Evolucionando Juntos

1583 Words
Alan se dio cuenta que había leído el mensaje entre líneas. — Hoy ha vuelto a salir el sol para mí, al final me acostumbraré. Aisha sonreía, siempre le había encantado que le hablara así, como en las novelas de amor. Pero tenía otra cosa en la cabeza que tenía que solucionar. — ¿Te gustaría que saliera el sol más días? — ¿Me llamarás otro día? — Mejor, me llamas tú cuando quieras. Ya se había quitado el peso de llamarlo ella, le pasaba la iniciativa a él y que se espabilara. — ¿Sabes que si me dejas esa decisión a mí te voy a estar llamando cada día? Aisha soltó una carcajada. — Llámame cuando quieras. — ¿Podré hablar contigo siempre que quiera? — Cuando quieras, pero no me llames cada cinco minutos que tú eres capaz. Rieron los dos, estuvieron hablando un rato de los niños y se despidieron. Los dos sonrieron al colgar, Aisha se hizo la idea que cada día hablaría con él y Alan pegó un salto de alegría que remató de cabeza la lámpara de pie que con una forma en parábola dejaba la luz encima del sofá. Al día siguiente la llamó a las siete y media en punto, al siguiente día igual, fueron dos conversaciones muy divertidas y distendidas donde fueron cogiendo confianza uno en el otro. El jueves estaba Aisha en la cocina esperando la llamada de Alan, pasaban cinco minutos de la hora y no la llamaba, luego fueron diez y Aisha se empezaba a cabrear, pensaba que era de muy poca vergüenza empezar a fallar al tercer día, que seguro que se había despistado, cuando faltaba poco para que pasara un cuarto de hora se preocupó, ¿y si le había pasado algo?, pensó. A las ocho menos cuarto sonó el teléfono, vio que era él y lo descolgó rápido preocupada. — ¿Estás bien Alan? — Si perdona, una reunión que pensaba que la acabaría antes se ha alargado y te estoy llamando desde el despacho. Aisha respiró tranquila, no había pensado en que podrían pasar cosas así, un pequeño imprevisto. — ¿Me ha parecido que por la voz estabas preocupada por mí? — Mira que llegas a ser tonto. — ¡Aisha! — Si estamos hablando cada día por qué te crees que es, claro que me preocupas. Luego pensó que era normal que se alegrara, había pasado olímpicamente de él durante mucho tiempo, sin interesarse lo más mínimo si estaba bien o mal. — Ya sé que durante mucho tiempo no lo he hecho, pero ahora sí. — No sabes lo que me gusta que me lo digas. — Creo que lo que he pensado te gustará todavía más, he hablado con los niños que como hace mucho calor estos días, el sábado podríamos inaugurar la temporada de piscina, ¿te gustaría pasar el día con nosotros? Alan se levantó de la silla de la pequeña sala de reuniones que había en su oficina de golpe y la silla con ruedas salió disparada chocando contra la pared haciendo un ruido tremendo. — ¿Ha pasado algo?, he oído un ruido muy fuerte. — Nada la silla, ¿Me estás invitando a pasar el sábado con vosotros?, ¿qué traigo?, ¿qué hago? Aisha volvía a reír, ya lo había puesto nervioso otra vez y decía tonterías. — No traigas nada, te traes a ti mismo tranquilo, ah, una cosa si tendrás que traerte, un traje de baño, no me gustaría tener que dejarte la braguita de un bikini, no creo que te siente muy bien. — Que graciosilla has sido siempre. — ¿Me llamarás mañana? — No lo dudes guap…, seguro que sí. Colgaron y Aisha se acordó del lamentable espectáculo que le montó por decirle guapa la última vez, no le extrañaba que se cortara y no se lo dijera, al pobre lo he vuelto loco pensó. Salió de la cocina y fue hasta donde estaban los niños jugando. — Chicos, os gustaría que este sábado abriéramos la piscina y poder bañaros. Los niños empezaron a saltar y gritar de alegría. — Vuestro padre también vendrá. Más saltos y más gritos. Alan era tan sensible con ella que durante aquellas conversaciones que le vinieron ganas de verlo, de hablar directamente con él, le dijo una pequeña mentirijilla pero tenía que buscar una escusa para invitarlo a su casa, los niños seguro que estarían de acuerdo. El sábado puntualmente entraba Alan por la verja de la propiedad, Aisha lo esperaba en la puerta, se dieron dos besos sonriéndose, entraron. — He intentado convencer a tus hijos para que te esperaran para bañarse pero no han podido de las ganas que tenían y ya están dentro de la piscina. Aisha se había comprado un bikini nuevo que le sentaba perfecto a su cuerpo, se le transparentaba al través del pareo que se había anudado al cuello cayéndole abierto por la parte de delante. A Alan no le pasó desapercibido, los ojos se le iban aunque intentaba disimular, Aisha se daba cuenta y se le escapaba una risilla, quería impresionarlo y lo había conseguido. — ¿Donde me puedo cambiar? — Hablas como si no te conocieras esta casa, sabes de sobra donde puedes hacerlo. Alan se puso un traje de baño que se había comprado el día anterior, le quedaba apretado al cuerpo marcándole el paquete, la musculatura parecía más espectacular. Nunca había utilizado aquel tipo de traje de baño, siempre le había gustado más tipo bermuda. Para aquella ocasión siendo en casa de Aisha, solo con ella y los niños no le daría vergüenza ponérselo y pensó que a ella la impresionaría. Salió al jardín, Aisha estaba sentada leyendo una revista tomando el sol, lo niños jugaban en la piscina. Al lado de Aisha había una hamaca con una toalla encima preparada, pensó que debía ser la suya, caminó en su dirección y vio como Aisha se bajaba las gafas de sol disimuladamente para mirarlo, se lo estaba repasando bien, tan bien como él la miraba a ella con aquel bikini. Aisha esperaba que Alan se cambiara, tenía una revista a la que le daba una ojeada, levantó la mirada y lo vio aparecer por la puerta, vio aquel cuerpo musculado que siempre le había gustado tanto metido en un traje de baño que alucinó, el color le quedaba muy bien, y, y, y marcaba paquete, se bajó las gafas en un acto reflejo para verlo mejor, Alan tenía cierto pudor a ese tipo de prendas. Se dio cuenta que los dos se habían esforzado en sorprenderse, no sabía si ella lo había conseguido, pero que lo había hecho él daba fe. Alan llegó al lado de Aisha. — ¿Esta hamaca es para mí? — Sí, pero si crees que estás demasiado cerca de mí puedes separarla. Alan se sentó. — Está muy bien aquí. Y ese bikini te sienta muy bien. Aisha le sonrió y miró su bañador. — A ti también te sienta muy bien. — ¿Tú bikini me sienta bien? — No tonto, el bañador, lo que me gustaría saber es si te lo pondrías en una piscina pública o en la playa. — ¿Y tú?, enseñarías medio culo como enseñas con ese bikini. — ¿Y tú como sabes que se me ve medio culo si estoy sentada? Se dio cuenta y subió el tono de voz reprochándoselo riendo. — ¿Me has mirado el culo al través del pareo antes? — Voy a jugar con los niños que creo que me están llamando. Alan se sintió descubierto y disimuló saliendo corriendo para la piscina, se tiró de bomba en medio de sus hijos, se le tiraron encima y jugaban, él los lanzaba al aire para que cayeran de nuevo al agua y reían los tres. Aisha reía por la reacción de Alan, y porque le había mirado el culo, pensar que él la veía atractiva le hacía sentir bien. Se los miraba desde la hamaca, se enterneció, le gustó la idea de volver a ver a su familia junta y disfrutando. Alan pasó la mañana jugando con sus hijos y descansando al lado de Aisha, por insistencia de ella le tuvo que reconocer que "sin querer” se había fijado en su culo cuando estaban dentro de la casa. Hablaron y rieron mucho. — ¿Te quedarás a comer con nosotros? — Si tú quieres sí. — ¿Y tú, quieres?, no me gustaría obligarte. — Yo lo estoy deseando. No dudes más, me gustaría pasar todo el tiempo posible con vosotros, todo. Aisha lo sabía pero quería oírselo decir a él. — Pues te podrías quedar a cenar también. A Alan se le humedecían los ojos de que se lo pidiera, que Aisha de una puñetera vez quisiera estar con él lo emocionaba. Pasaron un bonito día juntos, comieron, por la tarde mientras los niños jugaban en la consola en la habitación del mayor ellos miraron una serie, sentados en el mismo sofá pero separados de una distancia prudencial, hablaron mucho de diferentes temas y rieron. Por la noche después de cenar, Alan se despidió de sus hijos y de Aisha, al darse los dos besos Aisha le apoyó una mano en un hombro, fue el primer contacto. Alan volvió a su casa contento, por primera vez vio una luz al fondo del túnel, veía a Aisha con ganas de seguir evolucionando con él.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD