¿Volverás?

2068 Words
El profesor hizo algo que Giselle no tenía previsto, se reunió con su padre y armándose de valentía y sinceridad se lo explicó todo, el padre de Giselle que ya la conocía y sabía hasta donde era capaz de llegar para conseguir lo que quería le creyó. La sacó de aquel colegio al instante y la metió en un internado en el extranjero esperando que alguien pudiera “domarla”. A Giselle el internado le sirvió para varias cosas, aprender varios idiomas, iniciarse y acabar siendo una experta en darle placer a otras chicas, follarse a todo hombre que aparecía por allí, el jardinero, algún profesor y cualquiera que se acercara y ella pudiera "cazar", y también para salir licenciada en derecho. No quiso volver a su casa con la familia, se había acostumbrado a controlar su vida a su manera y creyó que en una gran ciudad como Paris pasaría más desapercibida. Después de dos meses sin preocuparse de buscar trabajo estaba viviendo de lo que su padre le enviaba de dinero. Trabajo no buscó pero si conoció algunos locales nocturnos donde conoció todo tipo de gente, rara era la noche que no acabara en la cama de alguien o acabaran en la suya. De todo ese grupo de gente variopinto con la que mejor se llevaba era con una chica, Paola, una italiana que hacía de modelo en una galería donde enseñaban pintura y se codeaba con gente del arte, sexualmente era muy parecida a ella, muy liberal y una cazadora implacable de hombres o mujeres, no podía tener una pareja estable, la última que tuvo fue otra chica italiana que la enganchó en su casa en una orgía y la quería matar. Con ella tuvo una de las primeras experiencias en Paris, las orgías multitudinarias, no tres o cuatro personas no, de diez para arriba. Supo lo que era tener a cuatro o cinco personas pendientes de ella para lamerla, chuparla, darle placer a la vez, y como no, follar por todos lados, las dos podían estar horas follando, eran insaciables sexualmente. Su padre que hablaba con Giselle de vez en cuando pensó que ella sola en una ciudad tan grande seguro que se distraería con otras “cosas”, habló con su abogado, amigo suyo que tenía un bufete muy grande y había abierto no hacía mucho tiempo uno en Paris. De esta manera Giselle empezó a trabajar en el bufete. Nunca fue una abogada que dedicara mucho tiempo a sus casos trabajando en ellos, pero si era inteligente, valiente en tomar decisiones y no dudaba en utilizar todo lo que tenía a mano para ganar sus casos, legal o ilegal, se fue ganando la fama de buena abogada por los casos que ganaba y fuera del trabajo seguía con su frenética actividad s****l, cuando ella pensaba que lo conocía todo le presentaron a una persona “especial”, Sebástien. Su primera impresión cuando se lo presentaron era de estar delante de un hombre apuesto, extremadamente educado y bastante más mayor que ella, eso le había puesto siempre cachonda y aquel hombre parecía tener todas las cualidades para atraerla, estaba de buen ver, vestía bien y desprendía una seguridad en él mismo tremenda. Tomaron algo sentados hablando de diferentes temas y él consiguió que Giselle le fuera cogiendo confianza en tiempo record. Sebástien se dio cuenta muy pronto que Giselle le estaba tirando la caña, los tejos y todo lo que tenía a su alcance para llevárselo a la cama, no le costó mucho entrar en una conversación s****l a la que ella no renunció. Giselle se sentía tan cómoda y natural hablando con él que se le sinceró bastante. — Sí, es verdad que estoy intentando desde hace rato sacarte de aquí, ¿lo que no sé es si tú estás interesado o no? A Giselle le pareció un poco chulesco que le hablara así. — A lo mejor eres tú quien no estás preparado para estar con una mujer como yo. — No lo has entendido, tú estás aquí con otras expectativas de las que yo te hablo, hoy consigue lo que estás buscando con otra persona y cuando quieras me llamas o pasas a visitarme y hablaremos de otras cosas. Se levantó y le entregó una tarjeta con sus datos para poderlo localizar, a Giselle le impactó que fuera el primer hombre que poniéndoselo tan fácil provocándolo no callera en sus redes, guardó la tarjeta en el bolso con curiosidad sobre aquel personaje que se despidió educadamente dándole la mano. Una mañana ganó un pleito complicado y tenía el resto del día libre, estaba en su despacho limpiando con su secretaría la documentación para archivarla y pensaba en que ocupar el resto del día, se acordó de la tarjeta que le entregó aquel hombre apuesto y misterioso. Cuando se quedó sola lo llamó, él le dejó escoger donde podrían verse, de las diferentes opciones estaba su casa que fue la que escogió ella, quería follárselo y para que estar perdiendo el tiempo. Después de almorzar cogió un taxi que la llevó a su casa, una especie de palacete, Giselle miró el pequeño jardín delantero al través de los barrotes de una verja, buscó el interfono llamando, la puerta se le abrió y fue hasta la entrada de la casa que se abrió cuando estaba a punto de llegar, allí estaba Sebástien vestido con un pantalón elegante y un polo, se saludaron y cuando ella pensaba que le iba a dar dos besos la sorprendió dándole un piquito en los labios, pensó que había empezado mucho mejor de lo que se esperaba. Le hizo entrar con educación y la invitó a un té, sentados en unos butacones volvió a salir el tema s****l. — Dime Giselle, ¿has venido con la intención de mantener relaciones sexuales? — Yo no lo habría dicho tan fino como tú pero está claro que sí. El le sonreía con total tranquilidad, Giselle pensó que tal vez era uno de esos tíos impotentes que le gustaba mirar como otros follaban delante de él. — ¿Lo has hecho alguna vez con los ojos tapados? — Una vez en el internado con una compañera de habitación. — Debes de confiar mucho en la otra persona para hacerlo, déjame enseñarte otra manera de disfrutar del placer, confía en mí esta tarde y pruébalo. — ¿No me harás daño, no serás un sádico que disfruta con el dolor de los demás? — Te prometo que lo único que haré será darte placer. Se miraron a los ojos y Giselle vio la misma mirada de confianza que cuando lo conoció. — De acuerdo. — Ponte de pie por favor. Giselle se levantó con la curiosidad de saber donde llegaría aquello. — Quítate la ropa y quédate en ropa interior. Ella lo hizo en silencio, delante de él sin prisas, se quitó el vestido, se iba a quitar los zapatos de tacón. — Los zapatos déjatelos puestos. Giselle estaba de pie en sujetador y bragas a conjunto y él sentado mirándola, fijándose en cada detalle de su piel, le hizo un gesto para que se diera la vuelta al que Giselle obedeció, giró la cabeza para ver como él la miraba por detrás. Sebástien se levantó y se acercó rodeándola con sus brazos a la altura de la cintura, le besó el cuello delicadamente y le susurró al oído. — Confía en mí y sentirás un placer nuevo para ti. La cogió por la cintura y la acompañó al lado de un gran sofá, de un cajón de un mueble cercano sacó unas esposas y un antifaz para taparle los ojos, con delicadeza la arrodilló en el sofá aguantándose con los antebrazos encima del respaldo, pasó por el otro lado y le puso las esposas, volvió a colocarse detrás de ella y le colocó el antifaz haciéndose la oscuridad para Giselle. Tuvo que intentar saber lo que pasaba por sus otros sentidos, notó como el sofá se hundía detrás de ella y el cuerpo de Sebástian que se juntaba al suyo por la espalda, le besó y lamió el cuello a la vez que su mano le acariciaba la piel, debía estar desnudo porque notaba la piel de su pecho en la espalda, Giselle se dio cuenta que le tocaban el sujetador y le cayó sobre sus brazos, algo le rozaba la piel, podía ser un dedo de Sebástien, que se la iba recorriendo de un lado para otro, le pasaba por encima de los pezones sintiendo un escalofrío que se los ponía duros, muy duros en realidad, otro contacto le subía por una pierna, se le acercaba al culo y cuando estaba a punto de tocarlo le daba la vuelta por las caderas, le seguía el contorno de las bragas y no acababa de tocar donde ella más deseaba, calculó que debían ser dos dedos de él, uno lo movía por sus tetas y alrededores y el otro dándole vueltas al culo, le rozaba los pezones y la goma de las bragas, Giselle deseaba que se las arrancara, que la penetrara y se la follara, pero él parecía no tener prisas, no supo el tiempo que estuvo así, le pareció mucho, una eternidad, estaba muy excitada y cachonda, con la boca entreabierta respirando lenta y profundamente. De pronto las bragas le apretaban en la cintura y escuchó el ruido de tela rompiéndose sintiéndose liberada de ellas, se las había arrancado, le agarraba las tetas con fuerza, casi en el límite de hacerle daño, creyó que debían sus dedos que le subían por el medio de los muslos, llegaron al coño y suavemente se los fue introduciendo, estaba muy mojada desde hacía rato, los dedos resbalaban por su coño y las tetas se las apretaban, sentía un placer extraño mezclado con dolor, un dolor suave que le invadía el cuerpo. De golpe aquellos dedos que le recorrían el coño con cierta suavidad dándole placer se introdujeron en su v****a con velocidad haciéndole dar un grito enorme, la mano que le amasaba una teta se aflojó y le agarraron el pezón, seguramente con dos dedos, apretándoselo, se le mezclaba el placer de los dedos dentro de su coño y el dolor en sus pezones, tensó la espalda, los dedos que tenía dentro se movían sabiendo cómo hacerlo, le proporcionaban un placer muy intenso, un placer que le estaba subiendo mezclándose con el dolor, creía que no tardaría en correrse, estaba a punto y le soltaron el pezón para darle un buen cachete en el culo, un golpe seco y fuerte, de los que picaban, el cuerpo le dio un espasmo levantando la cabeza abriendo la boca y empezar a tener un orgasmo que le hacía gritar una barbaridad, cuando parecía que le iba a bajar, los dedos se volvían a mover dentro de sus entrañas tensándola de nuevo y otro golpe en el culo que le volvía a hacer gritar sin saber si era de placer o del daño que le hacían aquellos cachetazos, pero ella se corría y lo hacía muy fuerte, el placer le recorría todo el cuerpo y le salía por la boca en forma de gritos, no recordó el tiempo que la mantuvo en aquella situación, parecía un orgasmo eterno que no se acababa nunca, cuando le bajaba un poco sabía cómo volver a tenerla a punto, también perdió la cuenta de los golpes que le dio en el culo. Cuando acabó y se separó de ella dejó caer la cabeza apoyándola en el respaldo el sofá, recuperándose, estaba destrozada. Escuchó como Sebástian debía estar vistiéndose, le quitó la máscara de los ojos y le soltó las esposas. Muy amablemente le ayudó a ponerse de pie y a vestirse, la invitó a un té y se sentaron en unos sillones, ella notaba un poco de dolor en el culo de los golpes recibidos pero lo aguantaba. Sebástian le preguntó si le había gustado, que le explicara como lo había vivido, entablaron una conversación de todos los detalles de lo que había pasado aquella tarde, cuando se despidieron, él le besó la mano. — ¿Volverás? — Por lo que me has dicho, esto solo ha hecho que empezar. — Así es, pero tú decides si quieres seguir o no. Giselle le miró a los ojos haciéndose la interesante y se fue, Sebástien sabía que volvería.
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