Giselle se duchó orgullosa, había conseguido lo que quería, que Alan la viera como se follaba al monitor. Se había criado sin padres de orfanato en orfanato hasta que una familia pudiente la adoptó, tenía problemas para adaptarse a la vida de la gente “normal”, y una de sus salidas fue el sexo. Cuando sus compañeras de estudios se fijaban en compañeros uno o dos años mayores a ella le gustaban bastante más maduritos.
Estudiaba en un colegio caro de pijillos que le hacían ir con uniforme que llevan una faldita de cuadros, en aquel tiempo se le metió en la cabeza el tutor de su clase, el profesor de ciencias, un hombre casado y con hijos con un bagaje en la enseñanza impoluto, todo el mundo lo consideraba un buen profesor y muy serio.
Una tarde esperó que todos los alumnos salieran del colegio, se acercó a una esquina donde nadie la veía, se levantó la falda y se hizo una raspadura desde la cadera hasta la parte frontal de el muslo que sangraba un poco. Volvió a entrar en el colegio y fue al despacho de tutor, abrió la puerta de golpe llorando y gritando pegándole al pobre hombre un susto del copón, le dijo que se había caído y que le dolía mucho, el profesor con buena fe la acompañó al botiquín, un cuarto apartado del paso de la gente sin ventanas, había una camilla y un armario con las cuatro cosas típicas para curar alguna herida, vendas, alcohol, agua oxigenada, tiritas y cosas así, Giselle se estiró en la camilla.
— ¿Es un golpe o una herida abierta?
Ella se hacía la nerviosa y desesperada.
— Abierta, abierta, sangraba y todo.
El profesor con buena intención mojó un poco de algodón con agua oxigenada y se acercó a ella, esperó que el profesor estuviera a su lado y se levantó de golpe la falda por encima de la cintura enseñándole la herida y las bragas, el profe pegó un salto de la sorpresa, no sabía qué hacer, si no la curaba alguien podría decir que no quiso ayudarla, y si lo hacía tendría que pasar el algodón acercándose a ciertas partes de una alumna que tampoco estarían muy bien vistas.
Giselle le cogió la mano y la acompañó hasta su cadera donde empezaba la herida mirándole a los ojos, el profe se empezó a poner nervioso, ella misma hizo que el algodón que sujetaban sus dedos contactara con su piel herida, dejó ir como un gemido abriendo las piernas un poco para que el profesor se enterara bien de lo que tenía allí, consiguió que sus ojos se clavaran en la entrepierna, acariciándole la mano la fue bajando por la herida hasta encontrarse con las bragas, pegó un tirón de ellas y se las bajó a medio muslo abriendo un poco más las piernas, los ojos del profesor se abrieron como platos mirándole el coño, al no reaccionar ella sabía que lo tenía donde le convenía, siguió con su mano encima de la suya bajándola con el algodón por encima de la herida hasta el final cerca de la ingle, le miró a los ojos y en un movimiento dejó caer el algodón al suelo y se metió dos dedos del profesor en medio del coño, él la miró y ella se le tiró a comerse su boca a la vez que le agarraba el paquete, el pobre tío tenía un calentón encima de puta madre, Giselle notó su polla tiesa, él le frotó el coño con los dedos y ella le desabrochó el pantalón bajándoselo con los calzoncillos haciéndole una paja, el profesor perdió la cabeza, le estiró de las bragas quitándoselas, se subió a la camilla y Giselle abrió las piernas, se tiró a comerle el coño con ella gimiendo exageradamente para ponerlo más caliente si se podía, totalmente salido de excitación se agarró la polla y se la metió hasta el fondo, ella levantó las piernas rodeándole la cintura y él agarrado a la camilla la empotró con toda la fuerza que pudo hasta correrse fuera haciéndose una paja, a ella no le dio tiempo a llegar al orgasmo. El se bajó sentándose en el suelo con las manos en la cabeza, era consciente del error que acababa de cometer, ella se levantó, recogió sus bragas, se las puso y le tocó la cabeza como el que acaricia un perro antes de irse con una sonrisilla.
El profesor estaba asustado por lo que había hecho, la podía haber dejado embarazada, sería el final de su carrera como profesor. Por otro lado ella estaba contenta de haberlo conseguido y no había acabado con él, aquella misma semana volvió a presentarse en su despacho después de las clases, el intentó hacerse el adulto hablándole serio.
— Lo que pasó el otro día no puede volver a repetirse, cometí un error y te pido disculpas.
Giselle hizo como que no le escuchó sacando una caja de condones tirándosela encima de la mesa, él abrió los ojos mirándola, no se podía creer que ella hiciera eso.
— El otro día solo te corriste tú y eso no es justo, ¿quieres hacerlo aquí o vamos al botiquín?
El profesor la escuchaba atónito.
— Es que no has oído nada de lo que te he dicho, no se puede volver a repetir.
— El que está sordo eres tu cabrón, iré llorando al despacho del director diciéndole que me has violado, a ver qué le parece.
— Vamos Giselle, yo admito el error, pero una violación sabes que no fue.
A Giselle le cambió la cara saliéndole lo peor de ella, apoyó las manos en la mesa acercando la cabeza al profesor.
— ¿Me follaste, o no me follaste?, porque mientras lo hacías no te noté ningún arrepentimiento, te sujetabas fuerte a la camilla para metérmela hasta el fondo, y los gemidos y gritos que pegabas no eran precisamente de estar pasándolo mal.
El la miraba sorprendido de la mala leche de Giselle sin saber que decirle.
— ¿Me follas aquí o en el botiquín?
El seguía sin decir nada y Giselle empezó a quitarse la chaqueta.
— En el botiquín.
En aquel despacho era fácil que los pillaran y él lo pensó, igual que intentaba darle vueltas a su cabeza para encontrar una solución, una alumna le estaba chantajeando y eso no podía ser. Entró Giselle, dejó que el pasara y cerró la puerta con el pestillo, se acercó a él y sin darle tiempo a abrir la boca se arrodilló delante desabrochándole el pantalón, le bajó la cremallera sacándole la polla y se la empezó a mamar con fuerza, él estiró sus manos para atrás sujetándose a la camilla temblándole las piernas, otra vez se estaba dejando llevar por ella, parecía que cuando le tocaba la polla se le desconectaba el cerebro no pudiendo pensar, se excitaba y estaba a su merced sin poder evitarlo, Giselle le había puesto la polla tiesa a base de chupadas y succiones, paró y se levantó.
— Estírate en la camilla.
Se lo dijo de forma seca y autoritaria, mientras él lo hacía ella rompía el envoltorio de un condón, cuando se estiró se lo puso, se quitó las bragas y se subió encima metiéndose la polla despacio, se empezó a mover mirándole a los ojos.
— Que no se te ocurra correrte antes que yo.
El profesor obedecía aquella voz autoritaria y segura quedándose quieto para no excitarse y correrse antes de tiempo. La que se movía cada vez más violentamente sujetándose a la camilla como había hecho él el día anterior era ella, se movía adelante y atrás con tanta fuerza que sonaban los golpes de sus cuerpos, él cerraba los ojos y la boca intentando aguantar. Giselle sentía como le empezaba un fuerte placer en su coño que le recorría el cuerpo subiendo.
— Córrete, córrete ahora, ahora.
El profesor que estaba en las últimas se dejó ir llenando el condón a lechazos, Giselle se corría con los ojos cerrados, de pronto los abrió y al verle la cara levantó una mano descargándola en la cara del profesor abofeteándolo, él se sorprendió moviendo el cuerpo dándole más placer a Giselle que volvió a pegarle otra ostia, con la intención de esquivarlas el profesor se movía en la camilla y a Giselle le volvía a subir el calor y el gusto, se excitó tanto que volvió a correrse pegándole a los brazos del profesor que había puesto por delante para no recibirlos en la cara.
Giselle se bajó de la camilla, se puso las bragas, le acarició la pierna y se fue sin decir nada. El se quedó estirado con el condón lleno de leche, de aquella manera no podía seguir o ella se lo follaría o le obligaría a follársela cada vez que le diera la gana, ya le costó disimular delante de su mujer la primera vez, si aquello se convertía en algo normalizado no podría soportarlo.