso en su mejilla. —Mi amor, llegaste justo a tiempo. Te presento a mi hermosa y única hija, Malika —dice feliz—. Tu pronta hijastra. Trago grueso. Me quedo estática en mi lugar mirando los ojos azules e intensos del hombre frente a mí. Mi pulso se dispara de una manera que no logro entender. Me siento pequeña, intimidada, y de repente también tengo sed. Es alto, sumamente alto, se nota lo atlético que es porque el traje se pega a su cuerpo haciéndolo lucir bastante bien. Su piel blanca, su cabello n***o con un mechón blanco que parece de nacimiento, el cual lo hace lucir diferente, llamativo y sofistico, más la energía que emana de él, me paraliza. Rompo el contacto visual con él, mirando los tatuajes en el dorso de sus manos. Tiene una rosa que ocupa todo el dorso, la cual me parece linda y peligrosa también. «¿Por qué siento que el aire me falta?» Siento mis mejillas, arder, incluso, una sensación extraña en mi estómago. Él no deja de verme, mi madre tampoco en espera que su “Bebé” sea educada y extienda su mano al hombre que no deja de mirarme como si deseara ser mi amigo. «O mi verdugo» —Que placer conocerte al fin, Malika. Soy Pavel Romanov, el hombre que se convertirá en el esposo de tu madre dentro de una semana. Dice con ese acento que intenta controlar, pero que aún hay matices de él en su dialecto. —¿Malika? ¿Bebé? —mi madre llama mi atención. Salgo de mi burbuja, me obligo a sonreír y extiendo mi mano para estrechársela al hombre que aún no ha apartado la suya. —Un gusto conocerlo, señor Romanov. —¿Bebé? —cuestiona con su ceja alzada, pero mirándose totalmente intimidante—. ¿Por qué? «¿Por qué me mira así?» Me trabo para dar una respuesta ante el mote que mis pocos conocidos me dicen sin desmoronarme. —Así le decía mi madre, mi amor. Mali fue siempre su Bebé —explica mi mamá con añoranza y yo asiento sin apartar mi mano—. Nunca la llamaba por su nombre, así que nos acostumbramos con el pasar de los años... —Bebé… —repite, como si estuviera saboreando el apodo en su paladar y yo asiento—. Te queda el mote. Luces como una Bebé justo ahora. Pero una asustada. ¿Cómo prefieres que te diga ahora que seremos familia? ¿Malika? ¿Mali? ¿Hijastra? O ¿Bebé? «Esto no me puede estar pasando a mí» Me tenso, miro a mi madre en busca de ayuda. No conozco a este hombre y no sé si está jugando conmigo o hablando totalmente en serio, pero ella sigue en su burbuja de mujer enamorada y él no muestra ningún atisbo de diversión. —Malika está bien para mí. Los motes se los permito únicamente a mis amigos y a mi madre. —Muy bien, Malika. Como ya dije, un placer conocerte al fin. —Si… —carraspeo llamando la atención de mi progenitora, apartando la mano del hombre extraño como si me quemase—. ¿Comemos? Tengo clases, mamá. Sabes que no me gusta llegar tarde. —Tienes razón, Bebé. Mejor ordenemos mi amor, pero mientras, hablemos de la boda. Me sonríe emocionada y yo, justo ahora, que me estoy sintiendo sumamente caliente y con falta de aire, sonrío obligada porque la presencia de Pavel Romanov, me asfixia y me perturba, así como me intriga y me llama como un imán para saber más de él.
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