Intuición Inequivoca

1481 Words
El lunes se vieron como casi cada día Aisha y Teresa. Teresa se interesó por cómo había ido el sábado y si le había gustado el bikini que habían ido a comprar juntas el viernes. — Primero lo más serio, pude estar todo el sábado con él pasándomelo bien, le acabé diciendo que se quedara a cenar también, pasamos la tarde viendo series y me sentí muy bien. Lo menos serio, me miró el culo. Teresa se reía. — Te aseguro que debió de mirarte algo más que el culo. Aisha reía. — La pregunta es, ¿qué piensas hacer ahora?, no podréis quedaros siempre así. Aisha la miraba sería, Teresa se dio cuenta que algo le preocupaba a su amiga. — Hasta aquí me he sentido cómoda, pero no sé si podría tocarlo, ya no te digo de acostarnos, simplemente tocarle la piel, darle la mano, cosas así. — Pues tendrás que descubrirlo, si no lo pruebas no lo sabrás. — Eso me preocupa, y si por ejemplo le agarro una mano y me doy cuenta que no puedo aguantar su contacto, se puede sentir ofendido. — No seas tan dramática mujer, si te pasa eso lo hablas con él, le pides paciencia y que quieres seguir con las llamadas y viéndolo para hablar, seguro que él te entenderá, tendrá toda la paciencia que quieras. Aisha lo pensó y le pareció lógico, Alan siempre había sido muy comprensivo. Teresa jugaba con ventaja, hacía mucho tiempo que estaban diseñando la estrategia para que Aisha estuviera cómoda y fuera avanzando dándole pequeños empujones. Y tanto que Alan le había mirado algo más que el culo a Aisha aquel día de piscina, se hizo una paja pensando en ella con aquel bikini cuando llegó al apartamento, y el domingo repitió, pensar en ella era ponerse cachondo. Aisha tampoco había perdido el tiempo, la visión de aquel cuerpo con el bañador ajustado marcando un paquete que ella conocía perfectamente la había excitado, y mucho, se corrió dos veces seguidas con una paja el sábado por la noche teniéndose que tapar la boca para no gritar y que la oyeran sus hijos del placer que llegó a darse. El domingo la llamó y hablaron un rato de lo bien que se lo habían pasado en la piscina, el lunes puntual a la hora de siempre volvieron a hablar. Aisha notó que Alan estaba más nervioso de lo normal, eso significaba que quería decirle algo y no se atrevía, después de un buen rato hablando Alan se lanzó. — Si no te importa, había pensado, si te estaría bien, que el miércoles venga a ver a los niños. Aisha ya hacía rato que se reía de la indecisión de Alan. — ¿Solo te interesa ver a los niños? — Aisha coño que ya estoy bastante nervioso, y a ti, a ti sobretodo, pero quería disimular mujer. Ella se descojonaba de risa y él acabó riendo también. — Vale, si después te quedas a cenar. — Hecho. El martes volvieron a hablar y el miércoles Alan salió antes del despacho para estar con ellos, sobre las cinco y media de la tarde conducía calculando la media hora para llegar a las seis a la casa familiar, llamó a Aisha desde el coche para decirle que estaba en camino, se había animado a ir pronto y no sabía si a su mujer le parecería bien. Aisha en esos momentos quería pasar tiempo con él, tenía que descubrir hasta donde podría llegar, si sería capaz de volver con el tiempo a confiar en él. Estuvieron con los hijos, parecía que la familia estuviera otra vez unida, se movían y comportaban como si no hubiera pasado nada, reían entre ellos, jugaban con los niños y les escuchaban las cosas que les explicaban del colegio. En esas tareas se encontraban a gusto juntos, Aisha estaba contenta de ver toda la familia así, Alan era el hombre familiar que ella conocía. Dejaron que los niños cenaran primero y cuando se fueron a dormir lo hicieron ellos, se sentaron en la mesa uno delante del otro. Alan después del acercamiento de Aisha tenía más confianza para intentar hablar con ella. — ¿Te puedo preguntar algo de nosotros? — Claro. — ¿Por qué?, por qué este cambio conmigo, que me gusta mucho que conste, estoy contento de que nos volvamos a ver y comunicar, pero no entiendo que ha pasado para que lo aceptes. Estaba convencido que tendría que vivir siempre con la situación que teníamos antes. — Sé que no me porté bien contigo. Me hiciste daño, o mejor dicho me lo hice a mí misma, se me derrumbó todo mi mundo, me cerré dentro de mí, solo me interesaban los niños, no te quería oír ni ver, me dolía, intenté olvidarte, convencerme a mí misma que no eras bueno para mí, que me volverías a hacer daño. Con el tiempo intenté salir con un compañero de trabajo, con el que estaba cenando el día que nos vimos, ahora solo salíamos a cenar como amigos, no estaba preparada para una relación con nadie. Alan tenía un nudo en la garganta, sentía que estaba a punto de llorar, que ella intentara tener una relación le hacía ver lo cerca que estuvo de perderla para siempre. — No quiero saber lo que has hecho durante este tiempo. Bastante tengo con lo culpable que me siento, todo fue por mí culpa, no me lo perdonaré nunca Aisha, no puedo perdonarme y no puedo esperar que lo hagas tú. Aisha lo miraba con cariño, Alan lo vio en sus ojos. — Para poder verte, lo primero que tuve que hacer es perdonarte Alan, recapacitar, darme cuenta de mis errores, claro que te he perdonado. ¿Y tú, me perdonarás algún día a mí?, sé que también me equivoqué, tendría que haber confiado más en ti, podíamos haber hecho las cosas mucho mejor que lo hicimos. — Tú estás perdonada desde el primer momento, nunca he podido culparte de nada. Aisha ya se lo imaginaba, la bondad de Alan era mucho más grande que la suya. Estaba a punto de llorar y cambió la conversación. — Pero tú has tenido pareja. — No era pareja, salimos poco tiempo. ¿Y sabes una cosa?, lo dejó ella cuando nos vimos en aquel restaurante, “Que nunca la miraría a ella cómo te miré a ti”, me dijo. Aisha bajó la cabeza sonriendo, le gustó el detalle. — ¿Y sabes otra cosa?, Marga la envió, era amiga suya, la convenció de que si me conocía le gustaría, la hija de puta me preparó una trampa porque quería tirarme ella. Pensar que toda la mierda con Giselle empezó por querer ayudarlos me revuelve el estómago. — Esos cabrones se pasaron la vida intentando acostarse con nosotros, conmigo lo intentaron también en estos mismos sillones, que ingenuos y que tontos fuimos. Yo también tendría que confesarte alguna cosa, hice algo que te tendría que contar, pero no sé cuándo será el mejor momento. — No Aisha no, ya te lo he dicho, no quiero saber lo que hayas hecho, somos adultos y estábamos libres en esos momentos, qué más da lo que hiciéramos. — Pero algún día te podrías enterar por alguien o por casualidad, prefiero explicártelo yo. — Escúchame, que me da igual lo que hayas hecho, lo que yo quiero es tenerte cerca, estar contigo, si algún día me entero, a quién me lo diga le voy a partir la cara para empezar, por “hijoputa” y querer hacernos daño, tú estás por encima de todo, nadie se volverá a meter en nuestras vidas para jodernos, yo me encargaré de que así sea aunque tenga que hacer una animalada. Y si me entero pensaré que tú tenías toda la libertad para hacer lo que te saliera del coño sin que nadie te tenga que juzgar por ello. Te lo he dejado claro ahora. ¿No habrás matado a nadie, no? Aisha se ponía la mano en la boca riendo, le gustaba aquel Alan tan decidido y tan sensible teniendo una paciencia de santo con ella. — No, no he matado a nadie. — Solo me faltaba tener que defenderte de un asesinato. Rieron y se quedaron en silencio un rato, se estaban sincerando y había que ir despacio. — Fue Teresa quien me convenció, ella supo cómo sacarme de mi estado de rechazo. — Estaba al corriente de todo, yo también cenaba con ellos, no te enfades con ella lo hacían para mejorar nuestra relación, pero quiero que tengas claro una cosa, yo nunca te hubiera forzado para que hablaras conmigo o verme, yo quería que tú estuvieras tranquila y pudieras vivir en paz, por eso me cuesta tanto pedirte algo, no quiero importunarte. Aisha todo eso ya lo sabía o lo intuía.
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